Silvia. Ese fue el nombre que los científicos peruanos del Centro de Conservación Integral de los Ecosistemas Marinos del Pacífico Este, Ecoceánica, le dieron a una tortuga verde (Chelonia mydas) que, tras años de seguimiento, logró realizar con éxito su primera travesía migratoria, desde las playas del norte del Perú hasta Galápagos en Ecuador, para reproducirse.
La primera vez que los científicos de Ecoceánica vieron a Silvia fue en julio de 2012. Medía 75.6 centímetros y era una tortuga subadulta nadando en las aguas del Ñuro, al norte del Perú. Al año siguiente, en agosto, la volvieron a ver en el mismo lugar. En 2014 la vieron dos veces, en agosto y en noviembre. Cuatro años pasaron luego sin tener noticias de Silvia, que por ese entonces solo era llamada como la “92”. El número representaba el orden en el que había sido registrada por los científicos de Ecoceánica.
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En total, los investigadores registraron 350 tortugas a lo largo de nueve años de estudios en las playas del Ñuro y Órganos. En marzo de 2018 la volvieron a ver y para entonces ya se había convertido en una adulta de 90 centímetros. Fue entonces que, por primera vez, los científicos pudieron confirmar que era una hembra. Un correo electrónico enviado un año después trajo la última novedad de Silvia: el 6 de febrero de 2019 fue encontrada anidando en la playa Las Bachas en la isla Santa Cruz de Galápagos.Lee más | Los misterios del tiburón ballena en el Perú
El viaje de SilviaLos científicos ecuatorianos reconocieron a Silvia por la marca que los investigadores peruanos habían puesto para poder identificarla y hacerle seguimiento. Al verla, se comunicaron inmediatamente con Perú para dar la buena nueva: una tortuga avistada en las playas de El Ñuro había logrado realizar con éxito su travesía migratoria para anidar en Las Bachas. Para hacerlo tuvo que sortear intensas amenazas a lo largo de los más de mil kilómetros de distancia que separan la costa peruana de las islas Galápagos, nadando por las peligrosas aguas internacionales o alta mar. Allí, las tortugas marinas nadan a su propia suerte. Nada las protege de enredarse en las redes de pesca, ni de ser capturadas incidentalmente por flotas pesqueras o de morir accidentadas al colisionar con embarcaciones.
Aunque el estado de conservación de las tortuga verde es estable, todavía se encuentra en situación de peligro según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). De hecho, seis de las siete especies de tortugas marinas se encuentran bajo alguna categoría de amenaza. Además de los peligros ya mencionados, Silvia está expuesta a la caza furtiva para el consumo de su carne y de sus huevos, sufre la destrucción de su hábitat y las consecuencias de la contaminación de los océanos. Estos animales suelen confundir el plástico flotante con medusas o calamares que forman parte de su dieta. “Al ingerirlos terminan ahogadas o con daños en sus sistemas digestivos”, explica el biólogo marino, Carlos Gaymer, director del Centro de Ecología y Manejo Sustentable de Islas Oceánicas (ESMOI).
“Lo interesante de Silvia es que desde el 2012, a pesar de las amenazas que tenemos en el mar, la tortuga ha sobrevivido. En seis años la hemos visto volverse adulta y hacer su migración exitosa y anidar en Galápagos”, señala la bióloga, Shaleyla Kelez, directora de Ecoceánica. En reconocimiento a ese coraje, la tortuga fue bautizada en honor a la bióloga marina, Sylvia Earle, quien a sus 83 años ha realizado cien expediciones y registra más de 7000 horas debajo del agua. En 1970 Earle encabezó el primer equipo de mujeres buzo, que durante dos semanas se sumergió hasta alcanzar los 18 metros de profundidad. Ella tiene el récord de inmersión en solitario: 1000 metros. En 1990 se convirtió en la primera mujer en asumir la dirección de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA).
