Quizás a muchos les sorprenda saber que en Haití se fabrican tabletas. Pero Surtab, la primera compañía que fabrica estos dispositivos electrónicos “Made in Haiti”, está trabajando para ampliar su producción porque no da abasto con la creciente demanda.
Uno de los últimos pedidos que han recibido del exterior es el del gobierno de Venezuela, que encargó 10.000 tabletas para entregárselas a estudiantes.
“Estamos muy orgullosos de este primer pedido de Venezuela a Haití. Va a crear más empleos, va a mejorar la imagen de Haití en el mundo y va a hacer saber a los venezolanos y a los países latinoamericanos y sudamericanos que tenemos tecnología y tabletas de excelente calidad”, destacó el primer ministro haitiano, Laurent Lamothe.
Fue la semana pasada durante la visita del presidente de Petrocaribe, Bernardo Álvarez, al parque industrial de Puerto Príncipe donde se ensamblan las tabletas.
“Esperamos las tabletas en Venezuela para ayudar a los jóvenes” dijo en ese mismo acto el presidente de esta asociación promovida por Venezuela, quien definió el encargo como una “muestra de las relaciones de amistad y cooperación” entre ambos países.
El pedido había sido adelantado el pasado mes de marzo por el propio presidente Nicolás Maduro durante la visita del primer ministro haitiano a Caracas, cuando Lamothe le mostró las tabletas al mandatario venezolano y este dijo que iba a encargar 2.600 unidades, un número que después se multiplicó a 10.000.
Sin embargo, según le dijeron los responsables de Surtab a BBC Mundo, aún no se han definido los plazos ni las características del envío con el gobierno venezolano.
¿Cómo es la tableta?
Surtab surgió tras el terremoto de Haití del 2010, cuando una pareja danesa, Folsgaard y Ulla Bak, llegaron al país con la intención de crear un proyecto que ayudase a la reconstrucción, hiciera crecer la economía local y fuera sustentable a largo plazo.
Con la inversión inicial de los Bak y sus socios, el empresario local Richard Coles y el belga Maarten Boute, y una subvención de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos de US$200.000, en febrero del 2013 se registró la compañía y en noviembre de ese año empezó la producción en masa.
La empresa ofrece tres modelos diferentes de tabletas fabricadas con componentes asiáticos, con pantallas de hasta 18 centímetros y que funcionan con el sistema operativo Android.
El modelo más simple, de 512 megabytes de memoria RAM que funciona con conexión wifi, cuesta US$100, mientras que el superior -de 2 gigas de memoria con conexión 3G- se vende por US$285, más impuestos.
“Aceptan tarjetas de memoria, tienen gran capacidad y dos cámaras: delantera y trasera. En cuanto a las características técnicas se puede comparar con las tabletas de la competencia con la única diferencia de que son mucho más baratas”, afirma el Director de Desarrollo de Negocio, Patrick Sagna.
En la actualidad, se producen 3.000 tabletas al mes, si bien el número varía y, según le dice Sagna a BBC Mundo, se espera multiplicar la producción en los próximos meses.
“Tenemos mucha demanda, así que esperamos impulsar la producción en los próximos meses hasta las 6.000 u 8.000 tabletas diarias”, afirma.
De hecho, según explica, pese a que ya se han hecho exportaciones, como un envío de 600 tabletas a un grupo de abogados en Kenia en 2013 ,desde diciembre no han podido enviar los aparatos al exterior porque la demanda interna ha crecido mucho y el nivel de producción no alcanza.
“Orgullo por el Made in Haiti”
Por el momento, la fábrica cuenta con 65 empleados que no trabajan en una línea de producción convencional, sino que cada uno hace el proceso completo en una tableta y ganan bonos si estas pasan los procesos de control de calidad.
Una peculiaridad de Surtab es que sólo tres de los empleados son hombres y, según advierte Sagna, “no es porque queremos tener mujeres, sino porque lo hacen mejor en los procesos de selección que los hombres”.
Y precisamente en eso, la preparación de los trabajadores y los controles de calidad, es en lo que el director de producción cree que está el secreto del éxito de la primera compañía de tabletas haitianas, lo que, dice, hace que los clientes queden satisfechos y regresen “por la calidad de los productos”.
“Hay mucha gente con potencial en este país”, dice orgulloso. “El hecho de que alguien tenga un título aquí, sólo significa que ha tenido dinero para estudiar pero no que sea más inteligente que los demás. Nosotros contratamos por potencial no por títulos”.
Todos los trabajadores que entran a la línea de producción pasan por dos meses de formación y, según la compañía, los empleados ganan entre más de dos y cuatro salarios mínimos, lo que, a juicio de Sagna, les ayuda a subir rápidamente a la clase media.
Aunque el sueño de las autoridades y muchos empresarios haitianos es que Haití se vuelva convertir en lo que fue en las décadas de 1970 y 1980 cuando el país tenía una potente industria de montaje o maquiladora, con la que acabaron las tensiones políticas internas y el embargo estadounidense, los directivos de Surtab conocen sus limitaciones.
“Somos humildes. Sabemos que somos una compañía pequeña que no va a cambiar el mundo, pero tenemos responsabilidades como empresa (...) Pero este tipo de proyectos crean empleos y devuelven el orgullo”, concluye Sagna.
Y es que, al final, lo que ven los clientes de Surtab al girar la tableta es el “Made in Haiti” grabado.