Las nóveles firmas de tecnología en Estados Unidos suelen estar asociadas con el glamour, dinero y empresas de valorización astronómica. Un ejemplo son la entrada al mercado de Facebook y Twitter en miles de millones de dólares.
Pero el brillo y éxito no se extiende a todas las compañías del Silicon Valley, en California, la Meca del desarrollo tecnológico mundial a donde sueñan llegar las empresas “start-up” con sus nuevas ideas.
De acuerdo a algunos de los principales inversionistas en tecnología, el lado oscuro de ese sueño podría estar en el horizonte.
“Quemando” dinero
La razón que dan es que muchas de las start-up están “quemando” (en otras palabras, perdiendo) enormes sumas de dinero con miras a desarrollar sus empresas.
En una reciente entrevista con el diario financiero The Wall Street Journal, Bill Gurley, conocido por invertir su capital en compañías como Uber y OpenTable, alertó sobre los riesgos “sin precedentes” que se estaban tomando desde el colapso de las dotcom (empresas de tecnología), en 1999.
Fred Wilson, inversionista en Twitter y Tumblr, coincidió en que hay “múltiples empresas quemando millones de dólares al mes”.
Otro capitalista de riesgo, Marc Andreessen advirtió: “Cuando el mercado haga un giro, y sí que lo va a hacer, veremos quién ha estado nadando sin traje de baño: muchas empresas de alto cilindraje quedarán vaporizadas”.
En otras palabras, las nuevas start-up que desarrollan nuestras aplicaciones y sitios web favoritos están gastando demasiado dinero y podrían ahogarse en esas deudas muy pronto. No es exageración. Las estadísticas parecen comprobarlo.
Analistas de PitchBook, en Seattle, Washington, reportan que las tasas de “combustión” (gasto) de todas las empresas, salvo las más pequeñas, han subido dramáticamente en los últimos cuatro años, a su nivel más alto desde 1999.
Las empresas más recientes, aquellas que ya tienen una clientela significativa, están derrochando un promedio de US$1,82 millones al mes.
Competencia salvaje
Lo que genera ese derroche es la creciente y salvaje competencia que hay entre los nuevos emprendimientos. Firmas como Uber, que ofrece servicios de taxi, tiene muy poca ventaja tecnológica sobre rivales como Lyft, así que terminan en una batalla campal para apoderarse del mercado.
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“La dinámica es de que el ganador se lo lleva todo”, comentó Bill Reichert de Garage Technology Ventures.
“Solo puede haber un Twitter, solo puede haber un Facebook, solo puede haber un Whatsapp, aunque haya otras aplicaciones, redes sociales y herramientas de micro blogs”, explicó.
“Una vez entres en ese juego, quedas atrapado. Se tiene que ganar a toda costa y eso cuesta dinero”.
Para tomar ventaja, las start-up recaudan sumas inmensas de capital de riesgo -Uber recaudó US$1.200 millones en junio- para gastar en publicidad o para atraer nuevos empleados.
Entretanto, los inversionistas no tienen más opción que seguir financiándolas y lo único que ven, muchas veces, es a las empresas gastando ese dinero en inmensas y ostentosas oficinas y otros lujos.
Danielle Morril, fundadora de la start-up californiana MatterMark, una proveedora de datos empresariales, dice haber visto “algunas empresas donde la compañía no hace un centavo pero ocupan unas oficinas ridículamente hermosas”.
“Eso es peligroso por que le envía el mensaje a los empleados que la compañía logró establecerse cuando no es así”.
Es el síndrome de no dejarse superar del vecino. Sienten que deben ponerse a la par de firmas más grandes que pueden ofrecer almuerzos gratis a sus empleados, o contratar un par de trabajadores más sin sentirlo tanto en el bolsillo.
Consecuencias de la burbuja
Ante la extraordinaria valorización de firmas como Snapchat y Uber este verano, de US$10.000 millones y US$17.000 millones respectivamente, algunos advierten que se avecina la explosión de la burbuja.
Aunque se estima que no será otro 1999, cuando el desplome de las dotcom evaporó US$5.000.000.000.000 del valor de las acciones de esas empresas de tecnología, el impacto puede ser devastador.
Como en 2011, cuando la nueva empresa de tecnología solar Solyndra declaró bancarrota después de haber quemado US$1.000 millones de capital invertido.
Solyndra quebró tras gastar US$1.000 millones de los inversionistas. Lo único que queda es esta instalación artísica con los tubos que utilizaba para sus paneles solares.
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Esos colapsos no solo resultan en desempleo y cuantiosas pérdidas para los inversionistas sino podrían también frenar la innovación.
Hay que tener en cuenta que la mayoría de los nuevos emprendimientos fracasan y se podría decir que muchas debieron haber fracasado antes, de no ser porque estaban siendo mantenidas artificialmente, con un gasto de inversión y recursos humanos que hubieran podido ser utilizados en otra parte.
Si los inversionistas salen seriamente quemados, podrían decidir no invertir, lo que significaría menos aplicaciones y menos servicios en el mercado que también afectarían a los gigantes de la tecnología que cada vez compran más tecnología a estas empresas, en lugar de desarrollarlas ellos mismos.
Aunque hay quienes sostienen que el fracaso de estas empresas tiene un lado positivo al contribuir con el flujo de talento que traslada sus conocimientos a proyectos más altos, hay preocupación por el probable sismo en el mercado que se avecina.
Como Fred Wilson concluye: “En algún momento tendrán que crear empresas de verdad, que generen ganancias de verdad y sostengan a la empresa sin la generosidad del capital del inversionista, y empezar a producir valor a la antigua”.