El 2020 era un año clave para el medio ambiente pues se vencía el plazo para cumplir con las 20 Metas Aichi para la Biodiversidad y debían establecerse nuevos objetivos. Sin embargo, la pandemia del COVID-19 pospuso esa discusión.
Las Metas Aichi surgieron en Japón hace 11 años y fueron aceptadas por los 193 países que, para ese entonces, formaban parte del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB). Su diseño tuvo como base un análisis de los beneficios que la naturaleza brinda al bienestar humano, además de los elementos de conexión entre la biodiversidad y el desarrollo sostenible.
La meta 11 fue una de las que más trascendió en la opinión pública. En ella se plantea que “para 2020, al menos el 17 % de las zonas terrestres y de las aguas interiores y el 10 % de las zonas marinas y costeras, especialmente las que revisten particular importancia para la diversidad biológica y los servicios de los ecosistemas, se habrán conservado por medio de sistemas de áreas protegidas administrados de manera eficaz y equitativa, ecológicamente representativos y bien conectados…”.
Sin embargo, la conclusión del quinto informe Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica (GBO-5), publicado por el CDB el año pasado, es que ninguna meta de biodiversidad se alcanzó entre 2011 y 2020. En el caso de la meta 11, la superficie de áreas protegidas pasó de un 10 % a un 15 % en las zonas terrestres y de un 3 % a por lo menos un 7 % en las zonas marinas. La conclusión: no se logró el objetivo.
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Esta tarea pendiente, sumada a los graves anuncios sobre riesgo de extinción de especies e impactos del cambio climático que hicieron IPBES en 2019 e IPCC a inicios de agosto, ha llevado a que surjan propuestas más ambiciosas pues es evidente que lo alcanzado hasta ahora no es suficiente.
La Coalición de Alta Ambición por la Naturaleza y las Personas (HAC por sus siglas en inglés) es una de las asociaciones que está motivando a nuevos compromisos mundiales. Este grupo intergubernamental de más de 60 países, presidido por Costa Rica y Francia, defiende un acuerdo mundial para proteger al menos el 30 % de la tierra y los océanos del mundo para 2030.
Es por eso que este 24 de agosto, cuando el mundo conmemora el Día Internacional de los Parques Nacionales y se ha demostrado la necesidad de proteger más áreas terrestres y marinas, Mongabay Latam presenta cómo avanza la creación de parques nacionales en tres países de Latinoamérica.
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Colombia: nuevos parques nacionales en espera
Colombia superó parcialmente la meta 11 de Aichi al tener más del 10 % de sus zonas marinas bajo algún grado de protección (13,4 %) y, aunque estuvo cerca de la meta en áreas terrestres (16,61 %), no superó el 17 % propuesto.
Sin embargo, actualmente el país avanza en la consolidación de cinco procesos de declaratoria de áreas protegidas —Serranía de San Lucas, Serranía de Manacacías, Selvas Transicionales de Cumaribo, Sabanas y Humedales de Arauca, y Ecosistemas Secos del Patía—. Además, se planea la ampliación de otras tres áreas: parque Sierra Nevada de Santa Marta, área natural única Los Estoraques y santuario de fauna Acandí, Playón y Playona.
De acuerdo con Carlos Mauricio Herrera, especialista en Áreas Protegidas y Estrategias de WWF Colombia —una de las organizaciones que viene acompañando a Parques Nacionales Naturales de Colombia en esos procesos de declaratoria— la más avanzada es Serranía de Manacacías.
“El ejercicio técnico está completo y el Estado está en proceso de adquirir unos predios. La ruta trabajada nos muestra que Manacacías puede declararse como parque nacional”, dice Herrera.
Este futuro parque nacional, en el que se viene trabajando desde hace varios años, se ubica en la cuenca del río Manacacías, en una zona de transición entre las grandes selvas de la Amazonía y las extensas sabanas de la Orinoquía. Es una zona de interés biológico no solo por su posición biogeográfica sino por su buen estado de conservación, a pesar de encontrarse en una región con altas presiones, especialmente por extracción de petróleo, agricultura intensiva a gran escala, incremento de la población humana, expansión de la infraestructura vial, monocultivos y cultivos de uso ilícito.
