A primera vista, la cantante Beyoncé y el ex jefe de la Fórmula 1 Max Mosley no tienen mucho en común. Pero ellos, así como varias otras celebridades y organizaciones, son víctimas del “efecto Streisand”.
El término fue acuñado por Mike Masnick, el fundador del sitio web Techdirt, en 2005, por una demanda que interpuso la cantante Barbra Streisand contra el fotógrafo Kenneth Adelman.
Aldeman había documentado la costa de California y en una de las imágenes aparecía la casa de Streisand en la cima de una loma de Malibú.
El veredicto no favoreció a la cantante.
No sólo eso: según los documentos presentados en la corte, hasta que el caso llegó a los tribunales, la foto que le molestaba a Streisand había sido descargada apenas seis veces.
Gracias a la publicidad que generó el pleito, el sitio que había publicado las imágenes empezó a recibir 420.000 visitas al mes.
Los famosos
La pelea no siempre es por privacidad.
En febrero del año pasado, el sitio web Buzzfeed publicó una selección de los momentos “más feroces” (que en inglés también puede significar “osadas” o “excelentes”) de Beyoncé, burlándose de las expresiones faciales de la cantante cuando cantó en el Superbowl.
Aparentemente, el publicista de la superestrella contactó a Buzzfeed para pedir que retiraran siete de las fotos “menos favorecedoras”. El sitio respondió publicando precisamente esa selección bajo el título: “Las fotos 'poco favorecedoras' que el publicista de Beyoncé no quiere que usted vea”. La exposición de esas fotos se multiplicó.
Unos meses más tarde, se reportó que los abogados de la hermana de la duquesa de Cambridge, Pippa Middleton -quien se vendía como una gurú de estilo de vida-, solicitaron que se retirara una parodia que apareció en Twitter, que ofrecía consejos ridículamente obvios en su nombre, como “Para evitar perderse, consulte un mapa” y “Una fiesta sin gente no es muy divertida”. Los seguidores de la parodia en Twitter aumentaron.
En 2008, la Iglesia de Cienciología supuestamente trató sacar de varios sitios virtuales un video en el que aparecía el actor Tom Cruise hablando de su fe, que se había filtrado. La publicidad generada por el intento implicó que fuera compartido más ampliamente.
Los desconocidos
Pero no hay que ser famoso para sufrir -y en algunos casos, beneficiarse- del efecto Streisand.
En 2012, las autoridades de un condado escocés le prohibieron a Martha Payne, una niña de 9 años, tomar fotos de la comida que le daban en el colegio y publicarlas en un blog en el que las calificaba con una escala de 0 a 10.
Su familia se quejó y logró que se reversara la decisión, en medio de mucha publicidad. Hasta el momento, el blog ha tenido más de 10 millones de visitas y Martha ha recaudado más de US$220.000 para obras caritativas.
Y no podemos olvidar el caso del español Mario Costeja González, quien luchó una larga batalla legal por el derecho al olvido. Se quejaba de que al buscar su nombre en Google aparecían artículos de diarios de hace 16 años sobre la venta de una propiedad para recuperar un dinero que él debía.
Su victoria sentó precedente pero, irónicamente, haber ganado el derecho de ser olvidado le aseguró que no lo será: en este momento, su nombre conjura cientos de miles de resultados en Google.
¿Qué tiene que ver Max Mosley?
El antiguo presidente del organismo que rige la Formula 1 -la Federación Internacional de Automovilismo o FIA- es quizás el mejor ejemplo del efecto Streisand.
Mosley está demandando a Google por seguir mostrando en los resultados de búsqueda imágenes de él con prostitutas en una fiesta sexual, alegando que viola las leyes de protección de información y hace mal uso de información privada.
Pero cada vez que este millonario de 74 años del que no muchos están pendientes inicia un proceso legal -éste no es el primero- concerniente a unas imágenes que aparecieron en un diario que ya no existe sobre un incidente ocurrido hace tanto que los que se enteraron ya casi olvidaron, corre el riesgo de que más gente que no había oído hablar de ellas las busque.
Una inspección de Twitter muestra que algunos usuarios están publicando las imágenes que él quiere que desaparezcan.
La chispa de la curiosidad
“El que alguien esté tratando de que algo se prohíba siempre va a ser más interesante que lo que no parece molestarle a la gente”, subraya en conversación con la BBC Jenny Afia de la firma de abogados Schillings. “Enciende la chispa de la curiosidad”.
Para las generaciones previas sin duda era más sencillo intentar acallar información o imágenes. La facilidad de compartir de hoy en día hace casi imposible que se pueda esconder algo realmente.
Hay un sinnúmero de personas que se dedican a propagar la información que otros no quieren que se vea, sólo porque la quieren esconder.
Mosley es un hombre rico acostumbrado a la publicidad. Pero demandar a alguien puede significar que el individuo termina en una larga y estresante disputa legal que atraiga la atención de los medios.
“Es un dilema horrible para la gente que es blanco de historias feas o falsas”, dice Afia. “Mucha gente decide dejarlo pasar”.
Distintas privacidades
Para gente como Mosley y Costeja González, los principios son más importantes que el efecto que tenga la acción legal, así que terminan luchando por el derecho de los otros de salvaguardar su privacidad con más facilidad, a costo de la propia.
Y hay una diferencia clara entre aquellos que están luchando por el derecho a la privacidad y los que, como los representantes de Beyonce, están sólo tratando de controlar una imagen pública o reputación.
En el último caso, el efecto Streisand es potente: si la reacción a la burla es tratar de aplastarla, habrá más burla.
Como le dice a la BBC el experto en relaciones públicas Mark Borokowski, las celebridades modernas, expuestas a parodias en las redes, necesitan “tener piel de rinoceronte”.
“Si se trata de algo muy trivial, tienen que decidir si vale la pena reaccionar contra la persona que los está satirizando y potencialmente provocar que sea peor”.