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En julio del 2008, Roberto Gómez Bolaños conversó con El Comercio, como antesala para el que sería su regreso al Perú con motivo del estreno de la comedia “11 y 12”. En diálogo con telefónico con el periodista y escritor Enrique Planas, el humorista recordó cuando nos visitó con el elenco completo de “El Chavo del Ocho” en 1979 y cómo la gente llegó a romper las mallas de seguridad del aeropuerto para intentar acercarse: “Debo suponer que ya deben haber reparado las instalaciones”, bromeó. “Tengo excelentes recuerdos del Perú, uno de los países que más ambicionaba conocer. Las culturas de México y del Perú son las más parecidas y distinguidas por su pasado precolombino. Cuando estuvimos allá, sentimos la gran amabilidad de la gente. Por ejemplo, en Cusco, ciudad a la que por varias razones llegamos muy tarde, todos soportaron estoicamente, esperando horas para recibirnos. Fue un cariño muy generoso que no se puede olvidar”, dijo en la conversación que transcribimos a continuación íntegramente.
Es curioso ver cómo el tema de la pérdida de la virilidad, uno de los mayores miedos para un hombre, es también uno de los tópicos del humor...
Allí puede haber una paradoja. Lo primero de lo que yo me burlo es de mí mismo. Lo he hecho siempre. Evito burlarme de lo ajeno. Tampoco de otras tendencias sexuales. Al momento de escribir para el teatro no puedo dejar de ser pícaro. Ahora lo hago en esta obra y la gente se ríe deliciosamente. La obra debía ser picante, porque en el teatro uno puede hacer lo que no en televisión. Evité, de cualquier modo, que el público pudiera ofenderse. Recomendamos que no vayan niños menores de 11 o 12 años para que coincida con el título. ¡Aunque ahora los chicos están más avispados!
“11 y 12” es un juego de palabras que se revela dentro de la obra. Su humor siempre ha jugado con el lenguaje para generar malentendidos a partir de eso...
Yo siempre he mantenido como teoría de mi humor el factor importantísimo del lenguaje. Es un problema de semántica. Los significados de las palabras cambian según el lugar. Algunas palabras no solo tienen sentidos distintos sino opuestos.
¿Cuáles, por ejemplo?
'Pendejo' es una palabra que evité siempre en mis programas. Es muy fuerte, en televisión no se oye. En Guatemala, en cambio, suena muy suavecita. Y en México suena muy suave 'baboso' mientras que en otras partes de Latinoamérica es fortísima.
¿Es verdad que cuando llegue al Perú tendrá un encuentro con Alan García? Supongo que ya le han advertido de la diferencia de estaturas...
Para mí será un honor. Yo siempre evito, no por miedo sino por respeto, opinar sobre política. Tanto en México y con mayor razón fuera de mi país. Una vez hice un spot muy pequeño para televisión cuando entró Fox a la presidencia, porque él produjo un cambio enorme en el país. Un peruano muy famoso como Mario Vargas Llosa dijo que el PRI era la dictadura perfecta. Y eso era; la expresión resultaba atinadísima. Eso es lo más avanzado que he hecho. Jamás he pertenecido a un partido político ni perteneceré. No me gustan. Pero respeto las ideas políticas de todo el mundo.
Usted decía que su mayor éxito , más allá de lo conseguido en la televisión, fue haber dejado de fumar. ¿Es diferente escribir libretos con un cigarrillo prendido que sin él?
Durante un tiempo sí lo fue. Coincidió con el fin de la proyección directa de mis programas en televisión. Al escribir, parecía que una palabra, una frase o una idea estuvieran en la nicotina, y yo daba una chupada al cigarrillo para encontrarlas. Llenaba los ceniceros. Eso me estaba quitando mucho aire, me lastimaba la garganta y los pulmones. Tengo un enfisema muy pequeño, pero que tendía a aumentar. No desaparecerá nunca; allí lo tengo, pero no ha crecido desde que lo dejé. Y ya van 13 años de eso.
En una entrevista decía que leía de todo menos novelas. ¿Por qué?
Me gustan mucho la historia, los ensayos, la poesía. Pero cuando descubro la intención del autor de novelas de asustarme, preocuparme o hacerme reír, me da coraje. Pero la razón más importante es el tiempo. No puedo leer todo lo que quisiera, sobre todo cuando uno va cumpliendo muchos años.
Ídolos del humor mexicano como Cantinflas o Tin Tan siempre se rodeaban en sus películas de actores sin gracia para destacar. Usted al construir al Chavo y al Chapulín supo rodearse de un elenco brillante.