Herrera asegura que, actualmente, no hay otros ecosistemas similares dentro del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP) y aunque no se tiene una fecha para la declaratoria del parque nacional Serranía de Manacacías, lo más probable es que ocurra antes de que termine el mandato del presidente Iván Duque (agosto de 2022). De hecho, cuando Duque firmó la nueva Ley de Delitos Ambientales, el pasado 4 de agosto, aseguró que próximamente se declararían nuevas áreas protegidas en Colombia.
Además de Serranía de Manacacías, Carlos Mauricio Herrera comenta que van muy avanzados los procesos de ampliación del parque Sierra Nevada de Santa Marta y del santuario de fauna Acandí, Playón y Playona.
“La Sierra Nevada es uno de los ecosistemas con mayores singularidades del mundo, es la montaña litoral más alta del mundo, tiene todos los pisos térmicos, desde el nivel del mar hasta casi 6000 metros […] Su ampliación será hacia el sur, hacia el departamento de Cesar”, comenta.
En cuanto a Acandí, Playón y Playona, es importante ampliarlo para garantizar la conservación de la tortuga cana o laúd. “La intención no es solo ampliar la posibilidad de conservar sus sitios de anidación sino incluir diferentes zonas importantes para su ciclo de vida y contar con una mayor diversidad de ecosistemas marinos para que otras especies tengan un espacio de conservación, en esta zona fronteriza con Panamá”, dice Herrera.
Costa Rica: ampliar las áreas marinas protegidas
Costa Rica superó la meta 11 Aichi en la parte terrestre —tiene más del 25 % de su territorio bajo alguna categoría de protección— pero solo alcanzó el 2,7 % de sus mares protegidos.
El gran potencial para conservar zonas marinas está en el Pacífico, donde el país se extiende ampliamente gracias a la Isla del Coco, llegando a limitar con Colombia y Ecuador. Es más, de acuerdo con Haydée Rodríguez, viceministra de Agua y Mares del Ministerio de Ambiente y Energía, cerca del 92 % de Costa Rica es mar pero tienen una deuda histórica en la declaratoria de áreas protegidas marinas.
Actualmente, Isla del Coco es un parque nacional constituido por una isla de 24 km2 y 1989 km2 de espacio marino que, junto al Área Marina de Manejo Montes Submarinos, que tiene un área de 9649 km2, forma parte del Área de Conservación Marina Cocos.
En 2017, el país empezó a desarrollar una serie de estudios científicos y técnicos para analizar la viabilidad de fortalecer la conservación del área marina Cocos y ampliarla. En julio de este año, en las ciudades de San José y Puntarenas, se realizaron varias mesas sectoriales de consulta pública con miembros de la academia, sector turístico y pesquero, organizaciones no gubernamentales e instituciones estatales. La ampliación aún se encuentra en discusión pero Rodríguez asegura que va por muy buen camino.
“Este es un esfuerzo que vincula la conservación de nuestros mares con el fortalecimiento económico. Al ampliar el área marina protegida en nuestro Océano Pacífico, nos permite fortalecer nuestra resiliencia ante el cambio climático, asegurar que existan especies de alto valor comercial y alimentario para hoy y las futuras generaciones, y potenciar el ecoturismo en la zona. Hemos hecho un amplio proceso de consulta, siguiendo la legislación nacional y sus plazos, para que el aporte de todos los sectores involucrados se vea en la propuesta”, comenta Rodríguez.
