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Cuando oí a Beto Ortiz esbozar el contenido de “La noticia rebelde”, y cuando vi que lo lanzaron a horario de ‘late show’ (domingos, 11 p.m.); me quedó claro cuál podría ser su principal problema y su principal reto: separar el enfoque serio que pide la actualidad política del enfoque chonguero que mandan la hora, sus habilidades y la división del trabajo en la TV (Galdós, Magaly y “Amor, amor, amor” exprimen a la farándula en el mismo canal, de modo que esta ya no sería atractiva para LNR).
Pero, esta vez, Beto tenía claro el problema que no supo manejar en anteriores temporadas. Lo ha atacado de manera práctica: empezando con los temas políticos duros y deslizando progresivamente el chongo. Además, en su gestualidad y sus monólogos advierte qué va en serio y qué va en broma.
Por lo tanto, la alternancia de humores, bien manejada, no fue una traba. Por ejemplo, el reportaje con una entrevista ‘póstuma’ (antes de su huida y captura) a Martín Belaunde Lossio, fue comentada en el set con Salomón Lerner y Ana Jara, en plan grave; y más adelante el asunto de las cuentas de Nadine Heredia dio pie a un videoclip que parodiaba al “Material girl” de Madonna.
El problema de Beto, además de los nervios al monologar, no está en el sentido del humor ni en el de la seriedad, sino en el sentido de la política. Su manejo de la entrevista dominical es defectuoso. En el día a día, sus largas chácharas le permitían un eficaz cuchareo. Pero en un dominical, con poco tiempo, se despista. Jara y Lerner le tuvieron que ‘explicar’ muchos temas. O trabaja mejor el efecto político, o se desliza más al chongo. Ese debe ser su dilema.