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“Admiro lo que hace Anonymous, los apoyo mucho y pienso que mi trabajo es ayudar a que la gente entienda en qué medida son importantes para así fortalecerlos. Siento que soy parte del movimiento, pero también mantengo algún nivel de distancia y objetividad. Ello porque, primero, no soy hacker y segundo porque no concuerdo con todo lo que ellos hacen y con la forma de hacerlo. Pero pueden ayudar a muchos movimientos políticos, a los ambientalistas, a desnudar gobiernos corruptos. Su especialidad es acceder a información y me encanta el hecho de que puedan moverse en distintos temas y áreas y no estén localizados en un lugar específico”, dice Gabriella Coleman.
Ella es una una antropóloga que ha dedicado varios años a explorar el movimiento Anonymous y otros grupos de activistas en la web. Su curiosidad la llevó a infiltrarse durante 5 años en las salas de conversación de estos grupos. Su curiosidad y el hecho de que se considere también una especie de miembro de la legión de ‘hacktivistas’ –que ha golpeado a compañías como Sony o Visa y defendido al creador de Wikileaks, Julian Assange– la llevaron a infiltrarse durante cinco años en las salas de conversación de estos grupos, bajo el nombre de ‘Biella’. El resultado de esa investigación es “Hacker, Hoaxer, Whistleblower, Spy: The Many Faces of Anonymous”, un libro en el que desentraña los secretos de este movimiento y a sus personajes más legendarios.
—¿Cómo llegó a Anonymous?
En la Universidad de Alberta (Canadá), adonde llegué como becaria, encontré unos extensos archivos sobre cienciología y decidí hacer un proyecto de investigación sobre ‘geeks’ y hackers que en los noventa habían protestado en contra de su iglesia. Y en el 2008 se descubre Anonymous, cuya primera acción fue ‘trollear’ a este culto. Allí pensé que ellos podrían ser el segundo capítulo del proyecto y empecé a seguirlos. Me sorprendieron cuando dejaron las bromas por el activismo y empezaron a moverse en distintas arenas políticas.
—¿Fue difícil infiltrarse y ganar su confianza?
Al inicio fue fácil, pero cuando salió AnonOps [una web en la que se empezaron a concentrar todas las operaciones de Anonymous] se hizo todo más complejo.
—¿Pasaba como mínimo cinco horas en sus grupos de chat?
Sí, si tuve acceso a su información era por la cantidad de tiempo que pasaba en los canales de chat. No los ves, pero puedes hacerte una idea de cómo es su interacción social.
—Usted ha señalado que el destape de los ‘Cornejoleaks’ [un ataque cibernético del grupo Lulzsec Perú con el cual se extrajeron miles de correos electrónicos de la cuenta del ex presidente del Consejo de Ministros René Cornejo] fue una acción importante de Anonymous.
Tiene una importancia global y particular. Global, porque algunos dijeron que Anonymous ya no hacía más cosas y ¡no! Lo que ocurrió fue un cambio geopolítico: la actividad sucede hoy en otros lados, pues ya se conocen los riesgos de hackear en Estados Unidos y Europa. La actividad ha migrado y es una decisión inteligente porque permite que en otras partes del mundo haya grupos que pueden evitar la vigilancia y las detenciones. Particularmente, lo que ocurrió en Perú es un ejemplo de la importancia de la acción alrededor del ‘hacking’ y el ‘leaking’ [filtración de información]. Estoy segura de que veremos más de eso.
—¿Los hackers latinoamericanos tienen hoy mejores recursos?
En Brasil hay un fuerte sector tecnológico y sé que en Perú también se hace una gran labor. Hay una sociedad civil vibrante. En algunas partes de Europa se ha politizado bien la idea del hacker. En España, por ejemplo, el Portal Xnet (xnet-x.net), dedicado al ‘leaking’, tiene detrás a mucha gente de la sociedad civil y está teniendo un gran impacto. Ello ocurre también en otros lugares como Túnez o Argelia, donde los hackers son gente muy bien educada.
—¿Qué relación tienen grupos como Anonymous con los periodistas y hasta qué punto que sus acciones tengan un eco en los medios es una prioridad para ellos?
Es superimportante, pero es una relación tensa. Muchos miembros de Anonymous se relacionaron con periodistas y fueron muy manipuladores y a la vez transparentes para hacerse conocer. Ya sabes: cuando Anonymous actúa como fuente de información, los periodistas los aman y cuando los manipulan, los odian. Ellos necesitan a los periodistas, pero solo por lo que les hacen: forzarlos a cubrir cierta información. Creo que Anonymous parte de gente como Snowden, Assange [Wikileaks], que permitían a los periodistas cubrir ciertos temas que de otra forma no hubieran podido cubrir y, en alguna forma, los forzó a ser más honestos y transparentes en su trabajo. Hay gente que está dispuesta a asumir el riesgo para revelar información como esa. Esto representa una especie de renacimiento positivo del periodismo.
—¿Qué opina de las actividades ilegales que realiza Anonymous?
Cuando se viola la privacidad de las personas y se difunde información que no es importante políticamente, sí es un problema. Y ellos hacen eso algunas veces solo por probar que pueden hacerlo o para que los periodistas les presten atención y publicar luego otras cosas. Pero cuando se trata de publicar los correos personales donde hay información valiosa políticamente, es un juego limpio, ¿sabes? No importa que sea un correo privado: si está exponiendo corrupción, es valioso.