- La vía de 55 kilómetros ocasionará mayor presión sobre la reserva marina por el incremento de flujo de vehículos y la urbanización que se ha iniciado a lo largo de la ruta de 55 kilómetros.
- Sitios arqueológicos, especies marinas y endémicas del desierto están en riesgo.
En medio de las dunas de Paracas, el gobernador regional Javier Gallegos Barrientos firmó el contrato de concesión para el asfaltado de la carretera Comatrana-Carhuas, una vía que unirá el distrito iqueño con la playa Carhuas dentro de la Reserva Nacional de Paracas, frente a la isla Independencia.
«Se hará realidad este proyecto soñado por todos los iqueños», dijo Gallegos durante el evento realizado en diciembre de 2020, en el que se anunció el proyecto de mejoramiento de la carretera.
Se trata de una vía de 55 kilómetros que tendrá un sector asfaltado y otro tramo, el más largo, afirmado y estabilizado con cloruro de calcio. Adicionalmente, desde la playa Carhuas, al borde del Pacifico, se desprenden dos trochas que el gobierno regional también quiere afirmar, una conduce al norte y la otra al sur de la reserva.
El afirmado de la vía principal ha sido aprobada por el Servicio Nacional de Áreas Protegidas por el Estado (Sernanp), al tratarse de una vía ya existente aunque de muy bajo tránsito.
Sin embargo, la propuesta del gobierno regional de modificar las dos trochas dentro de la reserva para convertirlas en vías transitables ha encontrado la negativa del Sernanp.
Sumado a ello, guardaparques y científicos cuestionan los trabajos que se intentan hacer dentro de la reserva por los riesgos que supone instalar caminos de alto tránsito dentro de un área protegida marina.
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Una vía en conflicto
Gonzalo Quiroz, jefe de la Reserva Nacional de Paracas, explica que los trabajos que se estaban haciendo en la trocha entre Carhuas y Laguna Grande —dentro de la reserva— no correspondían a un simple mantenimiento, sino a su transformación.
Por ese motivo, Sernanp ha iniciado un proceso administrativo y una denuncia ante la Fiscalía Especializada en Materia Ambiental de Ica por los daños y el impacto causado en este sector de la reserva.
«Recibimos la solicitud del gobierno regional para el mantenimiento periódico del camino que une [la playa] Carhuas con Laguna Grande, así como Carhuas con el sector sur, pero no la aprobamos porque en estas zonas no hay una vía preexistente», señala Quiroz, aludiendo al hecho de que estas dos trochas son en realidad caminos y no vías de alto tránsito dentro de la reserva.
Quiroz precisa que en este caso se intentó convertir este camino en una vía afirmada y para ello se ingresó con maquinaria pesada como excavadoras, volquetes y aplanadoras. «Se detuvo las obras y hemos iniciado un procedimiento administrativo y una demanda judicial contra el gobierno regional«, advierte Quiroz.
El jefe de la reserva también explica que la única autorización que se ha dado dentro de la reserva corresponde a los trabajos para el mantenimiento rutinario de la vía que va desde el límite de la reserva hasta la playa Carhuas, es decir, la ruta que continúa de la carretera que empieza en Comatrana.
«Para la apertura de una vía dentro de la reserva se necesita permisos de las autoridades competentes y estudios de compatibilidad», añade Quiroz, permisos que no existen en el caso de las dos trochas que parten de Carhuas.
El jefe de la reserva agrega que el gobierno regional plantea que transformar estas trochas permitirá a los pescadores contar con mejores rutas de ingreso. Sin embargo, Quiroz precisa que el tránsito por el camino entre Carhuas y Laguna Grande es mínimo puesto que ya existe una ruta desde Laguna Grande hasta el muelle San Andrés, en Pisco, lugar al que los pescadores llevan sus productos.
Al científico y biólogo marino Santiago de La Puente le preocupa el daño ambiental que puede ocasionar una vía dentro de la reserva. «El impacto puede ser alto para las especies de aves cuyos nidos están en el desierto», menciona.
De la Puente también menciona «los impactos típicos de una carretera», como el ingreso de personas con comidas y bebidas. «Ese tipo de invasión a la reserva puede ser peligroso porque hay mayores chances de contaminación cuando se aprovechan estas vías mejoradas».
Para De la Puente las carreteras que de alguna forma benefician a los pescadores también se pueden convertir en una ruta de «pesca negra» o ilegal.
«Una trocha de bajo uso que se transforma en vía de alto uso es ruido y polvo en el desierto. Para la fauna esto es perjudicial», comenta De la Puente, y añade que «una carretera en la reserva de Paracas seria perjudicial para la conservación del área protegida».
De la Puente también considera que en este caso existe un ‘divorcio’ entre el plan maestro de Paracas y los planes de desarrollo del Gobierno Regional de Ica, puesto que la ruta de acceso desde Comatrana hasta el interior de la reserva causará presión en la zona de amortiguamiento y un incremento de la contaminación. «¿Es el turismo que queremos?», se pregunta. «El gobierno regional está afectando el esfuerzo de conservación de múltiples décadas y de múltiples personas de las áreas mas hermosas de la costa peruana. Cuantificar los impactos es difícil, pero sí podemos anticipar estos impactos», dice el científico.
La construcción es peligrosa porque hay maquinaria, ruido, gente pisoteando un patrimonio —continúa De la Puente— en Paracas hay minas de salitre, zonas arqueológicas y restos fósiles.
Mongabay Latam solicitó, en más de una oportunidad, una entrevista con el gobernador regional de Ica, pero no obtuvo respuesta.
