ÁNGEL HUGO PILARES @angelhugo
En el año 2007, Guillermo Caballero decidió convertirse en bombero. Pasó un año como aspirante y ahí tuvo su primera prueba de fuego: auxiliar a las personas que llegaron a la compañía Garibaldi, la número 7 del Callao, tras el terremoto. Hace dos días, ya como seccionario, combatió contra el fuego durante el incendio en La Victoria que ha desatado muestras de afecto sin par hacia los hombres de rojo. Este es su testimonio.
Me llamo Guillermo Julio Caballero Chincha, tengo 25 años, y soy uno de los casi dos centenares de bomberos que acudió a la emergencia en La Victoria el martes pasado. Ese día recibí el llamado y salí de mi trabajo sin decir nada. Felizmente ellos entienden. Llegué cerca del mediodía y me quedé hasta las ocho de la noche, cuando a mí y a mis compañeros nos dijeron que nos retiráramos. Los miembros de la Compañía Garibaldi Número 7 del Callao fuimos los encargados de abrir la puerta del almacén, lo cual era vital para controlar el incendio.
Cuando afrontamos una emergencia como esta, siempre hay miedo. Siempre está el miedo de no volver a casa, de no ver a mi novia, de no ver a mis padres otra vez. Pero antes de entrar al lugar siempre decimos lo mismo: entramos todos y salimos todos. Nunca dejamos a nadie atrás y si alguien se queda, no paramos hasta encontrarlo. Al abrir la puerta un pedazo de pared me cayó encima, pero seguimos, siempre cuidándonos, porque de eso se trata. Sé que ellos confían en mí y yo en ellos.
Ese día vi muestras de cariño que me emocionaron. Las señoras nos repartían frutas, unos señores nos repartieron emoliente. Las cosas que nos decían nos animaban a seguir adelante. Quiero agradecerles porque muestras como esas nos dicen que alguien está reconociendo nuestro trabajo. Porque nos sentimos bien cuando nos dan las gracias. O cuando simplemente alzan el dedo pulgar.
Aun así, no nos consideramos héroes. Creo que solo somos gente que hace las cosas en el debido momento y las hace por amor y porque alguien necesita ayuda. El hecho de ser voluntarios es parte de eso. Quizás un sueldo desmerecería nuestra mística. Quizás lo que preferiríamos sería mejor equipamiento, mejores unidades, una infraestructura para practicar, para seguir capacitándonos. Hoy, por ejemplo, quise regresar al lugar de la emergencia y no pude: mi uniforme quedó dañado por la grasa de las motos y ahí estoy, lavándolo al igual que el resto de mis compañeros, esperando que esté bien para la siguiente emergencia. Por eso, a pesar que quiero, no puedo regresar a seguir ayudando en ese almacén de La Victoria.
Si han llegado hasta acá solo les pido una cosa: siempre que escuchen una sirena, piensen que puede ser un familiar suyo el que está en peligro y ayúdennos a llegar más rápido. Nosotros llegaremos. Siempre vamos a estar llanos a ayudar sea Navidad o Año Nuevo, siempre vamos a estar para ustedes los 365 días. Pasen felices fiestas. Y estén tranquilos.
Guillermo Caballero estudia ingeniería en una universidad limeña. Además, da capacitaciones sobre cómo tratar con materiales peligrosos. Justamente de ese trabajo lo sacó la llamada hacia el incendio. Cuando se le pregunta que necesitan, él recuerda que su compañía no se daba abasto y no había ni camillas ni comida para atender a la gente que llegó tras el terremoto de 2007. Ayúdalos a seguir salvando vidas.