Investigadores en Alemania y República Checa descubrieron que, un cuarto de siglo después de la caída de la Cortina de Hierro, los ciervos que viven en la frontera entre los dos países todavía no cruzan al otro lado.
Los científicos siguieron los movimientos de alrededor de 300 ciervos que viven a ambos lados del límite, que antaño era imposible cruzar debido a la presencia de una barrera electrificada.
Pese a que en la actualidad la frontera está abierta, los investigadores notaron que los ciervos -todos nacidos después del final de la Guerra Fría- se mantenían dentro de los límites alemanes o checos.
Según los científicos, esto se debe a que los cervatillos tienden a seguir a sus madres en el primer año vida, y así aprenden a dónde deben o no deben ir.
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