En los últimos días tres gigantes de Internet han estado bajo la lupa. Amazon, Facebook y Google han sido criticados intensamente por restringir las opciones de los consumidores y encapsularlos en burbujas que sólo reflejan lo que estas compañías quieren ver.
Facebook despertó un fuerte debate cuando Mike Hudack, director de Producto en la red social, publicara un mensaje de estado en el que criticaba a los periodistas por no ejercer periodismo de verdad y sólo dedicarse a escribir sobre cosas superfluas.
La respuesta no se hizo esperar y -en la sección de comentarios de su mensaje- periodistas de medios internacionales acusaron a Facebook de ser el problema al premiar en su algoritmo a historias superfluas sobre noticias serias.
También en la costa oeste de Estados Unidos, pero en el norte, Amazon causó un revuelo. Tras una disputa contractual con la empresa editora Hachette, medios en Estados Unidos comenzaron a notar cómo los libros de esta editorial ya no se podían preordernar, era más difícil encontrarlos, su precio era más alto y en algunos casos la fecha estimada de envío era más tardía que la de sus competidores.
En medios y blogs comenzaron a aparecer acusaciones señalando que Amazon estaba abusando de su posición en el mercado forzando a las editoriales a aceptar sus reglas a cambio de no ver como sus libros desaparecían de sus estantes virtuales.
Google completó el círculo de empresas señaladas cuando Metafilter, una comunidad en línea, comenzó a perder tráfico e ingresos publicitarios después de que la compañía cambiará su algoritmo de búsqueda logrando así que Metafilter desapareciera de los resultados.
El ejemplo de la red social más grande del mundo es, quizá, un fiel retrato de hacia dónde se mueve la red.
Cada vez que un usuario entra a Facebook, tiene a su disposición cientos o miles de contenidos publicados por sus amigos, familiares o las páginas que le gustan. La empresa sólo puede mostrar un puñado de esos contenidos, por lo que tiene que filtrar las opciones.
Ahí es donde entra el algoritmo. Facebook dice que, entre otras cosas, tiende a premiar los contenidos que generan mayor interacción sobre todo a través de comentarios y de gente compartiendo lo que lee.
Cuando alguien de la empresa, como Mike Hudack, dice que los periodistas no escriben noticias serias en el sitio, es lógico que los periodistas acusen a Facebook de ser el culpable de propiciar el problema al premiar contenido ligero forzando a las empresas de noticias a escribir noticias más superfluas.
El caso de Facebook lo vivo de primera mano. En mi trabajo como Editor de Redes Sociales del Servicio Mundial de la BBC veo todos los días como historias “compartirles” sobre mascotas, niños y curiosidades se imponen a otras como la situación en Ucrania y Siria.
Pero también es verdad que quienes publican en redes sociales pueden echar mano de la creatividad para hacer más atractiva una historia que se percibe como sería o ajena. Basta con acercar las noticias “duras” a la vida de los usuarios para que la interacción suba y el algoritmo las considere.
Por supuesto Facebook también debe estar abierto a la retroalimentación y considerar si en su algoritmo hay espacio para un servicio público que muestre historias importantes, sin considerar que tan “compartibles” son.
El caso de Amazon es más preocupante y extraño. Si la empresa gigante del comercio electrónico está manualmente alterando su fórmula para castigar a una empresa, la situación sería muy grave.
Hasta ahora no hay indicios de que lo haga, pero si hay denuncias documentadas de cómo los libros de Hachette no pueden ser preordenados y han desaparecido de las sugerencias de libros que el algoritmo de Amazon ejecuta regularmente.
Lo raro del caso es que si fuera verdad que se trata de una acción premeditada y no de una simple coincidencia, Amazon se enfrentaría a un severo proceso de escrutinio por parte de quienes regulan la competencia.
Amazon ha sido visto como el adalid de los libros ampliando el mercado de lectores en el mundo, pero pronto podría ser visto como su verdugo si no se deslinda claramente de las acusaciones.
Hay quienes piensan que el caso de Google es el más preocupante de los tres, dado que el buscador acumula cada día más información sobre los internautas creciendo así su poder y dominio del mercado.
El ejemplo de Metafilter, que tuvo que despedir a la mitad de sus empleados, demuestra que un pequeño cambio en la manera en que uno de esos algoritmos funciona puede provocar un sismo en otros lugares. El llamado efecto mariposa cabe como anillo al dedo para explicar la influencia y poder que tienen los algoritmos.
Para muchos usuarios Google sigue siendo la puerta de entrada a Internet y el filtro que los guía por el ciberespacio. El algoritmo del buscador decide qué sí y qué no es relevante y útil para sus usuarios.
Todas estas fórmulas pueden tener la mejor de las intenciones. Buscan que nuestra experiencia en la red sea relevante y útil, pero al volverse más certeros y poderosos día a día, los algoritmos están entregándonos una versión de Internet que quizá sea demasiado personalizada.
¿Son los algoritmos un mal necesario o una idea útil? Compartan su opinión en los comentarios.