ALEMANIA (DPA). El alemán Stefan Hell puede mostrar una larga lista de premios y distinciones. Pero en el pasado tuvo que luchar durante muchos años contra fuertes resistencias. En el comienzo de su carrera científica era considerado un exótico y un marginado. Hoy fue galardonado con el Premio Nobel de Química 2014.“Tenía algunas ideas, pero nadie creía que algo así fuera posible”, comenta Astrid Gräslund, secretaria del Comité Nobel en Escolomo.Hell, de 51 años, realiza sus trabajos de investigación en óptica en el Instituto Max Planck de Química Biofísica de Gotinga, Alemania, y tiene una estrecha colaboración con biólogos y químicos. Sin embargo, al inicio de su trabajo como científico su área de investigación no estaba de moda y sus ideas y teorías no eran escuchadas por la comunidad científica. Revista renombradas, como “Nature” y “Science”, prácticamente no le prestaban atención.“La óptica a la que me dedicaba era en el fondo física del siglo XIX”, y se pensaba que ya se había estudiado todo sobre ese tema, dijo Hell en el 2009.“Es alguien que atraviesa las fronteras y que también derriba fronteras”, dijo Otmar Wiestler, presidente del Centro de Investigaciones Oncológicas de Alemania, sobre Hell.Hell desarrolló un microscopio óptico que hace visibles estructuras con una resolución con la que se pueden ver detalles en las células vivas. “La mirada directa en el organismo abre una nueva puerta a la neurología y puede brindar conocimientos sobre enfermedades como el Alzheimer, el autismo o el Parkinson”, indicó el experto.Sólo cuando en 1994 recibió sorpresivamente una oferta para un cargo de profesor en el Kings College de Londres y luego recibió nueve llamados consecutivos, la Sociedad Max Planck intentó por todos los medios mantenerlo en Alemania.
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