Mi hijo ya cumplió dos años y la típica pregunta de ¿para cuándo la niña? es cada vez más recurrente. La respuesta depende de mi estado de ánimo y de quién lo pregunte. Si es un amigo le confío las razones de la postergación. Si es alguien que apenas conozco, solo le sonrío. Y si se trata de un conocido con quien no tenemos mucha cercanía digo: «Qué flojera». Que en realidad no significa qué flojera tener otro hijo sino qué flojera tener que explicar –una y otra vez–algo tan personal.
Lo alucinante de la interrogante es que viene con adicionales. El primero y más pintoresco es el deseo de que Fabio tenga una hermana para completar «la parejita». Como en los cuentos con final feliz o las fotografías de publicidad de los centros comerciales: papá, mamá, hijo e hija sonriendo a la cámara. Como si una familia de tres estuviera coja.
Lo que a mí me entusiasmaría de darle un hermano o hermana a Fabio es que desde niño tenga un cómplice, un par con quien interactúe en casa. Alguien para que se pelee, lo ayude, sienta celos, comparta. Alguien a quien admire, quiera pegarle, le desespere, o un compañero para que juntos comploten contra mí. Y eso puede hacerlo con un hombre o una mujer.
Pero junto al deseo de una «princesita » en la familia viene la queja de lo que eso supondría. ¿Han escuchado ese absurdo de que las niñas dejan deforme a la madre?. ¡Oh por Dios! Cuando recién me embaracé muchas personas se aliviaban al escuchar que tendría un varón porque, según no sé qué creencia, cuando das a luz una mujer el cuerpo se te desgracia: «Y tú sales en la tele». Es más, recuerdo que cuando comentaba que no tenía antojos ni malestares durante la gestación me decían que aquello era normal porque no esperaba a una mujer.
¿De dónde sacan eso? Si todo depende de cada mujer y de cada cuerpo, no del niño o la niña que llevas en el vientre. A menudo ni siquiera tiene que ver la edad de la gestante. ¿Se dan cuenta de qué significa ese mensaje? Que las mujeres molestan desde que las concibes. Creo que todo está relacionando a esa tonta frase machista de «Mujer que no jode es hombre». ¿Acaso los hombres no lo hacen?
¿No tienes un jefe al que te provocaría agarrar de piñata porque cuando estás por irte a la casa te da más trabajo o te llama el fin de semana para adelantarte lo que desea para el lunes o apenas ve que te paras del asiento te pregunta a dónde vas?
¿Qué me dices del suegro malhumorado que en los almuerzos no habla salvo para criticar a su hijo o a ti? Le sirves una taza de leche y dice que está muy fría, se la calientas y te grita: ¡Me quemaste!
Y también está el cuñado que solo dice cosas desatinadas. Incomoda con sus chistes y comentarios clasistas, sexistas o racistas. El mismo que se toma dos copas de más y hace el ridículo y no para de molestar a tu hermana con esa voz ronca e incomprensible.
¿Qué me dicen de ese esposo que llega a la casa con sus amigotes el viernes en la noche porque quieren despedir del trabajo al primo del amigo del tío de su asistente? Y tú esperándolo en baby doll en el cuarto porque hace tres semanas no pasa nada. ¿O cuando organizas una cena romántica por su cumpleaños en el mejor restaurante de Lima y no le da la gana de salir, porque está empachado desde el almuerzo?
O ese amigo que llega a la reunión de reencuentro del colegio cruzadazo porque resulta que se peleó con la enamorada y no quiere tomarse ni una chela, no se ríe de los chistes y más bien critica a todos, analizando cada situación como si alguien lo hubiera nombrado el psiquiatra del grupo.
Y están esos políticos que antes de aceptar una invitación para una entrevista preguntan quién más irá y al escuchar un nombre que no les gusta te cancelan o te dan la lista de aquellos con quienes sí se sentarían. Por favor, señores, ustedes también molestan y bastante. Lo que pasa es que les hacen menos propaganda, ¡nada más!