El valor natural, social y económico del Área de Conservación Marina Cocos ya ha sido confirmado. El estudio ‘Valoración Económica de Servicios Ecosistémicos en el Área de Conservación Marina Cocos y aguas adyacentes’, realizado por la Universidad Nacional de Costa Rica, estimó que la zona genera unos 50 millones de dólares anuales en beneficios económicos. Esto se divide en 19 millones por concepto de turismo en el Parque Nacional Isla del Coco, 21 millones al año por pesca deportiva en el Área Marina de Manejo Montes Submarinos y 10 millones por pesca con palangre en este mismo sitio.
La viceministra Rodríguez asegura que la propuesta de ampliación es ambiciosa y busca cubrir el 30 % de la zona económica exclusiva marítima del país y esto “va de la mano con el compromiso internacional que Costa Rica tiene liderando la Coalición de Alta Ambición por la Naturaleza y las Personas, en donde se busca al menos una protección del 30 % a nivel mundial en tierra y océanos”. Además, añade que es muy probable que la ampliación se oficialice antes de que finalice el 2021, pues este año es la celebración del bicentenario de independencia del país y “queremos una Costa Rica azul”.
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Chile: una nueva esperanza para Tic-Toc
Chile es uno de los pocos países que superó los objetivos de proteger al menos el 17 % de su área terrestre y el 10 % de sus zonas marinas. El 21,3 % de sus zonas terrestres están protegidas y en el mar la cifra asciende a 41,5 %. Sin embargo, algunos expertos consideran que no basta solo con la cantidad de territorio protegido sino que se debe garantizar la efectividad de esa protección.
“Chile dice: ‘tenemos más del 40 % de nuestra zona económica exclusiva [marina] protegida’, y eso está muy bien, pero, ¿es representativa esa protección? En la Patagonia nos dimos cuenta que hay ecosistemas que no están representados ni protegidos. Es más, hay parques terrestres que tienen porciones marinas que durante mucho tiempo no fueron consideradas en planes de manejo y recién están en desarrollo”, asegura Rodrigo Hucke-Gaete, biólogo marino, profesor de la Universidad Austral de Chile y director del Centro Ballena Azul.
Uno de los casos más llamativos es el del parque marino Tic-Toc, un proceso que lleva más de siete años estancado. Para inicios de 2014 se hizo su declaratoria e, incluso, hay comunicados de varias organizaciones en los cuales se celebra la decisión. Pero nada se materializó. “En el primer periodo del presidente Sebastián Piñera hubo esperanza de que Tic-Toc se declarara parque marino. De hecho fue declarado pero la Contraloría impidió que se siguiera adelante por razones que aún desconozco”, dice Hucke-Gaete.
Según el investigador, Tic-Toc es uno de los ecosistemas más prístinos del sur del mundo, cuya salud es clave para la vida de las ballenas azules, los animales más grandes del planeta y que aún hoy se encuentran En Peligro de extinción, según la Lista Roja de la UICN. En esta zona del mar chileno también se han registrado orcas, lobos marinos, varias poblaciones de delfines y, además de ser refugio para las ballenas azules, también es zona de alimentación de ballenas jorobadas.
Recientemente Hucke-Gaete del Centro Ballena Azul, junto con la fundación Melimoyu, que está trabajando en Tic-Toc desde el año 2000, elaboraron un nuevo informe para que se proteja esta bahía. “Hoy por hoy, la nueva propuesta incluye una porción del golfo de Corcovado. Estamos con la esperanza de que nuevamente se dé la declaratoria y que realmente podamos implementar planes de manejo y monitoreo, que no sea un área de papel”, comenta el científico.
El proceso ya no está en manos de los científicos ni de los conservacionistas y en este momento pasa por una etapa de socialización con el sector pesquero. Es la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura de Chile la que tendrá que definir el tema regulatorio de la futura área protegida y las restricciones que tendrá. Rodrigo Hucke-Gaete espera que este nuevo parque marino por fin sea una realidad, “no puede ser que Tic-Toc lleve detenido siete años cuando estamos en una carrera contra el tiempo”, dice refiriéndose a la crisis del cambio climático y de la pérdida de biodiversidad.
El artículo original fue publicado por Antonio José Paz Cardona en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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