Playas de arena blanca repletas de bellas palmeras. Esa es la imagen típica de un paraíso tropical que ha atraído a vacacionistas al Caribe desde hace décadas. Pero en la turismo-dependiente Antigua y Barbuda una mortal enfermedad ha eliminado casi la mitad de los majestuosos cocoteros, dejando una serie de troncos diseminados por todo el paisaje.Seguir a @tecnoycienciaEC !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
El mal, conocido como amarillamiento letal, es el mismo que devastó los icónicos árboles de la península de Florida, en Estados Unidos, y de Jamaica. Ahora ataca el corazón cultural y económico de esta isla de 280 kilómetros cuadrados.
Aquí el coco se utiliza para todo tipo de productos, desde comidas y bebidas hasta tratamientos de belleza y medicinas tradicionales. Cerca del 45% de las miles de palmeras de Antigua se han perdido según los cálculos de Barbara Japal, presidenta de la Sociedad Horticultural de la isla.
El encanto de la palmera
El vendedor callejero Julian Rose es uno de los muchos afectados por la situación. Ha estado vendiendo agua de coco a US$3,70 la botella por cuatro años, pero cuenta que en los últimos 12 meses sus suministros se redujeron a la mitad, al igual que sus ingresos.
“No he variado mis precios porque la gente no está dispuesta a pagar más”, señaló. Las autoridades aconsejan talar inmediatamente y quemar todo lo que muestre señales de la contagiosa enfermedad –caracterizada por hojas que se ponen amarillas y fruta que cae antes de tiempo– para prevenir que se disemine.
Pero la falta de recursos del gobierno ha hecho que el mal se expanda desde que fue identificado por primera vez en 2012. “Afecta al turismo porque, como decimos acá, 'el encanto está en la palmera', y realmente se está afectando al paisaje”, dice Japal a la BBC. “Es devastador ver a los troncos parados allí, como soldados decapitados. Es un shock”, lamenta.
Amenaza importada
El amarillamiento letal es diseminado por un insecto que salta de planta en planta y que según Japal probablemente llegó en palmeras importadas a la isla. Desde 2012 está prohibido importarlas. “Hace unos años ingresaron muchas”, recuerda Japal.
“Tenemos una unidad protectora de plantas pero cuando tienes un contenedor con 3.000, ¿quién va a inspeccionar cada uno?”, se pregunta. Según la experta, debido a falta de fondos, no existe en la isla un sistema para remover las palmeras afectadas, por lo que se depende de la acción privada.
No existe en la actualidad una cura para el amarillamiento letal, pero las palmeras pueden ser tratadas con inyecciones cuatrimestrales del antibiótico oxitetraciclina (OTC). “Los locales no usan OTC porque es demasiado caro”, cuenta Japal. “Solo los grandes hoteles pueden costearlo”.
Proactivos
John Murphy, encargado de mantenimiento en el resort de lujo Carlisle Bay, dijo que los dueños decidieron ser “proactivos en vez de reactivos” para proteger las 100 palmeras que tiene la propiedad.
El costo de tratar cada planta cada tres a cuatro meses es de US$450, informó. “No es barato y además tiene un efecto secundario, que es que no se recomienda consumir la leche o la gelatina de coco por un año después del tratamiento”, relató.
“En lo personal no creo que el antibiótico sea 100% efectivo a menos que se trate la palmera varias veces al año por el resto de su vida, que suele extenderse por 60 o 70 años”, afirmó Murphy.
Según el encargado, la burocracia ha enlentecido los esfuerzos por frenar la enfermedad, ya que el OTC debe ser importado con una licencia especial y esta solo es concedida una vez que se confirma oficialmente la presencia del amarillamiento letal.
Los US$150 que cuesta testear cada planta son una cifra prohibitiva para muchos en un país en donde el salario mínimo es de solo US$3 la hora. “Nos tomó un mes conseguir la licencia, cuando nos habían prometido que tardaría una semana”, denunció Murphy.
Impotencia
La enfermedad es tan feroz que una palmera que no es tratada suele morir en un plazo de tres a seis meses. El activista ecológico Martin Dudley cree que se debería incentivar a los granjeros a que crezcan palmeras para reemplazar los de los hoteles y lugares de vacaciones.
“Mostrar palmeras paradas donde otras han muerto es una señal de fortaleza genética”, señala. Kishma Primus-Ormond, una de las encargadas gubernamentales de proteger las plantas, afirma que las autoridades están inspeccionado la mayor cantidad posible de casos sospechosos, mientras trabajan talando los árboles enfermos.
“No tenemos fondos. No hay mucho más que podamos hacer”, reconoce resignada. Mientras se abre la nueva temporada de turismo, muchos en Antigua esperan que esto alcance.