Ver una rana de cristal es un enorme privilegio que solo pocas personas de espíritu aventurero y curiosidad científica pueden tener. Descubrir nuevas especies de estos hermosos anfibios translúcidos es una distinción única.
Las particularidades de estas ranas de cristal son para Juan Manuel Guayasamín, investigador y profesor de la Universidad San Francisco de Quito una verdadera locura. Guayasamin las ha investigado a profundidad para clasificarlas y analizar su evolución. Para este estudio revisó más de 150 especies, convirtiéndose en un experto. ¿Qué misterios esconde la rana de cristal?
¿Cuántos anfibios has descubierto?
He descrito 50 especies de anfibios.
¿Cuál de ellos consideras como uno de los hallazgos más importantes?
¿A qué hijo quieres más? Pues realmente no sé. Cada especie tiene su historia. Inclusive las más “feítas” tienen su encanto. Sin embargo, el trabajo más completo que he realizado hasta la fecha es el de la clasificación y evolución de las ranas de cristal. En ese estudio, publicado ya hace 10 años, revisé con datos morfológicos y genéticos a todas las especies de esta familia (150 especies). En el proceso, con varios colaboradores fantásticos, describimos seis géneros nuevos, acuñando nombres llenos de significado (Espadarana, Ikakogi, Vitreorana, Sachatamia, Rulyrana, Celsiella).
¿Qué particularidades tienen las ranas de cristal?
Estos animalitos son una locura. Su reproducción siempre está asociada a riachuelos, pero a diferencia de la gran mayoría de anfibios, ponen sus huevos sobre las hojas. Allí, los embriones se desarrollan hasta que caen, ya en forma de renacuajos, al riachuelo que está debajo. El sistema es fabuloso por sus variantes: solo en una especie las hembras cuidan sus huevos de manera prolongada. Es mucho más común que los machos se encarguen de esta labor. Otro privilegio de las hembras es que son ellas las que escogen a los machos; para esto, cada macho busca y protege un territorio, y canta, noche tras noche, para atraer una pareja. Hay machos que resultan tremendamente sexys y exitosos, pudiendo tener a su cuidado puestas de múltiples hembras. Otros nunca son escogidos y cantan solos toda su vida.
Algunas de las especies que son nuevas para la ciencia están a su vez en peligro de extinción, ¿te ha pasado con algunas de las que has descubierto?
Lamentablemente, hay muchos casos así. En el Ecuador, por ejemplo, muchos ecosistemas han sido tremendamente afectados por actividades agropecuarias desde hace décadas. En años recientes grandes extensiones del bosque del Chocó han sido reemplazados por monocultivos de palma africana. Para colmo de males, zonas megadiversas han sido concesionadas para actividades mineras. Así, la diversidad está amenazada por lo que parece ser un monstruo de siete cabezas.
¿Crees que los científicos deben jugar un rol más importante al exponer los problemas que enfrentan estas especies?
¿Cómo hacemos de la conservación un fin y como logramos construir una sociedad menos depredadora y egoísta? La conservación de la naturaleza debería ser una prioridad ética para todos. Cada especie que cohabita el planeta con nosotros tiene el derecho de seguir existiendo. En este sentido, los científicos (sobre todo los biólogos) debemos dedicar tiempo y cabeza para exponer la problemática y, más importante, encontrar soluciones. Esta no es una tarea simple porque el día a día de la mayoría de personas está centrado en mil otras cosas. Mucho debe cambiar para lograr algo que se parezca al respeto hacia las especies: cambios en educación, en mentalidad, en consumo, mayor sensibilidad, equidad y humanidad.
El artículo original fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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