La muerte del millonario dueño de una de las marcas más populares del mundo del entretenimiento destapa un lado nada glamoroso de este rubro. Hugh Hefner, icono elegante y lascivo de la industria erótica, falleció el miércoles a los 91 años, y con él la oportunidad de saber qué secretos guardaba la famosa mansión de las “conejitas”.
Lo de Playboy fue una revolución cultural, donde todos los hombres estaban invitados a disfrutar del sexo plenamente. Sin embargo, las mujeres no siempre se sintieron cómodas con ello. Por mucho tiempo, el movimiento feminista lo acusó de utilizar a sus famosas “conejitas” como vehículo de explotación sexual, al obligárseles a mantener siempre una imagen ideal de la mujer para el placer de los hombres.
Al parecer, varias de estas acusaciones no estaban lejos de la realidad. Las “conejitas” tenían un estilo de vida estricto, incluyendo un toque de queda que iniciaba a las 21:00 y rutinas previas al sexo con Hefner, según contó Holly Madison, exnovia del empresario. En el libro “Down the Rabbit Hole: Curious Adventures and Cautionary Tales of a Former Playboy Bunny”, la rubia relató la pesadilla que vivió en la mansión de Playboy, y que incluso la hizo pensar en suicidarse.
Ella cuenta que atravesaba problemas económicos serios, y que aceptó vivir en la casa pues conocidos le aseguraron que Hefner no tenía sexo con sus invitados. Sin embargo, fue el mayor error de su vida. “De regreso a casa, las chicas se ponían pijamas de franela, fumaban marihuana, veían pornografía y recreaban escenas de sexo lésbico mientras Hefner se masturbaba”, indicó en el libro que se convirtió en bestseller.
Pronto descubrió que el sexo con Hefner era una de las condiciones para poder vivir ahí, y reveló que la primera noche que salieron juntos, el dueño de Playboy le ofreció droga mientras le decía que “en los 70 solían llamar a estas pastillas 'abre muslos'”.
Los escabrosos detalles indican que el millonario era realmente celoso, y que controlaba al extremo a todas las chicas, a tal punto de no dejarlas hablar con el personal de la mansión.
La casa del terrorIzabella St. James, pareja de Hugh durante dos años, también escribió un libro titulado “Bunny Tales: Behind Closed Doors at the Playboy Mansion”, publicado en 2006. En él explicaba que las “conejitas” recibían como propina 1.000 dólares del propio Hefner todos los viernes. “Teníamos que ir a su habitación y esperar mientras él recogía la caca del perro de la alfombra para que nos diera nuestro dinero”, escribió. Además, contó que todas odiaban ese proceso, porque “siempre aprovechaba la ocasión para sacarte en cara algo malo de tu relación con él”.
“La mayoría de sus quejas era por la falta de armonía con las otras chicas y la apatía que a veces mostraban para participar en las fiestas que organizaba en su habitación”, relató, señalando que les quitaba el dinero cuando se molestaba.
Carla Howe, exmodelo de Playboy, dijo a The Mirror que las mujeres que vivían en la mansión no podían invitar a sus amigos. Su gemela Melissa agregó: “Si haces algo mal, recibías un correo electrónico, hay un código estricto de conducta”. Incluso señaló que habían reglas sobre Instagram y Twitter: ”Tienes que mostrarlo todo con buena luz, y si estás borracho en una foto, estarás en problemas“.
La modelo Jill Ann Spaulding contó en 2004 que Hefner organizaba orgías sexuales, tomaba Viagra y se negaba a usar preservativo. “No había protección ni pruebas para las enfermedades de transmisión sexual”, dijo en su libro “Jill Ann, Upstairs”. Cuando ella se negó a participar, vio como “Hef se puso furioso, y una de las chicas comentó que yo lo estaba decepcionando. No me importaba. El rostro de Hef era como un trueno”. Spaulding fue rápidamente despedida de la mansión Playboy y fue seguido más tarde por Izabella St. James, quien dejó la casa por voluntad propia.
Según los relatos de estas modelos, la casa de la “conejitas” era una jaula oxidada, mucho más triste de lo que uno se imagina.