Lo llaman ucumari, jucumari, achupallero o huagrero, pero es más conocido como el oso de anteojos por esa mancha blanca a manera de gafas que tienen en el rostro. El Tremarctos ornatus, cuyo nombre común es oso andino, es la única especie de úrsido que habita en Sudamérica.
A esta carismática especie se le puede encontrar en Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, e incluso, podría estar presente en el norte de Argentina, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) que ubica al oso de anteojos como una especie Vulnerable.
“Es un mamífero escaso con poblaciones de baja densidad, pero muy importante desde el punto de vista biológico y cultural en Sudamérica”, dice Robert Wallace, investigador de Wildlife Conservations Society (WCS) de Bolivia y uno de los expertos en esta especie en Latinoamérica.
Wallace señala que los primeros estudios de telemetría para seguir a los osos se hicieron en Bolivia y que investigaciones con cámaras trampa para conocer la situación y la abundancia de la especie se han realizado en los países sudamericanos donde habita.
Según la UICN, su población varía en un rango entre 2500 y 10 000 individuos, cantidad que se está reduciendo por la deforestación de los bosques y la consecuente desaparición de su hábitat. Este problema de espacio origina que los osos se desplacen hasta zonas habitadas donde se presentan conflictos con las personas, que los ven como una amenaza. Pero también están expuestos al tráfico de especies y a la caza ilegal para usar sus partes en la llamada medicina tradicional.
No obstante, en cada uno de los países donde aún habita el Tremarctos ornatus se están haciendo esfuerzos para su conservación y para reducir las amenazas. En el Día Mundial para la Protección de los Osos, Mongabay Latam ofrece un panorama del trabajo de conservación que se está haciendo en Colombia y Perú.
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Perú: un corredor para el Tremarctos ornatus
Una propuesta para conformar un corredor de conservación en el norte del Perú es un nuevo proyecto impulsado por la organización Spectacled Bear Conservation (SBC), dedicada a la protección del oso andino.
Consiste en un corredor de aproximadamente 60 mil hectáreas que conecta la zona media del río La Leche, el Cerro Venado, El Parque Arqueológico y Ecológico de Batán Grande, la Reserva de Vida Silvestre de Laquipampa y la nueva propuesta de área de conservación de la comunidad campesina de Salas.
“Nuestra propuesta tiene como base los datos recolectados durante nuestros estudios realizados en los últimos 10 años”, comenta el biólogo Renzo Piana, director de Ciencia y Conservación de SBC Perú.
Piana explica que el monitoreo con cámaras trampa realizados en los lugares mencionados ha permitido conocer la distribución de esta especie en el norte del Perú y se han identificado alrededor de 60 individuos. Actualmente, los investigadores de SBC mantienen por lo menos 45 cámaras trampa para estudiar al Tremarctos ornatus.
La pérdida de su hábitat, la expansión agrícola y el crecimiento de las ciudades son las amenazas que deben enfrentar los osos de anteojos en los bosques secos del norte de Perú.
“Los osos de anteojos son las especies de osos menos conocidas en el mundo”, dice en el Plan Estratégico para 5 años 2019-2023, elaborado por SBC. En el mismo documento se señala que la falta de conocimiento científico y el ritmo actual de desarrollo local está ocasionando la pérdida devastadora de esta especie y de ecosistemas.
Piana agrega que los osos andinos tienen un rango de distribución muy grande pues se les puede encontrar desde los 200 metros de altura hasta páramos ubicados a 4000 metros de altitud. “Este modelo de corredor de conservación con varios actores involucrados puede convertirse en una propuesta que se replique en otras zonas prioritarias para la conservación del oso de anteojos”, señala el investigador.
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Colombia: un café para los osos de anteojos
En los alrededores del Parque Nacional Natural Tatamá, el café tiene un nuevo significado. Ahora el aromático producto forma parte de un proyecto para la conservación del oso de anteojos.
Se trata de la iniciativa Conservamos la Vida, un programa público-privado destinado a proteger el hábitat de los osos y reducir el conflicto de esta especie con los humanos. Mediante este programa, los propietarios de campos agrícolas, en zonas donde habitan los osos, se comprometen a destinar una parte de su finca para la conservación y a cambio reciben beneficios para mejorar su productividad y su economía.
Así surgió Café Oso Andino –lanzado apenas hace dos semanas– como resultado de uno de los 57 acuerdos de conservación firmados hasta ahora entre propietarios de los fundos y Conservamos la Vida.
“El objetivo es que la gente se dé cuente que hacer conservación, además de cuidar el hábitat y a los osos, también es un camino para mejorar su economía y su calidad de vida”, explica Mauricio Vela, experto en oso andino de Wildlife Conservations Society de Colombia (WCS), una de las instituciones que integra Conservamos la Vida junto a Parques Nacionales Naturales y la Fundación Grupo Argos.
Este programa ha identificado cinco zonas o núcleos que son prioritarios para la conservación del oso de anteojos. El primero de ellos, donde ahora ha surgido el Café Oso Andino, es el Núcleo de Conservación Tatamá-Farallones-Munchique, que reúne a tres parques nacionales localizados en la cordillera occidental, entre los departamentos del Valle del Cauca, Risaralda y Chocó.
El segundo núcleo está formado por los parques nacionales Nevados, Hermosas y Doña Juana-Cascabel y el tercero, ubicado en el centro oriente del país, corresponde a los sectores de Chingaza, Sumapaz y Picachos. “En estos tres grandes núcleos hemos recuperado, hasta ahora, 2157 hectáreas únicas para la conservación del oso andino”, precisa Vela, en referencia a los espacios recuperados para que los osos puedan desplazarse, reproducirse y encontrar alimento, sin tener contacto con las personas.
Un cuarto núcleo está formado por los parques nacionales Orquídeas y Paramillo; y el último corresponde al núcleo Tama-Cocuy-Pisba, en el límite con Venezuela.
“Mediante esta iniciativa brindamos asesoría técnica, materiales para mejorar su producción, como en el caso del café, y desarrollamos procesos de restauración activa de bosques”, agrega Vela.
En Colombia, el oso de anteojos ha sido visto como una amenaza. La deforestación y pérdida de su hábitat obliga a estos animales a desplazarse y, muchas veces, ingresan a las fincas donde son víctimas de la caza ilegal, pues los campesinos temen que terminen con sus animales. “Queremos que los campesinos dejen de ver al oso andino como amenaza y, más bien, generar corredores de conectividad”, dice el experto de WCS.
Una versión ampliada del reportaje de Yvette Sierra Praeli fue publicada en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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