No dejes que las apariencias te engañen. El animal retratado arriba —un bovino enano conocido como tamarao (Bubalus mindorensis), proveniente de la isla de Mindoro, en las Filipinas— puede lucir lindo; incluso como un animal al que te gustaría tocar, acariciar o alimentar con la mano en el zoológico. Pero no te metas con esta «vaquita».
“Las comunidades locales y los guías […] no quieren acercarse para nada”, dice Barney Long, experimentado director de conservación de especies del Global Wildlife Conservation (GWC), el cual trabaja con el grupo local D’Aboville Foundation en la conservación del tamarao. “Todos dicen que es peligroso y que te atacará si te acercas mucho. Si piensas en un búfalo de agua asiático —el cual ha pasado por 3000 años de genética y crianza para asegurar que fuera lo más dócil posible—, es lo opuesto a eso. Cuando visita las áreas del tamarao, dice Long, la gente local evita los bosques y las áreas de hierba alta; en vez de eso se quedan en la hierba baja “porque puedes ver lo suficientemente lejos delante de ti”.
“Los tamaraos no están para atacar a nadie, pero con certeza se defenderán si lo necesitan”, dice James Slade, el oficial de prevención del crimen a la fauna, quien ha ido a numerosos patrullajes con los guardabosques locales.
Los conservacionistas, los pueblos locales y los grupos indígenas han acordado recientemente un plan tan intrépido como el propio tamarao: reconstituir la población nuclear de la especie amenazada al tiempo que se preparan para reintroducirla en partes de la isla.
La esperanza está puesta en que algún día el tamarao rondará otra vez las montañas de Mindoro de costa a costa, manteniendo a todos fuera de la hierba alta.
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El regreso del ganado
June Pineda-David es la coordinadora del proyecto de Conservación del Tamarao (TCP), un programa especial que depende del Departamento de Medio Ambiente y Recursos Naturales del gobierno filipino. Como tal, está involucrado activamente en todo lo concerniente al tamarao: desde hacer llegar información a las escuelas locales hasta trabajar con las comunidades indígenas dentro del parque y asegurarse de que los guardabosques tengan el equipo necesario.
Dice Pineda-David que la primera vez que vio a un tamarao salvaje, en 1995, fue una experiencia “realmente transformadora”.
“El tamarao es nuestro tesoro, orgullo y patrimonio”, dice respecto al valor, más amplio, que tiene para su país natal.
El tamarao no es la especie bovina salvaje más pequeña que existe; ese honor pertenece a la anoa de montaña (Bubalus quarlesi) de Suwalesi, una isla indonesia. Aun así, Long describe al tamarao más o menos “de la mitad del tamaño” del búfalo de agua (Bubalus bubalis), al que se le conoce localmente como carabao. Pesa entre 180 y 300 kilogramos y mide unos 100 centímetros a la altura del hombro. Tiene unos atractivos cuernos en forma de V que se inclinan delante de su cabeza y, como muchas otras especies enanas, extremidades cortas y cuerpo rechoncho.
A pesar de ser considerada una especie enana, el tamarao es el animal terrestre más grande de las Filipinas.
En el 2000, la UICN estimó una población que iba de 30 a 200 animales. No solo se creía que el tamarao estaba al filo de la extinción, los conservacionistas tenían en realidad solo una idea vaga de cuántos quedaban. Hoy, la población global se encuentra en casi 500 animales en tres lugares confirmados, pero el grueso de ellos está en el Parque Nacional de los Montes Iglit-Baco.
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Lo que los conservacionistas han logrado hacer en los últimos 20 años es asegurar, e incluso aumentar, la población núcleo en el parque. Esta población, aunque de ningún modo está fuera de peligro, presenta hoy un seguro ante la extinción total —y una oportunidad para crecer más allá.
En la actualidad el parque está monitoreado activamente; los conservacionistas se encuentran trabajando de cerca con las poblaciones indígenas para proteger cooperativamente al tamarao, y los guardabosques patrullan de modo regular.
“[Los guardaparques] graban cualquier cosa que encuentran y reportan a las oficinas centrales, donde pueden planear operaciones junto a otras autoridades nacionales, conforme se necesite. Proveen una presencia consistente y que se necesita mucho dentro del área protegida”, dice Slade.
