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La impresión 3D está de moda. La disminución de precios de esta tecnología y su facilidad de uso están cambiando la imagen de esta máquina que, según los expertos, puede facilitar el desarrollo social y económico en América Latina.
“La impresión 3D tiene la posibilidad de transformar la manera en que las compañías hacen negocios y comercian”, destaca Santiago Chelada, economista del Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL) del BID, que anuncia que esta tecnología protagonizará el 50 aniversario de la institución, el próximo 7 de octubre.
De hecho, las noticias relacionadas con la impresión 3D se han multiplicado en este año. Desde viviendas de dos pisos en el noroeste de China hasta un implante de una caja torácica realizado en el hospital universitario de Salamanca (España); así como la bioimpresión para obtener células humanas hasta el uso de esta máquina en colecciones de moda.
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Las impresoras 3D son capaces de fundir material modelable -plástico, resina, titanio, carne de res o polvo metálico, entre otros materiales- para depositarlo capa sobre capa en un soporte, hasta conseguir un objeto.
Un pionero de la impresión 3D es el uruguayo Alejandro Lozdiziejski que se hizo conocido cuando su empresa, Sur 3D, creó una de las primeras máquinas de bajo costo, (600 dólares).
Sin embargo, la experiencia no fue del todo exitosa: “Vendimos 20 unidades. Las trabas arancelarias, la competencia china, las dificultades para la exportación”, explica.
Firme partidario del hardware libre, Lozdiziejski destaca que por primera vez en la historia se están distribuyendo modelos físicos por Internet.
“Ahora, en vez de enviar un jarrón de forma física desde Estados Unidos a Colombia, por ejemplo, escaneo el florero, lo mando por correo electrónico, el receptor se baja el archivo, lo imprime y tiene de inmediato el mismo jarrón”, comenta.
Para Chelada de INTAL, el hecho de que este diseño de mercancías reemplace al objeto mismo, impacta en los costos de logística, transportes, políticas tributarias y almacenamiento, lo cual puede iniciar una revolución del sistema productivo latinoamericano.
“Hoy los precios van desde los 400 dólares para máquinas hogareñas, hasta los 500.000 para equipos industriales”, explica Chelada que considera la caída de precios como clave en la popularización de esta tecnología.
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El colombiano Carlos Camargo se considera casi un apóstol de la denominada revolución Maker (personas que diseñan y producen sus propios productos) y viaja todas las semanas por el país sudamericano para explicar las bondades de la tercera dimensión.
“Vamos a pasar de ser consumidores a creadores de nuestros propios bienes de consumo. Va a ser una revolución social, nos da capacidad de crear”, dice con entusiasmo durante una clase práctica de fin de semana donde los alumnos crean su propia impresora.
El poder transformador que tiene esta tecnología, lo comprobaron ocho ciudadanos guatemaltecos que desde julio de este año disfrutan de una prótesis de gancho en su mano amputada, gracias a la impresión 3D.
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Ellos forman parte del proyecto del investigador Nikolai Dechev, de la Universidad Victoria de Canadá, que usando la impresión en tercera dimensión, produce prótesis a un costo completo de 320 dólares.
“La impresión 3D”, concluye Dechev, “es realmente innovadora, tiene bajo coste, se puede producir de forma local y, en el caso de prótesis, es fácil de hacer piezas de repuesto”.
El proyecto, que estará en pleno funcionamiento en 2016, es una muestra más del desarrollo de una tecnología que puede cambiar el mapa productivo en América Latina, según la mayoría de los expertos.
Fuente: EFE