El guacamayo jacinto (Anodorhynchus hyacinthinus) es la especie más grande entre los guacamayos. Su congénere, el de Lear (Anodorhynchus Leari), es fenotípicamente similar, pero algo más pequeño. Ambas aves tienen los picos más fuertes entre los psitácidos y son capaces de romper con facilidad los grandes frutos de diferentes palmeras.
Un estudio científico, publicado el 24 de enero de 2020 en MPDI, demostró el rol que tienen ambos guacamayos en la dispersión de semillas de 18 especies de plantas, de las cuales el 98 % corresponden a seis especies de palmeras de gran tamaño. El trabajo de campo consistió en 12 expediciones realizadas en los biomas de Caatinga y Cerrado, en Brasil, y el Pantanal de Brasil y Bolivia.
El artículo, firmado por ocho investigadores de cinco instituciones, registró un total de 1722 eventos de dispersión. En estos registros, los frutos fueron movidos por estos guacamayos hasta una distancia variable de 1620 metros. Inclusive, ambas especies de aves trasladaron frutos hasta sus perchas, que habían sido previamente regurgitados por el ganado, registrándose así un caso inusual de dispersión terciaria.
Según la investigación, este mutualismo planta-animal había sido hasta ahora muy inesperado. Ya que, a diferencia de otras especies de guacamayos, que solo consumen la pulpa y descartan las semillas de las palmeras, los Anodorhynchus son capaces de romper la dura textura que cubre los frutos de distintas palmeras para consumir las semillas que dominan su dieta.
Estos guacamayos han sido considerados exclusivamente como antagonistas de las plantas. Sin embargo, el estudio afirma que este rol como aparentes depredadores de semillas puede representar en última instancia una relación mutualista entre las plantas y estas aves. Esto sucede cuando “una proporción funcionalmente relevante de las semillas es reclutada con éxito en los eventos de dispersión de los guacamayos, como hemos demostrado”, establece el artículo.
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Cámaras trampa
Para la obtención de los resultados, los investigadores afirman que se basaron en observaciones directas de jacintos y leares forrajeando y dispersando los frutos, que fueron complementadas con fototrampeo. Fue de ambas maneras que lograron obtener en detalle las tasas de dispersión de los frutos de distintas especies de palmeras, como: la Acrocomia totai (totaí o macaúba) y Attalea phalerata (shapaja o bacuri) en el Pantanal boliviano, y Attalea barreirensis (catolé) y Attalea eichleri (babaçu) en el Cerrado.
En el caso del Pantanal de Bolivia, los datos se obtuvieron por medio de observaciones directas que se llevaron a cabo en el Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) San Matías, una de las áreas protegidas nacionales del país, que también es hogar del jacinto.
Por otra parte, considerando que en el Cerrado las especies de palmera Attalea barreirensis y Attalea eichleri están casi al nivel del suelo, lo que dificultó las observaciones directas de forrajeo a larga distancia, fue necesario para los investigadores recurrir a cámaras trampa de disparo infrarrojo.
Estas cámaras se ocultaron a nivel del suelo, a unos 3 a 5 metros de las palmeras. Las mismas, al activarse por el movimiento, permitieron obtener múltiples imágenes instantáneas (tomadas cada 5 segundos) de los guacamayos quitando y dispersando los frutos.
El artículo científico también discute el papel clave que tienen ambas especies de guacamayos amenazados en la dispersión de grandes semillas, un rol que hasta ahora ha sido principalmente atribuido a la extinta megafauna del Pleistoceno.
De acuerdo a Fernando Hiraldo, del Departamento de Biología de Conservación de la Estación Biológica de Doñana (España), y uno de los autores de la publicación, este trabajo demuestra claramente que las dos especies de Anodorhynchus dispersan frutos enormes, los que son considerados megafaunales.
“Y lo hacen a grandes distancias, algo muy importante para la salud genética de la planta dispersada”, le indicó Hiraldo a Mongabay. “Es impresionante como pueden transportar grandes distancias más de uno de estos grandes frutos, bien en la boca o en sus garras”.
Además, el investigador expresó que este estudio demuestra el éxito de esta dispersión, algo que ha sido observado en las numerosas germinaciones de las plantas dispersadas bajo los árboles donde los jacintos y Leares manipulan sus frutos.
Los hallazgos de los científicos destacan también que las disminuciones de las poblaciones de estos guacamayos, así como las reducciones de sus áreas de distribución, podrían haber comprometido aún más la dispersión de las palmeras de gran tamaño.
La publicación también hace énfasis en la necesidad de planes de recuperación para ambas especies, no solo para alcanzar su conservación, sino también para restaurar sus funciones ecológicas en los ecosistemas amenazados en los que habitan.
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Conservación y amenazas
“José Antonio Díaz, director de la Fundación Conservación Loros Bolivia (CLB), y uno de los autores del artículo, le comentó a Mongabay que el ‘’declive de las poblaciones de estos guacamayos terminaría afectando al hábitat, su estructura y capacidad de regeneración”.
A nivel internacional, el guacamayo jacinto y el de lear están clasificados como Vulnerable (VU) y en Peligro de Extinción (EN), respectivamente, de acuerdo a la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Esto debido a que no solo sus poblaciones han disminuido drásticamente en las últimas décadas, sino también sus rangos de distribución. En el caso del guacamayo jacinto, cuenta con una población estimada en 6500 individuos, restringidos a las regiones del Pantanal, Cerrado y Amazonía con un flujo genético probablemente bajo o incluso nulo entre ellos.
En el caso del guacamayo de lear, su radio de distribución se ha visto comprometido de una distribución potencial de 845 mil km2 en el bioma de la Caatinga en Brasil, a una población estimada en 1200 individuos, concentrados en pocos sitios de reproducción y dentro de un radio de no más de 50 km2 de extensión.
El estudio también indica que tanto el Pantanal como el Cerrado están experimentando una rápida pérdida de su cobertura vegetal debido a la deforestación, para dar paso a la agricultura y ganadería.
En el caso de la Caatinga, el bioma se ha visto degradado a causa del sobrepastoreo del ganado, que está afectando la regeneración de la palma licuri (S. coronata), considerada como el principal recurso alimenticio que tiene el guacamayo de lear. Es por ello que las acciones de conservación de este guacamayo están centradas en la regeneración y preservación de las palmeras de licuri.
El artículo original de Eduardo Franco Berton (RAI) fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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