JUANA AVELLANEDA
De repente una marinera norteña empieza a sonar en el patio del Centro de Educación Especial Fray Masías. Allí, seis bailarines de esta danza costeña hondean los pañuelos con garbo y coqueteo.* “Métele la cara, métele la cara. ¡Más fuerza con ese zapateo!”*, grita Mercedes Villalobos, coreógrafa y directora de la institución. Entonces Alejandro (20) se saca el sombrero de chalán para pretender a Joselyn (19), su pareja de baile. Esta le responde el cortejo con un delicado movimiento de caderas. Las madres de familia que están en el auditorio sacan sus teléfonos y cámaras para inmortalizar la escena. Aplauden, gritan, les hacen barra. La más entusiasta es Nora Castañeda (56), una mujer de ojos verdes y cabello gris que acompaña dos veces por semana a su hijo Alejandro a sus clases de marinera. Y cómo no hacerlo. Si este se convierte en galán de telenovela cada vez que suena la guitarra, el bombo y la trompeta.
Eso lo sabe muy bien Mercedes, ex bailarina de marinera que en marzo de este año decidió crear un grupo de baile integrado por chicos con Síndrome de Down. ‘Meche’, como todos cariñosamente la llaman, quería demostrarle al mundo de lo que son capaces quienes son subestimados por tener un cromosoma adicional en el par 21. “Soy profesora de educación especial y puedo decirte que estos chicos tienen un talento innato para el arte. ‘¿Por qué no crear un grupo de baile?’, pensé”. Y así lo hizo. Lo más difícil fue tener que convencer a las mamás que sus hijos podían realizar una coreografía de primer nivel. “Al principio nadie me daba crédito, olvídate. Con el tiempo les demostramos lo contrario. Los chicos ya han tenido presentaciones en la última edición de Mistura, el espectáculo folclórico Retablo y en el mismísimo Palacio de Gobierno”, cuenta mientras mira a estos campeones sacándole chispa al suelo.
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