Hace 500 años Nicolás Maquiavelo escribió El príncipe, un tratado de teoría política para un hipotético jefe de Estado. Esta obra, una de las más difundidas y traducidas de la literatura italiana, ha inspirado una enorme cantidad de personajes en la cultura popular que se califican de maquiavélicos.
El término ha pasado a formar parte del lenguaje cotidiano para describir a toda persona que ostenta muchos de los rasgos que caracterizan al príncipe del escritor italiano, como la disposición a actuar por conveniencia en detrimento de otras consideraciones morales, y la capacidad de obtener aquello que se desea por medio de engaños y complejas elucubraciones.
A continuación les presentamos una lista de cinco personajes ficticios que, al igual que el príncipe, han logrado cautivar al público con su personalidad y pese a sus acciones.
1. TONY SOPRANO Tony Soprano, capo de la familia mafiosa de New Jersey en la popular serie de televisión estadounidense Los Soprano, es un hombre que no tiene problemas en mentir, estrangular o matar a tiros a sus enemigos, para mantener su posición.
Sin embargo, no está muy de acuerdo con las estrategias de El príncipe y la reflexión que sus colegas hacen sobre la obra de Maquiavelo. Tony prefiere, en cambio, El arte de la guerra del general y filósofo Sun Tzu, un libro que le recomienda su terapeuta.
Pero para quien haya leído El príncipe, el paralelo entre el modus operandi de ambos personajes es evidente.
Podría decirse que uno de los pasajes más conocidos de la obra del escritor italiano es aquel en el que se pregunta qué es mejor: inspirar miedo o inspirar amor.
¿Es mejor ser amado que temido o temido que amado?, escribe Maquiavelo. La respuesta podría ser que uno debería desear ser las dos cosas, pero como es difícil aunar las dos en una persona, es más seguro ser temido que amado, cuando hay que descartar una de las dos.
2. TOM RIPLEY Tom Ripley es verdaderamente maquiavélico. Así describe el filósofo británico John Gray al personaje central de la novela de Patricia Highsmith El Talento de Mr. Ripley, llevada al cine por Anthony Minghella.
Ripley no permite que sus emociones guíen su comportamiento y, cada vez que puede, sigue un plan cuidadosamente elaborado para engañar a los otros, explica Gray.
Está dispuesto a recurrir a la violencia para conseguir sus objetivos, pero sólo cuando la considera necesaria y efectiva. No está sujeto a los códigos morales tradicionales y se esconde tras una máscara que oculta sus propósitos y estrategias, añade.
En cuanto a sus metas, son opuestos. Maquiavelo considera que hay que ser implacable para conseguir un fin político el establecimiento de una república que se autogobierne mientras que Ripley es despiadado en pos de un beneficio personal: vivir una vida de lujo en un lugar maravilloso.
En efecto, concluye Gray, Ripley es el Maquiavelo de la era de la privatización.
3. LORD VARYS y LORD BAELISH JUEGO DE TRONOS La lucha entre Lord Varys y Lord Petyr Baelish por ser el más maquiavélico mantiene entretenidos a los seguidores de la serie. Varys es un eunuco en la mejor tradición de la historia bizantina. Carece de buena cuna y de la posibilidad de progresar siguiendo la carrera militar.
Protege su fortuna y su vida volviéndose útil para aquellos que, de otra manera, se verían tentados de destruirlo. Su apodo es La araña pues maneja una red de informantes para acumular la información que necesita para manipular a otros y así ir alcanzando sus propios intereses. Baelish es completamente despiadado y, aparentemente, más vengativo que Varys.
Cuando una asistente suya le revela información a Varys, éste no duda en ofrecersela al rey, sabiendo que éste la matará cruelmente. Es ambicioso y quiere obtener el estatus de noble que no tiene. Su principal habilidad es su experiencia en el mundo de las finanzas.
Además de controlar las cuentas del palacio, Baelish maneja información, que utiliza luego para crear fricción entre distintas facciones. El caos no es un pozo. Es una escalera, dice. Muchos de los que tratan de subirla se caen y no lo vuelven a intentar. La caída los quiebra. Y algunos, cuando tienen el chance de subirla, lo rechazan. Se aferran al reino, a los dioses o al amor. Sólo la escalera es real. Subirla lo es todo.
