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Ya había oscurecido en Estocolmo cuando un grupo de ocho personas entró en Swahili Bobs, un salón de tatuajes en uno de los callejones del barrio de Sodermalm.
Durante el día sus integrantes eran emprendedores tecnológicos, estudiantes, diseñadores de sitios web y consultores de informática, pero esa noche se transformaron en cyborgs.
Estos párrafos pueden sonar al principio de una novela de ciencia ficción, pero se trata de una recolección de eventos reales, escritos por el hacker Hannes Sjoblad.
Fue él quien organizó a finales de noviembre esta “fiesta de implantes”, una de varias que planificó.
Live RFID implanting in Swedish Public Service radio this morning @MorgonpassetiP3 @bionyfiken #biohacking pic.twitter.com/x90Hc7nSVE— Hannes Sjoblad (@hsjob) noviembre 27, 2014
En el evento, ocho voluntarios accedieron a ponerse bajo la piel de la mano un implante con un pequeño chip RFID (identificación por radiofrecuencia, en sus siglas en inglés). El propio Sjoblad era uno de los voluntarios.
HACIA UNA VISIÓN
Sjoblad ya ha logrado que 50 personas se implanten un microchip, y tiene como objetivo que otras 100 lo hagan durante los próximos meses. Pero a largo plazo, su visión es mucho más ambiciosa.
“Después habrá 1.000, después 10.000. Estoy convencido de que esta tecnología está aquí para quedarse y de que no nos parecerá nada raro tener un implante en la mano”, dijo.
Este cyborg busca voluntarios que se unan a su sueño a través de las redes sociales y de las comunidades de hackers en Suecia, entre la gente que ya está acostumbrada a jugar con la tecnología.
MUCHO POTENCIAL
Ahora mismo el implante funciona como un simple programa de seguridad, que les permite a los usuarios abrir la puerta de su casa sin llave, aunque para ello tengan que cambiar el mecanismo de cierre, algo que en estos momentos no es barato. También pueden desbloquear fácilmente un teléfono Android.
Pero estos 'cyborgs' creen que hay mucho potencial más allá de esto. “Creo que acabamos de empezar a descubrir las cosas que podemos hacer con esto”, dice Sjoblad. “Hay mucho potencial para registrar la vida diaria. Con la tecnología deportiva para vestir que tenemos ahora tienes que escribir lo que comes o a dónde vas”, agregó.
“En lugar de introducir datos en el celular, cuando lo pose y lo toque con mi implante sabrá que me voy a la cama”, describe. “Imagínate que haya sensores alrededor en un gimnasio que reconozca, por ejemplo, quién está usando las pesas, a través del chip de la mano”.
“Hay una explosión continua con el internet de las cosas, los sensores van a estar a nuestro alrededor y yo puedo registrar con ellos mi actividad”, finaliza.
UNA DELGADA LÍNEA
La línea que separa a los humanos de las máquinas se está haciendo cada vez más borrosa. El número de personas que han perdido una extremidad y reciben prótesis biónicas está aumentando.
Ya no sorprende que a alguien le implanten una cadera artificial o se utilice tecnología láser para corregir problemas de visión.
El año pasado Google lanzó lentes de contacto que pueden monitorear los niveles de glucosa. Y la tecnología para vestir, o wearables, es cada vez más inteligente. Pero ¿cuál es el siguiente paso?
COMO EL MIEDO A LAS VACUNAS
BioStamp es un tatuaje digital desarrollado por la firma estadounidense MC10. Puede sellarse directamente sobre el cuerpo y recolecta información sobre la temperatura corporal, los niveles de hidratación y la exposición a rayos ultravioleta, entre otras cosas.
Igual que con la tecnología de los wearables, la información se puede subir o compartir electrónicamente.
Otra compañía estadounidense, Proteus, desarrolló una píldora con un sensor incrustado que funciona en conjunto con un parche sobre la piel. Cuando se traga, mide una variedad de funciones corporales.
“Este tipo de cosas ya están aquí”, dice David Wood, director de London Futurists, un grupo que analiza posibles escenarios futuros.
“La cuestión clave es si pueden funcionar mejor cunado está sobre nuestra piel o dentro, y una de las grandes ventajas es que no los podemos olvidar como un teléfono o una pulsera”, dijo.
Wood no cree que la tecnología implantable esté ya lista para el consumidor convencional, pero considera que definitivamente ya estamos en un nivel de madurez apropiado para tener un debate al respecto.
“Algunos se horrorizan por esto. Lo ven como algo completamente loco y sienten una profunda incomodidad sobre el lugar hacia el que nos conduce la tecnología y tenemos que tener sensibilidad hacia los sentimientos de la gente”.
“Hace años había miedo sobre las vacunas y ahora nos parece perfectamente normal que nos inyecten células. Eso es un ejemplo temprano de un hackeo biológico”, comparó.
EL TURNO DE LOS HUMANOS
Sjoblad también espera que su fiesta de implantes sirva para generar debate sobre un posible futuro con cyborgs. “La idea es convertirnos en una comunidad, por eso nos ponemos los implantes juntos”, explica.
Para quienes deciden que la vida como cyborg no es para ellos, el procedimiento de implantación es reversible y sólo lleva cinco minutos. Pero Sjoblad no tiene intención de quitarse el suyo.“Llevamos 20 años poniendo chips en animales”, recuerda.
Ahora es el turno de los humanos. “Esto es algo divertido, para crear conversación. Abre discusiones interesantes sobre qué significa ser humano. Esto no es sólo para abrir una mano sin llave”, declaró.