Una interpretación del himno nacional seguida de un discurso de presidente, un breve boletín de noticias y unas presentaciones culturales: así fue hace 60 años la primera transmisión de televisión en la historia de Colombia.
Con una programación diaria de poco más de dos horas y una teleaudiencia que al principio contaba con 400 televisores, fue el sexto país latinoamericano en adoptar el novedoso medio de comunicación.
Seis décadas más tarde, Colombia es uno de los grandes productores audiovisuales de la región y sus programas e intérpretes son conocidos en todo el continente.
Y, para conmemorar la ocasión, BBC Mundo le recuerda –en estricto orden cronológico–algunos de los programas producidos a nivel local que luego triunfaron en toda Latinoamérica.
Café con aroma de mujer (1994)
Tal vez el primer gran éxito internacional de la televisión colombiana, la historia de amor entre “Gaviota” (Margarita Rosa de Francisco) y Sebastián (Guy Ecker) en principio no difería mucho de la clásica receta de muchas otras telenovelas latinoamericanas: un romance complicado por diferencias de clase y abundantes intrigas para mantener separados a los amantes.
Pero la fuerza de su personaje femenino –una decidida cortadora de café que se enamora del nieto del dueño de la hacienda, interpretada con desparpajo y mucho sentido del humor por la talentosa De Francisco–, así como su retrato de los paisajes y tradiciones del eje cafetero colombiano, rápidamente lograron enamorar a toda Latinoamérica.
De hecho, fue muy probablemente gracias a esta serie de RCN que muchos latinoamericanos se enteraron que en Colombia al café le dicen “tinto” y, muy pronto, los bares de la región también se llenaron de gente pidiendo tragos “sencillos, pero con cara de doble”, como acostumbraba Gaviota.
Y, todavía hoy, es muy probable que si alguien empieza a cantar el tema de la novela, también interpretado por De Francisco – “Gaviota, que ve a lo lejos, vuela muy alto; Gaviota, que emprende vuelo, no se detiene…”– encuentre a muchos nostálgicos dispuestos a sumarse al canto voz en cuello: “No te detengas, triste Gaviota, sigue tu canto. Sigue tu canto, tal vez mañana, cambie tu suerte”.
Y ahora todos juntos: “Es su destino, que un mal amor vista su alma de negro duelo. Ingrato amor, rompió sus alas; ingrato amor manchó sus sueños”.
Las Juanas (1997)
Muy exitosa también a nivel local, esta telenovela de RCN la confirmó como la principal exportadora de telenovelas colombianas de la segunda mitad de la década de los 90.
Y, en cierta forma, para ello aplicó con parte de la receta que tan bien funcionó para “Café con aroma de mujer”: personajes femeninos fuertes enmarcados en los paisajes e idiosincrasia de una región muy especial del país, en este caso su costa caribeña.
La historia de “Las Juanas” –cinco hermanas de padre, desperdigadas por un hacendado local en sus viajes por la zona, que regresan a vivir con él para desesperación de su soberbia esposa– está además llena del realismo mágico tan propio de la zona que vio nacer a Gabriel García Márquez, lo que tal vez explica por qué fue particularmente exitosa en otros dos países “costeños”: Panamá y Venezuela.
Y, encabezado por la despampanante Angie Cepeda, su joven elenco femenino –que incluyó a Susana Torres, Xilena Aycardi, Catherine Siachoque y Carolina Sabino– también ayudó a consolidar a Colombia en el imaginario latinoamericano como un país de hermosas mujeres.
Yo soy Betty, la fea (1999)
Declarada la telenovela más exitosa de todos los tiempos en 2010 por el libro de los Guinness World Records, “Yo soy Betty, la fea” fue estrenada en Colombia por RCN en octubre de 1999 y cesó sus primeras transmisiones el 8 de mayo de 2001.
Pero entre retransmisiones y versiones de terceros –la enciclopedia virtual Wikipedia registra al menos 28 adaptaciones, desde Alemania a Vietnam, pasando por China, EE.UU., India y Serbia; mientras que la versión de RCN fue transmitida en más de 180 países– la historia de la carrera y decepciones amorosas de la brillante pero poco agraciada Beatriz Aurora Pinzón Solano, “Betty”, todavía se mantiene vigente.
Pero, ¿cómo explicar su arrollador éxito? En una entrevista con BBC Mundo publicada en septiembre de 2006, Fernando Gaitán –el guionista de la serie y también de “Café con aroma de mujer”– ofreció alguna razones:
“Una primera conclusión es que la vanidad femenina es universal en cualquier cultura. La fealdad es un hecho común y la belleza es excepcional. Betty cuenta la historia de muchas mujeres, no solo por la fealdad, sino por la marginalidad, por la pobreza y por la marginalidad amorosa. Son rechazadas, no son tenidas en cuenta y tienen mucho trabajo para ascender, socialmente y laboralmente”, dijo Gaitán
“Lo segundo, indiscutiblemente, ha sido el humor. Creo que ha sido entendido en todas partes, siendo que el humor tiene la tendencia peligrosa a ser local. Creo que Betty logró una universalidad, en el sentido de la contradicción del personaje frente a su mundo, frente al glamour y la belleza’, agregó en ese entonces.