La tortuga Silvia probablemente nació en Galápagos, en la misma playa en la que en febrero de este año fue encontrada anidando. Luego de nacer, quedó a la deriva flotando en el océano hasta que alcanzó el tamaño necesario para establecerse en su zona de alimentación, El Ñuro. Luego de eso pueden haber pasado entre 20 a 30 años hasta que alcanzó su madurez sexual y, cuando ello ocurrió, emprendió el viaje de regreso hasta Galápagos para anidar y dar vida a nuevas tortugas. Esta cronología en la vida de Silvia es posible saberla puesto que las tortugas son fieles a sus lugares de nacimiento, es decir, que vuelven a la misma playa donde nacen para reproducirse. Así mismo, también son fieles a sus zonas de alimentación, explica Kelez. Por otra parte, es posible suponer que este es el primer viaje migratorio que Silvia realiza para reproducirse puesto que, además de ser la primera vez que los científicos ecuatorianos la reconocen, “nosotros la hemos visto en Perú el año pasado en marzo, que es más o menos la época de anidación. Además, cuando van a anidar se quedan por allá bastantes meses”, explica Kelez. Lee más | Científicos observan 13 especies de cetáceos en la costa norte de Perú | FOTOS
Una reserva para SilviaEs probable que Silvia aún esté en Galápagos por lo que, por ahora, se encuentra protegida en esta importante reserva marina. Cuando emprenda el viaje de regreso al Perú, para alimentarse, volverá a estar expuesta y es posible que no logre llegar. Si lo hace, estará más a salvo en las playas del Ñuro que en alta mar, puesto que en este lugar de la costa peruana “los pescadores cada vez valoran más a la tortugas y las cuidan”, cuenta Kelez. Sin embargo, este espacio aún no ha sido protegido por lo que Silvia de todos modos podría estar en peligro.
El Ñuro forma parte del espacio geográfico propuesto para convertirse en la Reserva Nacional Mar Tropical de Grau, que sería la primera área protegida marina del Perú con 116 mil hectáreas. Sin embargo, aunque han pasado seis años desde que el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sernanp) comenzó las gestiones para la creación de esta reserva, aún no hay una respuesta final.
Con cinco lotes petroleros ubicados dentro del área propuesta para su protección, cuatro de ellos en explotación, el sector hidrocarburífero del Perú mantiene objeciones frente a la reserva marina, pues teme que la protección de esta área afecte la inversión. Así lo sostuvo la Sociedad Peruana de Hidrocarburos en entrevista con Mongabay Latam.
De todos modos, el gremio de pescadores del Ñuro se ha organizado para proteger a las tortugas. Shaleyla Kelez cuenta que ha habido una conversión laboral y al menos 30 pescadores del Ñuro han dejado la pesca para dedicarse al turismo donde las tortugas marinas son uno de los principales atractivos. “Se han dado cuenta del beneficio económico que las tortugas les proporcionan. Gracias al turismo ahora tienen un camión de agua, han comprado una ambulancia y otras cosas para la comunidad”, dice Kelez. Además, la bióloga asegura que otras localidades costeras han comenzado a imitar la iniciativa de los habitantes del Ñuro al ver los beneficios que el turismo, asociado a la conservación de tortugas, ha traído a esta comunidad.
“Este es el único lugar en el Perú donde hay tortugas verdes adultas. Es por eso que esta zona es tan importante de conservar”, explica Kelez. Según afirma la UICN, “se ha encontrado una relación directa entre la protección de áreas marinas y el estado de conservación de las tortugas” puesto que, debido a su dieta vegetal, están muy asociadas a las praderas marinas.
El Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas del Perú espera que para mediados de este 2019 ya se cuente con la reserva, un lugar hasta donde llegan también ballenas jorobadas para reproducirse, mantarrayas, tiburones martillo y donde existe una cantidad importante de especies endémicas de invertebrados como corales, anémonas, moluscos y crustáceos.
El artículo original de Michelle Carrere fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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