Se ve como una peculiar –y bastante cómica– “ola mexicana”, pero según los científicos, los perritos de la pradera de cola negra practican este movimiento contagioso y colectivo para defenderse de predadores.
Uno de estos animales (que en realidad son roedores) inicia la ola al estirarse rápido hacia arriba, y luego se extiende al resto del grupo. Y lo hacen para poner a prueba el estado de alerta de sus compañeros, según sugiere un estudio publicado en la revista Proceeding B de la Real Sociedad británica.
Jim Hare, autor de la investigación de la universidad canadiense de Manitoba en Winnipeg, sostiene que este comportamiento contagioso es la forma que tienen los perritos de la pradera para “poner a prueba el sistema de transmisión de emergencia”.
Según se pensaba, explicó Hare a la BBC, el movimiento, acompañado por una especie de ladrido (que les dio su nombre a estos roedores) era una señal visible y audible que indicaba que no había peligro inmediato a la vista, y que el grupo podía seguir alimentándose.
“Pero cuando los estaba observando en el zoológico, noté que lo hacían cuando había cuervos cerca, que son depredadores en potencia”.
“LO HACÍAN DE FORMA INTERMITENTE”
Por eso, Hare y sus colegas decidieron investigar si los perritos de la pradera que instigaban un episodio de respingos grupales cambiaban su comportamiento de acuerdo a la respuesta del resto del grupo.
“Uno esperaría ver un aumento de la búsqueda de comida y un descenso de la vigilancia cuando el resto de animales responden”, añadió Hare, “y eso es exactamente lo que hallamos”.
Los científicos filmaron a los perritos de la pradera y observaron que cuando el grupo respondía con una “ola mexicana”, el roedor que la había iniciado pasaba más tiempo buscando comida antes de estirarse hacia arriba de nuevo.
¿CONCIENCIA O IMITACIÓN?
Otros expertos en comportamiento animal señalan que hay más interrogantes que responder antes de asegurar que estos animales son verdaderamente conscientes del comportamiento de otros individuos.
Alan McEllington, científico de la Universidad Queen Mary en Londres, dijo que los perritos de la pradera pueden estar siguiendo “simples pistas” para seguir las acciones del resto de su grupo.
McEllington destacó este estudio como “muy interesante”, y elogió a sus autores por estudiar a los perritos de la pradera en estado silvestre. “Sería imposible crear un escenario experimental que imitara algo como esto”, dijo el experto.
McEllington y Hare coinciden en que hacen falta investigaciones más detalladas para entender en profundidad a qué reglas responden estas demostraciones.
Sin embargo, Hare apunta que “como los bostezos en los humanos, los comportamientos contagiosos como estos son maneras de evaluar las mentes de otros y de entender una mente distinta de la propia”.