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La presión sobre el patrimonio y la biodiversidad
Los anuncios de venta de terrenos en la ruta entre Comatrana a Carhuas están en redes sociales. «Somos una urbanización ubicada en el km 11 de la carretera a las playas de Carhuas de Ica, despues de Comatrana y tierra prometida, junto a otros 5 proyectos inmobiliarios ya existentes en la zona ubicados desde el km 8 en adelante», se anuncia en Internet para vender lotes en inmensos condominios que ofrecen disfrutar de la belleza de la playa dentro de la reserva.
Mongabay Latam se comunicó con una de las empresas que ofrecen los terrenos y al otro lado de la línea la representante de la inmobiliaria explicó que la empresa cuenta con varios proyectos a lo largo de la carretera hacia Carhuas, los que estarán completamente habilitados con servicios básicos para el 2024.
El avance de las urbanizaciones, explica Quiroz, podría llegar hasta el límite de la reserva y con ello miles de personas que ven en esta ruta el acceso directo a la belleza natural de Paracas.
El asfaltado de esta vía no es un ofrecimiento reciente, pero se está concretando ahora. En la década del ochenta, la alcaldesa de Ica, Rosa Elena Zárate Sánchez, del Partido Aprista, ya anunciaba la construcción de esta ruta.
El guardaparque Víctor Quispe, quien lleva más de 30 años en la Reserva Nacional de Paracas, recuerda lo sucedido en ese momento. «En esa época abrieron la trocha y hasta instalaron un monumento que luego fue retirado. Cada vez que había campaña política ofrecían la carretera de salida al mar para Ica», dice Quispe.
Tras el cambio de gestión —recuerda Quispe— los planes dentro de la reserva se suspendieron. «Nosotros en la reserva nos opusimos, porque lo importante era la política de conservación de los recursos naturales».
La ruta quedó marcada y durante todos estos años esta carretera ha funcionado para el ingreso de vehículos principalmente camionetas 4×4, porque se trata de un camino que se cubre de arena con facilidad. Ahora los científicos y funcionarios del Sernanp temen que el mejoramiento de la ruta y la habilitación urbana a lo largo de toda la vía genere una intensa presión sobre la reserva.
Por lo tanto, preocupa a los conservacionistas los impactos ambientales y al patrimonio que podrían generarse. En el sector Carhuas a Laguna Grande existen restos arqueológicos que podrían ser afectados con la presencia de la maquinaria pesada.
También está la presión en un sector de la bahía y la isla independencia, en la zona de la playa Carhuas, así como en Morro Quemado, un sector altamente biodiverso al que llega la trocha que sale de Carhuas con dirección al sur.
El biólogo marino Yuri Hooker señala que al abrirse las trochas habrá «un mayor número de actividades ilegales difícil de fiscalizar y controlar».
Hooker explica que podría ingresar una gran cantidad de los llamados ‘chinchorreros’ para extraer recursos marinos, entre ellos las algas, cuya extracción está prohibida en esta zona. «También irá mas gente a pescar y a veranear. El impacto sobre la fauna que está en la playa será intenso: aves, lobos marinos y otras especies de la costa».
El biólogo marino también señala que las trochas que actualmente existen son un límite para el ingreso de vehículos puesto que solo los que están preparados para el desierto pueden ingresar.
En cambio, transformar estas rutas permitiría el ingreso de todo tipo de transporte y complicaría cualquier forma de control. «Si se amplía como zona turística, este será difícil de manejar con un mayor ingreso por esta zona que no es la entrada oficial a la reserva».
Hooker también menciona que en todo el litoral de Paracas hay restos arqueológicos. «Existen entierros dispersos porque ha sido una zona importante para religiosidad de las culturas prehispánicas. La carretera [Carhuas-Laguna Grande] ha impactado tumbas prehispánicas», dice Hooker, con relación a los trabajos suspendidos por Sernanp que justamente se realizaron en un sector con presencia de patrimonio cultural.
El investigador teme que esta vía pueda fomentar también el ingreso y establecimiento de personas en asentamientos humanos, prohibido dentro de la reserva. Los tres asentamientos que hay —cuenta el biólogo marino— son Laguna Grande, Ranchería y Lagunilla, que estaban presentes antes de la creación de la reserva, luego, señala, hubo intentos de personas de asentarse, pero fueron retirados.
«El tema con la Reserva Nacional de Paracas es que todo el mundo quiere vulnerarla, la gente quiere ingresar y hacer trampa. La reserva de Paracas es una joya de biodiversidad. La afectación será grande», precisa Hooker.
Aves playeras, chorlitos, brujillos, gaviotas, lagartijas, geckos endémicos de Paracas son algunas de las cientos de especies que habitan en la reserva y que Hooker menciona como ejemplo de las especies que estarían en riesgo. «Debajo del mar hay praderas de algas gigantes, cuya explotación está prohibida dentro de la reserva», agrega sobre toda la belleza de este litoral protegido.
«Como guardaparque sé que habrá impacto fuerte. Con una pista habrá ingreso de todo tipo de vehículos, 4×4, motos, areneros. Además de presencia masiva de gente», dice Víctor Quispe, y menciona que actualmente son unos 14 guardaparques que se encargan del control de toda la reserva que tiene una extensión de 335 mil hectáreas, de las cuales 117, aproximadamente, son tierra firme y el resto mar.
Quispe también menciona Morro Quemado, un cerro ubicado al sur de la reserva hasta donde llegaría la segunda trocha que sale de Carhuas.
«Es un cerro de protección estricta. Morro Quemado es una loma con por lo menos 40 especies de vegetación, además de zorros e insectos. En la parte baja hay caletas e islas con cordilleras marinas. Es una zona con especies amenazadas como el pingüino de Humboldt. En Morro quemado hay mas vegetación que en isla Independencia», dice Quispe, quien ha recorrido durante décadas la Reserva Nacional de Paracas.
El artículo original fue publicado por Yvette Sierra Praeli en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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