Seguir a @tecnoycienciaEC !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
MADRID. ¿Un Premio Nobel de Medicina puede tener utilidad evidente e inmediata? El de 2015 sí, ha servido para combatir la ceguera en el mundo subdesarrollado, prevenir 40.000 casos al año en estos países y tratar a 120 millones de personas en África en 2014.
La oncocercosis (ceguera de los ríos) y la elefantiasis (filariasis linfática), enfermedades de países subdesarrollados, se combaten desde hace 28 años gracias al “Programa de Donación de Mectizan”, cuyo objetivo es lograr su erradicación.
Mectizan es un fármaco cuyo principio activo es la ivermectina, que parte de la molécula avermectina, que ha hecho este año ganador del Nobel de Medicina a su descubridor, el investigador irlandés William Campbell, junto al japonés Satoshi Omura.
El “Programa de Donación de Mectizan” ha permitido dar este medicamento desde 1987 para todo el que lo necesite y sin fecha de caducidad.
Estas explicaciones han sido ofrecidas por los responsables del proyecto a EFE durante una visita a la planta de producción que la farmacéutica MSD, impulsora de este programa de donación, tiene en Haarlem (Amsterdam), única en el mundo en fabricar este medicamento.
Según Carolien van Bloemendal, responsable de esta planta, “es el programa sin fin de más larga duración que existe”. Y es que, se producen en esta fábrica 850 millones de pastillas anualmente.
Veintiocho años donando el medicamento en África, Latinoamérica y Yemen. Un proyecto posible gracias a una colaboración público-privada con la Organización Mundial de la Salud, ministerios de Salud, el Banco Mundial y el Centro Carter, entre otros.
La oncocercosis, conocida como “ceguera de los ríos” es una enfermedad parasitaria que puede causar picazón intensa y lesiones en la piel, ganglios linfáticos y ojos, y, finalmente, ceguera.
De su propagación tienen la culpa las moscas negras que viven en ríos y afluentes de corrientes rápidas y que traspasan los parásitos de unas personas a otras con sus picaduras. La ceguera es un problema generalizado en comunidades que viven cerca de ríos.
Es el caso de un poblado en Sudán, en el que, cuando el doctor Adrian Hopkins, director del proyecto, llegó en 1994, “de 5.000 habitantes, 800 estaban ciegos” debido a la enfermedad. Gracias a este proyecto, aproximadamente 40.000 casos de ceguera son prevenidos cada año.
La OMS ha certificado oficialmente la erradicación de la enfermedad en Colombia, Ecuador y México; y Guatemala está a la espera de confirmación.
Según el director del programa, en América Latina el foco está puesto ahora en “la frontera entre Brasil y Venezuela”, donde se está trabajando para acabar con la enfermedad.
En África, 120 millones de personas fueron tratadas en 2014. Un gran volumen para un ambicioso plan: que la enfermedad desaparezca también en este continente.
Algo que ya se ha conseguido en nueve regiones de cinco países africanos, y que se espera alcanzar por completo en 2025.
La elefantiasis es otra enfermedad para la que también el medicamento es efectivo, por lo que la farmacéutica decidió donarlo para esta causa.
Común en África, la enfermedad se caracteriza por la hinchazón y desfiguración de extremidades y genitales, y es transmitida “por los mismos mosquitos que transmiten la malaria”, señala el experto.
Una “enfermedad incapacitante” que no sólo supone “limitación de movimientos, sino estar una media de diez días por mes en cama debido a las fiebres que produce”, añade.
El primer país en decir adiós a la enfermedad ha sido Togo. Para cumplir el objetivo de su desaparición en 2020, el doctor Hopkins señala que “es necesario actuar rápido”.
Que la pastilla se ingiera sólo una vez al año, sea tan pequeña, no ofrezca resistencia y no tenga efectos secundarios, además de que no se necesiten doctores para su distribución, favorece esta llegada de la medicina en los entornos más desfavorecidos.
Ahora sólo queda seguir trabajando para cumplir el objetivo de que entre 2020 y 2025 estos países de las zonas más olvidadas puedan decir adiós para siempre a estas enfermedades parasitarias. Todo un respiro cuando la vida en sí ya es una lucha continua.
Fuente: Rocío Galán/EFE