El aroma inconfundible de un auto nuevo, o el de la casa de los padres, del café recién hecho, incluso el de un pañal... Olores que gracias a nuestro sentido del olfato reconocemos al instante.
Pero por extraño que parezca, los receptores del olfato que nos hacen reaccionar a las fragancias no se limitan exclusivamente a la nariz. Investigaciones de la última década comprobaron que órganos como el corazón, el hígado o los intestinos están también dotados de estos receptores.
Y, ahora, un equipo de investigadores de la Universidad Ruhr de Bochum, en Alemania, descubrió que también están en la piel.
“Encontramos 15 receptores que hay en la nariz (donde hay 350) en las células de la piel”, le explicó a BBC Mundo Hanns Hatt, autor principal de la investigación.
Cuando los investigadores expusieron uno de esos receptores a la fragancia de sándalo notaron, además, una reacción sorprendente.
“Al estimular con fragancia de sándalo el receptor en las células de la piel, éstas modificaron su índice de proliferación. Es decir, comenzaron a dividirse mucho más rápido que antes y a moverse a mayor velocidad”, dice el investigador.
“Esto quiere decir que si tienes una herida en la piel y estimulas el receptor del olfato con aroma de sándalo, la herida se cerrará mucho más rápido”, añade.
Para provocar esta reacción molecular, la piel debe entrar en contacto con la fragancia, que puede aplicarse como un aceite o crema.
Un nombre que da lugar a confusión
¿Podemos decir entonces que nuestra piel tiene la capacidad de oler? En estricto rigor no, le dice Hatt a BBC Mundo.
“Es una analogía. La piel, por supuesto, no le puede comunicarle al cerebro que percibe una molécula específica de un aroma, pero puede detectar una fragancia si está en contacto con ella y reaccionar a esta sustancia química”, dice.
“Quizá deberíamos llamarlos de otra manera, algo así como quimioreceptores”, agrega, para eliminar esta confusión.
Se los llama así, explica Yehuda Ben-Shahar, experto de la Universidad de Washington en Saint Louis, Estados Unidos, “porque se encontraron por primera vez en la nariz“.
Si bien la fragancia de sándalo resultó el catalizador perfecto para uno de los receptores, sigue siendo un misterio para los científicos cuáles son los demás aromas capaces de hacer reaccionar a los otros 14 receptores del olfato de la piel.
Para hacernos una idea más clara del asunto, Hatt lo explica así: “imagina que las moléculas del olor son las llaves y los receptores el candado”.
Cuando la molécula adecuada encuentra al receptor adecuado se desencadena una serie de reacciones bioquímicas. Pero, “son muchas las llaves que pueden abrir cada candado”.
El trabajo de los investigadores consiste ahora en detectar cuáles son estas otras llaves que permitirán abrir el resto de los candados.
Diagnóstico para el cáncer
Como mencionamos en un principio, hay muchos otros lugares del cuerpo en los que están presentes estos receptores del olfato.
“Hemos investigado 20 tejidos diferentes -células del corazón, hígado, riñones, intestino, cerebro, entre otros- y no encontramos ningún tejido que no tuviese algún receptor del olfato de los que tenemos en la nariz”, aseguró Hatt. Algunos tienen más y otros menos. Y en cada tejido cumplen una función diferente.
En las células del esperma, estos receptores ayudan a guiar a los espermatozoides, indicándoles la dirección y la velocidad. En el corazón, algunos intervienen en la frecuencia del latido. Y, en el intestino, los olores de lo que ingerimos pueden estimular los receptores que liberan serotonina para agilizar la digestión.
Un dato interesante, señala Hatt, es que por ejemplo, en una célula de una próstata sana, se encuentran pocos receptores. En cambio, “una célula cancerosa de próstata, no sabemos por qué, pero está repleta de receptores”.
Esto podría entonces utilizarse como método de diagnóstico para el cáncer, dice el investigador, y abriría la puerta en un futuro para la búsqueda de nuevas terapias contra esta enfermedad.
“Si logramos activar los receptores del olfato en las células cancerosas de la próstata, podríamos frenar la proliferación de células cancerosas, porque estos receptores reaccionan del modo contrario a como lo hacen en la piel”, concluye Hatt.