Agencia Materia
Durante los últimos tres años, el médico italiano Michele Petruzzelli se dedicó a ir recogiendo despojos de ratones diseccionados en uno de los mejores centros de investigación del cáncer del mundo, el CNIO, en Madrid. Recopiló centenares de restos de roedores a los que se les había provocado un cáncer. “Mis colegas estudiaban el tumor y tiraban el resto del cuerpo. Pero yo quería precisamente estudiar el resto, la carcasa”, explica Petruzzelli.
Su hipótesis de partida era innovadora. Tradicionalmente, la lucha contra el cáncer se basa en atacarlo directamente, sin más. Como si en una guerra sólo se disparara al enemigo, sin construir trincheras para defenderse o barreras para impedir su avance. “Todos los medicamentos contra el cáncer se centran en el tumor. Los únicos fármacos que no van contra el tumor son contra el dolor, simplemente paliativos”, expone.
Encerrado con sus despojos, Petruzzelli buscaba pistas que abrieran nuevos frentes de batalla en el entorno del enemigo, y por fin las ha encontrado. En todos los ratones que ha analizado, se observa un proceso desconocido hasta ahora. La llamada grasa mala, de color blanco, cuya función es almacenar energía en lugares como los michelines, se convierte en grasa buena, de color pardo, que se quema para generar calor. Y este proceso degenera en la caquexia, un síndrome que deja al enfermo extremadamente delgado y débil. Más de un tercio de los pacientes de cáncer muere por este proceso quemagrasa.
¿Grasa buena?
“Normalmente, un tumor no crece tanto como para causar la insuficiencia de un órgano, ya sea el hígado, el pulmón u otro. Lo que mata al paciente es la caquexia. El organismo empieza a gastar energía. El paciente pierde peso, musculatura, se debilita. No hay nada parecido al sufrimiento que provoca una caquexia, por eso el cáncer es tan terrible”, detalla el médico. Según sus cifras, una persona afectada por un cáncer pierde alrededor de un 10% de su peso, pero en los ratones este porcentaje supera el 25%.
“Lo de grasa buena y mala depende de a qué enfermedad te estés enfrentando. La grasa blanca es mala para enfermedades del corazón o para la diabetes, pero en el caso del cáncer la grasa buena es la blanca”, afirma Petruzzelli, que a finales de mes abandonará el CNIO para seguir investigando en la Universidad de Cambridge (Reino Unido).
La transformación de grasa blanca en parda es un proceso actualmente muy estudiado para combatir la obesidad, pero el médico italiano cree que su trabajo debería impulsar la investigación del proceso inverso, para desarrollar fármacos que inhiban la transformación o incluso la reviertan, convirtiendo la grasa parda en blanca.
En busca de fármacos
“Es una posible vía terapéutica para el futuro”, opina. El hipotético fármaco serviría para alargar y mejorar la vida de los enfermos de cáncer. “Muchas veces, cuando empieza la caquexia, los médicos dan por terminado el tratamiento farmacológico. Envían al paciente a casa a morir, porque apenas le quedan unas semanas de vida”, lamenta.
Petruzzelli, miembro del grupo de Erwin Wagner, director del Programa Fundación BBVA-CNIO de Biología Celular del Cáncer, también ha observado el proceso en ratones vivos. Su equipo ha cambiado genes de roedores para provocarles tumores de piel, páncreas y pulmón. Han inyectado sustancias cancerígenas, como la dietilnitrosamina, a ratones para inducirles cáncer de hígado. Y también han trasplantado tumores a ratones sanos, tanto procedentes de otros roedores como de pacientes humanos. En todos los casos ocurre el mismo proceso quemagrasa de transformación de la grasa blanca en parda, según explican en su estudio, publicado hoy en la revista especializada “Cell Metabolism”.
Tras constatar la existencia del proceso en ratones, Petruzzelli y sus colegas acudieron a la Red Nacional de Biobancos, que gestiona miles de muestras biológicas humanas para investigación, procedentes de hospitales. El problema es que se toparon con muchísimas muestras de órganos con tumores, pero pocas de otros tejidos no afectados por el cáncer.
“En toda España sólo encontramos ocho muestras de grasa de pacientes con cáncer y caquexia. En siete de ellas detectamos la transformación de grasa blanca en parda”, señala el investigador. En cambio, en ninguna de las muestras de grasa de pacientes con cáncer y sin caquexia, una veintena, apareció el proceso.