Ha dicho una verdad enorme que no ha sido advertida por muchos. Más bien me preguntan si no me preocupaba que alguien se luciera más que yo en los programas. Y yo decía siempre que lo que me molestaría es que no se lucieran. El arte dramático es un trabajo de conjunto, y lo mejor es que la gente que te rodea sea buena. Uno actúa mejor si el compañero lo hace bien. Si no, es muy difícil llevar el ritmo. Esa es una de las cosas de las que presumo. No creo que sea fácil encontrar a un grupo de tanta calidad, en la actualidad o en el futuro, como fue ese elenco.
La primera vez que le ofrecieron actuar, usted tenía mucho miedo al ridículo. ¿Cuándo superó su miedo escénico?
Pues casi a la fuerza. Yo pensaba ser escritor toda mi vida, y sigo básicamente siéndolo. Pero en un programa de televisión en vivo con Viruta y Capulina, que escribía yo, faltó un actor. ¿Qué hacemos?, pregunté. ¡Pues hazlo tú, que escribiste el libreto y te sabes la letra!, me dijeron. Entré a salvar el asunto como pude y les gustó, y me pidieron que insistiera. Y me fui metiendo poco a poco. Tenía 29 años, un poco tarde para entrar a la actuación.
Usted escribió el papel de Chapulín para otros actores. ¿En quién pensó primero para llevar el supertraje?
Sí, se lo ofrecí a varios actores y todos, afortunadamente, lo desecharon. No sé por qué.
¿Se anima a revelarme nombres?
Ah, caray. No lo he dicho nunca, pero le voy a decir uno porque ya falleció: Roberto Guzmán, hermano de Magda Guzmán, una actriz muy famosa. Otro fue Héctor Lechuga, y otros cinco más.
¿Fue muy difícil separarse de personajes como el Chapulín o el Chavo?
No mucho. Siempre he sido muy consciente de que la edad no se detiene, y que todo en la vida son ciclos. Mi programa terminó sorpresivamente, pues la empresa decidió poner solo telenovelas en los mejores horarios. Por entonces yo ya no hacía el Chavo ni el Chapulín. Nunca pretendí que el público creyera que yo era un niño. Era un adulto que interpretaba a un niño, y cada vez era más difícil interpretar al personaje de una forma creíble. Por otro lado, el Chapulín Colorado necesitaba de una gran agilidad. Yo fui muy deportista y pude encarnarlo buena cantidad de años, pero fui perdiendo facultades y ya no podía seguir. Pero podía hacer otras cosas. ¡Hoy, por ejemplo, podría hacer al doctor Chapatín sin necesidad de maquillaje!
¿Televisa le cerró el programa sin previo aviso?
Fue una decepción salir del aire sin que me avisaran. Lo curioso es que faltaban 10 días para que se cumplieran mis 25 años ininterrumpidos al aire. Emilio Azcárraga, mi gran amigo, me dijo luego: “¿Por qué no me avisaste?” y yo le respondí: “¿Por qué no me preguntaste?”.
¿La televisión es siempre ingrata?
Sí. Pero yo he tenido una cierta relación de simbiosis con Televisa. Ella hizo un gran negocio con mis programas, pero me puso en un escaparate sensacional; me llevó por todo el mundo. Así que estamos pagados.
¿Qué piensa de la versión animada del Chavo?
Tiene una función muy útil: hace perdurar al personaje. El ratón Miguelito es el mismo desde hace 80 años, y el personaje del Chavo puede durar igual. Se va a hacer una película del Chapulín, un largometraje con animación en 3-D y sucederá lo mismo. No podrán hacer exactos a los personajes, menos a mí que soy poco caricaturizable. Pero es un sustituto que no me molesta. Realmente no espero que los niños recuerden al Chavo con mi cara.
Sin embargo, uno siempre prefiere el original. ..
Sí, tal vez, pero el original no puede perdurar mucho. Los otros sí pueden durar y adecuarse a los cambios que vengan.
¿A punto de cumplir 80 años, que le queda por hacer?
Seguir escribiendo. Y trabajando en todo lo que el físico me permita. Pero voy bien en eso. Mientras no me venga un Alzheimer, seguiré en ello.
RECORDANDO AL AMIGO
“Siempre envidié a Ramón Valdez”
Roberto Gómez Bolaños siempre dice que no ha podido encontrar una explicación al éxito del Chavo del Ocho. Y no se trata de falsa modestia.
“Cuando digo eso en verdad es algo que he pensado muy seriamente” --dice--. “No encuentro la explicación por más que quiera: yo soy chaparro, bajo de estatura, pero no tan enano como para reírse de mí. Soy feo, pero tampoco de una fealdad que genere risa. Y tengo muchos detalles físicos malos para la risa; por ejemplo, la boca chica, algo fatal para el actor cómico. Como ejemplo de actor cómico siempre he puesto a Ramón Valdez, quien siempre me daba una envidia enorme, porque tenía todo humorístico. El cuerpo, la cara, la expresión y la capacidad humorística. Era un hombre muy gracioso”.