GONZALO GALARZA CERF Publicado el 25 de junio de 2013
El sol enciende la vegetación: la ilumina. Parece más verde, más frondosa, más perfecta. Con la luz, llega el sonido: escuchas aves revolotear en los árboles que delimitan el lago de mil metros de largo, llamado en el pasado lago largo. Oyes apenas unos pasos y unas voces: reducida presencia humana en el sitio. Y ves un pañuelo rojo fulgurante en la cabeza de un hombre, como símbolo distintivo del empresario que apostó cuando la muerte rondaba esta zona del distrito del Sauce, en Tarapoto.
De allá salía el humo.
Carlos González Henríquez habla y señala una zona del bosque, como si al estirar el brazo trazase una línea de tiempo para remitirse al estado en que encontró este refugio natural, al que rebautizó después como Lago Lindo. Nombrarlo de esa manera, ahora, resulta fácil, obvio, hasta redundante. Pero antes hubo humo, incursiones subversivas, sembríos de coca, ganadería, agricultura que quemaba el bosque, basural
Antes hubo un rincón de la selva que, pese a todas las amenazas que padecía, se negó a morir. A ese rincón llegó él.
La gente de la zona pensaba que se trataba de un volcán. Porque se quemaba la basura, y salía humo por encima del cerro. Le decían volcán peladillo, porque el cerro estaba todo pelado, cuenta González.
Hoy no hay ningún cerro descubierto; el bosque, al no tener amenazas, se ha repoblado. Solo en algunas zonas bajas, al ingresar a Lago Lindo, donde descansa un resort compuesto por cabañas y una casa tipo hacienda con iglesia incluida en medio de esta selva, se ven los rezagos de la agricultura.
Después, no hay más edificaciones a la redonda; salvo que uno navegue más de un kilómetro hasta la Laguna Azul. Pero en este refugio casi escondido, a casi dos horas de la ciudad de Tarapoto, lo que hay son algunas hectáreas destinadas al café y al cacao bajo sombra (menos de 100 entre ambas); el resto del terreno de González (formado por 3 mil hectáreas) tiene puntos destinados a la reforestación: caobas, capirona, ishpingo, teca
Es la mejor inversión, por [la venta de] los bonos de carbono y porque vale más la tierra. Le presento un bosque logrado a una AFP y va a querer poner su plata acá. En Lago Lindo hay 3 mil hectáreas. Puedo tentar a alguien fuerte para invertir no en 100 sino en plantar 100 mil árboles, explica.
LA FORMACIÓN A González lo llaman el cacique, el doctor; también lo podrían llamar el loco, si uno repasa en su historia. Abogado de profesión, dejó una vertiginosa y exitosa carrera como funcionario bancario para venirse a Yurimaguas, en el 84. Compró molinos de arroz y se dedicó a la agroindustria. Tenía 34 años y una visión clara del panorama: aquí podría convertirse en leyenda. Sabía que acá podía ser alguien más y tener algo más que en Lima, explica el motivo por el cual renunció a su antigua vida en la capital.
Y a la par, mientras incursionaba en la agroindustria, en la aviación comercial y en la industria textil (rubro que aún maneja) empezó a comprar tierras en Tarapoto. Su mayor adquisición es Lago Lindo, donde la gente huía por el terrorismo, y él llegaba para quedarse.
Lo suyo no es un credo ecológico, es sentido común, respeto, pragmatismo, estilo de vida. En sus hoteles ha construido pozos sépticos, lagunas de oxidación. Uno de ellos ubicado en la Laguna Azul ha sido cerrado: Mi pozo séptico no tenía más chance. Está la laguna y no hay capacidad para que absorba esa carga.
Crítico de que la gente arroje sus desagües al río y lagunas, González fue distinguido en el 2012 con el Premio Ecoeficiencia Empresarial por su trabajo en el hotel Puerto Palmeras. Pero Lago Lindo es su mayor apuesta con 300 aves censadas hasta hoy: fue parada obligada en el Birding Rally Challenge.
Lo han tentado para sembrar mil hectáreas de cacao pero ha dicho no: Tendría buen billete pero no Lago Lindo. Eso no es para mil hectáreas, es para sembrar árboles. Fue el mismo grupo empresarial que hoy siembra palma aceitera: Han talado árboles que todavía no saben para lo que sirven y han metido palma. Es cambiar una gran farmacia por un monocultivo. Una farmacia que no hemos terminado de inventariar, que es el bosque amazónico.
González atesora unas cerámicas usadas en una protesta contra la siembra de palma aceitera, donde se lee: Señor dice un tapir crucificado, no perdones al grupo Romero, porque ellos sí saben lo que hacen. Y zanja las diferencias que se dan en el empresariado: Ellos hacen las cosas por negocio. No porque disfrutan, sino por cálculo matemático.
Y González es un empresario que disfruta de ir a ver su negocio, sus tierras, sus productos, su gente: Soy un hombre libre. Hago las cosas cuando puedo y como quiero. Y lo que quiere empata en armonía con toda la selva que duerme junto a él.
DISTINCIONES El 2012 el Ministerio del Ambiente le entregó el Premio Ecoeficiencia Empresarial por su trabajo en Puerto Palmeras. El hotel cuenta con un pozo séptico y una laguna de oxidación para sus desagües. Y se ha reforestado el sitio.