El 14 de marzo del año pasado, la ONU publicó el Informe Anual de la Felicidad. Aunque parezca curioso, existe. Tiene 172 páginas. Ahí se explican las variables y los criterios que se toman en cuenta para establecer un ránking con más de 100 países. Finlandia es el número uno. En el 2017 ocupaba el quinto lugar, hoy es considerada la nación más feliz del mundo. Aquí no vamos a contar por qué, sino cómo viven las mujeres -a propósito de la efeméride- en un lugar así y cuál es la mentalidad de la población finlandesa en un mundo mayormente machista.
María Ruuskanen nació allá y trabaja en la Embajada de Finlandia en Lima como consejera en asuntos políticos. Primero nos habló de la educación. Como dato inicial, los colegios son públicos, gratuitos. No existe la enseñanza privada. “El hijo del presidente puede estudiar con el hijo del chofer del presidente y ambos van a recibir la misma educación, los mismos materiales y les van a enseñar los mismos profesores”, asegura. Los pilares son tres: respeto, igualdad y tolerancia. “El mensaje hacia los niños es fuerte”, indica. “Las mujeres y los hombres crecen pensando que todos tienen las mismas oportunidades”.
El Foro Económico Mundial confirma que es así: Finlandia es uno de los tres países -junto con Islandia y Noruega- con menor brecha de género en el mundo. Y la UNICEF expone otro dato revelador: Finlandia es el segundo país con menor desigualdad entre niños. ¿Qué sucede cuando estos pequeños se convierten en adultos? “Actualmente no se hace una diferencia entre hombres y mujeres en su rol de contribuir a la sociedad. El 50% de la población son mujeres, como en la mayoría de países. ¿Cómo se podría prescindir de su talento, creatividad y producción? Ningún país debería darse ese lujo en términos de recursos humanos. Es así de simple”, dice Ruuskanen, quien de todas formas admite que en su país sigue existiendo índices -bajos- de violencia de género.
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Repasar y estudiar la historia de Finlandia es clave para entender cómo crecen las mujeres en ese lugar. En 1906 se convirtió en el primer país que promulgó el voto a la mujer y el derecho a presentarse en elecciones. En Perú sucedió casi 50 años después (1955). Pero esa es otra historia. Sigamos: en 1907 el 10% del parlamento finlandés estaba conformado por mujeres y en 1920 se eligió la primera ministra. “En el 2000 elegimos nuestra primera presidenta. También hemos tenido una mujer obispo y muchos pioneras de alto perfil en otras materias como la ciencia y la tecnología”.
Esos modelos a seguir, según Ruuskanen, han sido fuente de inspiración no solo de mujeres, sino de toda la población.
El gobierno juega un rol importante. Las políticas sociales del estado son fundamentales para darle fuerza, empoderamiento y la importancia que merecen las mujeres. Un ejemplo contundente tiene que ver con la licencia de maternidad. “Se garantiza hasta tres años”, cuenta Ruuskanen. En Perú, solo como dato, son tres meses. “No se les paga el mismo sueldo por todo ese tiempo, pero sí durante todo un año. Y luego pueden regresar a su puesto de trabajo”, explica la consejera. Incluso se ha previsto normas para evitar que la desactualización -una vez que se reintegran- se convierta en un problema para la empresa.
En resumen: tienes un hijo, te pagan un año entero y puedes criarlo tres años sin trabajar, el puesto nadie te lo quita y encima te capacitan por el tiempo que estuviste ausente.
Hace poco se nombró en Finlandia a la primera mujer capitana de un rompehielos, que en otras palabras es un barco especial para navegar sobre mares y ríos congelados. En Perú recién se ve mujeres conduciendo buses del metropolitano.