Lo he visto cantar como chibolo oxigenado –“Combate” con empeño digno de mejor causa, hacer coreografías cuadriculadas con los Yaipén. Puro músculo y pura disciplina, hasta cuando rechaza los triángulos amorosos en los que se afanan por meterlo. Quiero preguntarle si no huye de algo refugiándose en la chamba.
Te prodigas en muchas facetas, ¿te cansas en algún momento?Sí, claro. Pero tengo una ideología que me enseñaron muy pequeño, en casa. Que debo intentar hacer todo al 100% porque más adelante veré los frutos. Por eso me hecho dos tatuajes en el hombro, como un robot.
Y no sientes que el trabajo es una manera de ocuparse para evitar estar a solas con uno mismo.Tal vez, no me he puesto a pensar en eso. Cuando estoy solo sin hacer nada, pienso en ciertas preocupaciones. Cuando hago todo mi trabajo, quedo cansado y no tengo tiempo de ponerme melancólico o triste, porque soy llorón. Cuando estoy estresado, también me pasa eso. Sí, trabajar tanto puede ser un escape a pensar cosas negativas.
¿No será que hay que atrapar las oportunidades porque la carrera de un actor y cantante no dura mucho?También, pero creo mucho en Dios, en sus señales. Es cierto que hay oportunidades que, si no las coges, pierdes. Dios acomoda las cosas y eso me ha pasado en la vida.
¿Con el paso de los años estás siendo más selectivo?Sí, es que ya no estoy solo. Está mi familia, pregunto a la gente que me quiere mucho. Ya puedo decir “esto no”.
¿Por eso decidiste dejar la orquesta de los Yaipén? Estaba complicándolos. En vez de sumar, empezaba a restar. No estaba dando ni el 80%, Dios me mandaba otra señal. Creo en Dios desde que era niño sin ser fanático. Tengo un lunar de pelo acá [se toca la coronilla] y alguien me dijo: “Parece que Dios te ha tocado con su varita”.
¿Te da nostalgia la Joven Sensación?Fue una experiencia increíble. Creo que el mánager (Daniel Venegas) no sabía todo lo que iba a pasar, no estábamos preparados para todo lo que vino. Me da nostalgia porque salté muy rápido las etapas de mi vida, no disfruté mis 17 o 18 años, no fui a campamentos con mis amigos, no tengo juergas en la playa. Perdí un montón de diversión. En un momento de mi vida me puse muy serio.
Y ahora quieres ser un niño y eres menos serio.Sí, soy muy responsable, pero también me gusta que me engrían. Ahora soy como un niño grande y hago bromas en el trabajo todo el tiempo a todos en el equipo. Y gracias a Dios llegó a mi vida la actuación, que me permite ser más extrovertido, decir lo que pienso, botar todo lo que Christian temía botar.
A los 31 estás siendo el adolescente que no llegaste a ser.[Ríe] Sí, pues, mantenerme joven, o al menos jovial. Por eso trato de reír y así no lloro, porque acuérdate que soy llorón.
¿Estudiaste actuación?Todo lo que sé de actuación me lo enseñó Michelle Alexander.
¿Es tu Natalia Málaga, la que te ha carajeado?Es mi ‘mamá’, le digo así por el respeto que le tengo. Me ha carajeado más que mi madre, me ha dicho la vela verde. Si Michelle me dice hagamos tal cosa, le diré: “Aquí estoy, mamá”.
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