Al mismo tiempo, el tamarao se ha vuelto una celebridad en las Filipinas, aun cuando solo se encuentra en Mindoro. Se está considerando su reconocimiento formal como el animal nacional de las Filipinas (ese título lo sostiene, de manera no oficial, el carabao, incluso cuando no se trata de un animal nativo). Una camioneta popular fue nombrada en su honor por su gran reputación de ser independiente. Y el gobierno filipino se encuentra involucrado de modo no solo activo, sino también entusiasta.
Esto significa que el tamarao está ahora en la posición envidiable de tener la mejor oportunidad de supervivencia de las tres especies bovinas salvajes consideradas en peligro crítico, de acuerdo con James Burton, presidente del Grupo Especialista en Bovinos Asiáticos Salvajes de la Comisión de Supervivencia de Especies de la UICN.
Las otras dos especies son el kuprey (Bos sauveli), nativo del sudeste Asiático continental, que se considera posiblemente extinto, ya que no ha sido visto en más de 30 años; y el saola (Pseudoryx nghetinhensis), el mamífero terrestre más grande que se ha descubierto en la tierra en tiempos recientes, que se encuentra solamente en Vietnam y Laos y está dentro de los más amenazados.
El tamarao, sin embargo, todavía no está completamente fuera de peligro. Sigue siendo amenazado por la caza, tanto de los filipinos más ricos como de las poblaciones indígenas, y puede caer presa de las trampas que se colocan para los cerdos salvajes.
También lo amenazan la pérdida de hábitat, la llegada de plantas invasoras que podrían eliminarlo y, todavía más preocupante, la posibilidad de contraer enfermedades, especialmente porque el grueso de su población está concentrada en un solo lugar. La peste bovina, que puede ser transmitida desde el ganado doméstico, es de particular preocupación.
“Necesitamos asegurarnos de que haya bioseguridad entre esas granjas de ganado y los tamaraos salvajes, los cuales, en sus localizaciones actuales, no están necesariamente en riesgo, pero los ganaderos se acercan cada vez más”, dice Long.
Un plan para la construcción del éxito
El diciembre pasado, con los números del tamarao relativamente estables en el Parque Nacional de los Montes Iglit-Baco, las partes interesadas se reunieron a discutir el futuro del intrépido enano.
Long dice que hace 20 años salió de una reunión un plan detallado de cómo recuperar al tamarao de las fauces de lo que en ese entonces parecía una extinción inminente.
“Lo que necesitaba hacerse se hizo en el Parque Nacional Iglit-Baco, y pasaron de los 200 a los 400 o 500 animales”, dice. “[Pero] no se hizo nada en los otros sitios, y [los tamaraos] han desaparecido o su número ha disminuido rápidamente. Lo que nos dice esto es que sabemos qué hacer y hemos demostrado que puede ser un éxito”.
La clave está ahora en trasladar el éxito de Iglit-Baco a otros sitios potenciales para el tamarao en la actualidad.
La reunión de diciembre terminó con un plan ambicioso de 30 años para apoyar y restaurar poblaciones fuera de Iglit-Baco, lo que crearía una población que podría ser grande y de una cobertura extensa.
La primera meta es incrementar la población de Iglit-Baco a una cantidad estable de más de 500 animales. En ese punto, dice Long, los conservacionistas creen que podrían empezar a sacar animales de la población núcleo y moverlos a sitios de baja densidad como Auryan Malati, donde solo hay alrededor de doce animales, y al río Amnay, que podría albergar unos 65 o 100 animales, si bien esto no ha sido verificado.
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Luego empieza lo verdaderamente divertido: repoblar los sitios donde se cree que el tamarao está extinto.
“Hay potencial para sembrar pequeñas poblaciones”, dice Long, “e intentar obtener de forma efectiva cuatro o cinco subpoblaciones a lo largo de la isla en las primeras décadas venideras”.
Long sostiene que los conservacionistas ya tienen los ojos puestos en un par de sitios adicionales.
La versión completa de este reportaje de Jeremy Hance fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.
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