Además, como suele suceder en las telenovelas, la historia también tiene un final feliz. Pero eso ustedes ya lo sabían, porque muy probablemente también vieron “Yo soy Betty, la fea”.
Pedro el escamoso (2001)
Construida alrededor de la figura de Pedro Coral Talavera, la historia de este “escamoso” –como se le dice en algunas regiones de Colombia a aquellos individuos que se creen lo máximo–le dio a Caracol Televisión uno de sus primeros grande éxitos internacionales.
Y, de paso, confirmó al humor como una de las principales fortalezas de las telenovelas producidas en Colombia.Efectivamente, los largos rizos negros de este ingenuo pero noble “seductor”, incapaz de reconocer el ridículo cuando lo está haciendo y dueño de su propio mundo de fantasías, rápidamente lograron conquistar a toda Latinoamérica.
Y pronto su célebre “Baile del pirulino” se convirtió también en una constante de presentaciones colegiales y concursos humorísticos de televisión durante varios años.
Elegida como la mejor telenovela de Colombia en 2002, también fue objeto de adaptaciones en países como Portugal y México, donde se la rebautizó como “Yo amo a Juan Querendón”.
Pero como el original, interpretado por Miguel Varoni, no hay dos. Y eso América Latina lo sabe.
Sin tetas no hay paraíso (2006)
Basada en el libro homónimo de Gustavo Bolívar, “Sin tetas no hay paraíso” es una de los más conocidos ejemplos del subgénero de las “narconovelas”, que durante años parecen haber dominado la producción televisiva colombiana.
Una producción original de Caracol Televisión que en su momento rompió récords de audiencia en Colombia y se retransmitió por todo el continente, la serie fue además posteriormente adaptada para mercados específicos como el español y el de Estados Unidos, aunque estos últimos cometieron el pecado de cambiar “tetas” por “senos” en el título.
Porque, al fin de cuentas, cuando la personaje principal –Catalina, interpretada por María Adelaida Puerta– decide colocarse implantes para poder atraer a los narcotraficantes que muchas en su entorno ven como su mejor opción para salir de la pobreza, los eufemismos quedan sobrando.
Polémica y acusada de promover no sólo estereotipos físicos sino también la cultura narco que tanto daño ha hecho a Colombia, la telenovela termina sin embargo con una moraleja.
Y su guionista, Gustavo Bolívar –la pluma detrás de las muy populares “El Capo” y “Los tres caínes”– siempre ha defendido el derecho a contar historias “crudas, pero verdaderas” que alimenten el debate, en lugar de intentar obviar la dolorosa historia reciente.
Escobar, el patrón del mal (2012)
Para contar la historia de Pablo Escobar Gaviria, el narcotraficante más célebre y poderoso de todos los tiempos, Caracol Televisión no dudó en tirar la casa por la ventana: “Escobar, el patrón del mal” es considerada la serie más ambiciosa y costosa en toda la historia de la televisión colombiana.
Pero su recepción, dentro y fuera del país, sugiere que el esfuerzo –en el que participaron más de 1.300 actores, que trabajaron en cerca de 450 locaciones de Miami, Bogotá, Medellín y la costa del caribe y los llanos colombianos– definitivamente valió la pena.
En Colombia, por ejemplo, el primer capítulo de la serie de 63 capítulos rompió todos los records de audiencia.
Y a nivel mundial – a diciembre del año los derechos para su retrasmisión ya habían sido comprados por 66 países- volvió a poner el nombre de Escobar en boca de todos, lo que obviamente generó todavía más polémica.
Efectivamente, a 20 años de su muerte Colombia todavía es un país dividido por el recuerdo del capo y las diferentes formas de lidiar con su leyenda negra, por lo que no todos recibieron bien la idea de la telenovela.
Pero sus productores siempre insistieron en que la misma tiene un importante rol que jugar, pues “los países que no conocen su historia están condenados a repetirla”, como dice un mensaje que aparecía al inicio de cada capítulo de la serie.
Y entre sus productores generales se destacan los familiares de dos de las víctimas más emblemáticas de Escobar: Juana Uribe -sobrina del político Luis Carlos Galán- y Carlos Cano -hijo del exdirector del diario El Espectador, Guillermo Cano, ambos asesinados por órdenes de “El patrón del mal”, ahora protagonista de telenovela.