4. YAGO OTELO Mientras que Tony Soprano o Tom Ripley son de esos villanos a los que nos resulta difícil odiar, el Yago de Otelo pertenece a una liga muy diferente.
Yago es el personaje maquiavélico mejor conocido de Shakespeare y, sin embargo, nunca admite la influencia de Maquiavelo, dice Gordon McMullan, del London Shakespeare Centre del Kings College de Londres.
A diferencia de uno de los personajes de Las alegres comadres de Windsor, que se pregunta irónicamente ¿Soy político? ¿Soy sutil? ¿Maquiavélico?, Yago no reconoce ninguna influencia y trata de darnos la impresión de que es él mismo quien ha pensado sus acciones, comenta McMullan.
Al final de la obra, cuando sus engaños quedan al descubierto y finalmente es arrestado, queda en evidencia que no ha seguido los consejos de Maquiavelo: mantenerse en el poder a costa de otros.
Pero hay que reconocer que la mayoría de los personajes maquiavélicos británicos suelen fracasar el Barrabás de El judío de Malta de Christopher Marlowe muere en agua hirviendo frente al público y Yago, en todo caso, no está en condiciones de seguir los consejos del escritor italiano porque, simplemente, no tienen el estatus que se requiere para ponerlos en práctica.
Para el poeta, dramaturgo y critico literario T. S. Elliot, la historia de la influencia de Maquiavelo ha sido la historia de las varias formas en las que ha sido malinterpretado. Es decir, Maquiavelo estaba describiendo lo que los gobernantes de las ciudades-estado italianas habían hecho o tenían que hacer para mantenerse en el poder, no estaba recomendando hacer estas cosas sin preocuparse por su valor moral.
Pero más allá de la malinterpretación que se haya hecho o no de sus palabras, lo cierto es que Maquiavelo ha sido una fuente de inspiración para muchos dramaturgos británicos señaló T.S. Elliot.
5. LA MARQUESA DE MERTEUIL- RELACIONES PELIGROSAS La Marquesa Isabelle de Merteuil, interpretada por Glenn Close en la película Relaciones peligrosas, basada en la novela de Chaderlos de Laclos, es la mitad de un dúo maquiavélico del siglo XVIII. La otra mitad es el Vizconde de Valmont, encarnado en el film por John Malkovich.
Valiéndose del sexo como arma para conquistar a los hombres que la rodean, la marquesa elucubra un malévolo plan para vengarse de un antiguo amante, arruinando la virtud de la joven con la que va a casarse.
La marquesa utiliza a otro viejo amante Valmont para seducir a la joven, Cecil de Volanges. El mundo de la marquesa está plagado de intriga, manipulación y engaño. Como el príncipe de Maquiavelo, es carismática y al tiempo repelente.
Es capaz de destruir a hombres y mujeres por igual con tal de mantenerse en control. Cuando Valmont expresa su admiración por la forma en que logra que la gente haga lo que ella quiere, la marquesa le explica cómo debió inventarse a sí misma para sobrevivir en un mundo dominado por hombres.
Cuando ingresé en la sociedad tenía 15 años, ya sabía qué papel estaba condenada a jugar. Es decir, debía mantenerme callada y hacer lo que me dijesen. Esto me dio la oportunidad perfecta para escuchar y observar. No lo que la gente me decía, que por supuesto no me interesaba, sino aquello que estaban tratando de esconder. Practiqué la indiferencia. Aprendí a mostrarme alegre mientras bajo la mesa me clavaba un tenedor en el dorso de mi mano.
Me convertí en una virtuosa del engaño. No buscaba mi placer, sino conocimiento. Consulté a los más estrictos moralistas para aprender como pretender ser, filósofos para saber qué pensar y novelistas para ver cuán lejos podía llegar y, al final, destilé todo en un principio maravillosamente simple: ganar o morir.
En un mundo en el que, según Maquiavelo, tanta gente tiende a ser malvada, ganar antes que morir exige adoptar estrategias amorales.
Maquiavelo, sin embargo, no habría aprobado la crueldad incesante de la marquesa. La crueldad, decía el escritor, es un mal necesario para mantener el orden y se justifica en interés del bien común. La marquesa, en cambio, recurre a la crueldad por puro gusto.