Caterina Notargiovanni
Cristina y Baptiste no se conocen ni se parecen, pero tienen algo en común: ambos se animaron a dejar sus países, amigos, familias y trabajos para aventurarse a venir a vivir al Perú. ¿La razón? Se enamoraron de peruanos. Y lo hicieron a pesar de que al resto del mundo les parecía una locura. «Mi familia me decía que lo pensara mejor, que no lo conocía lo suficiente… nadie estuvo de acuerdo con mi decisión », recuerda Cristina, colombiana de 25 años. «Mis amigos me decían: ¿Perú? ¿Dónde es?», relata Baptiste, entre risas. Él – un belga de 34 años- vivía en Madrid cuando conoció a su peruana y aunque tenía en mente venir a vivir a Latinoamérica, Perú nunca estuvo en sus planes.
Aquellas historias de amor no prosperaron. La de Baptiste duró 3 años. La de Cristina, 11 meses. Pero por distintas razones, ninguno de los dos regresó a su país. Aun cuando después de las separaciones quedaron completamente solos. Cristina y Baptiste no se conocen ni se parecen, pero ambos no solo resistieron el duelo en tierras extrañas, sino que supieron sacarle provecho a esa adversidad.
IRSE O NO IRSE, ESA ES LA CUESTIÓN.
Es difícil pensar con claridad cuando hay amor de por medio, sobre todo en las primeras etapas de una relación, pero el psicólogo Rafael Del Busto recomienda hacerse algunas preguntas antes de armar las valijas: ¿Qué tanto conozco a la persona? ¿Qué sé sobre sus hábitos y su cultura?
«Y más que conocer sobre sus gustos o sus comidas preferidas, es importante saber qué ideas tiene de la vida, de la familia, del hombre, de la mujer», señala el psicólogo.
Baptiste llevaba un año de novio en España cuando decidió continuar su historia de amor en el Perú. «No fue fácil porque no era solo adaptarme al país sino a vivir juntos por primera vez. Ahí te das cuenta de cosas que antes no te habías dado cuenta», relata.
Cristina -quien se enamoró de un abogado peruano de 30 años en su Bogotá natal- relata que ni bien llegó al Perú se encontró con una persona muy diferente a la que la había seducido. «Dejó de ser un caballero, me prohibía salir sola con la excusa de que no conocía la ciudad, me controlaba cuando hablaba por teléfono, estaba siempre de mal humor y se pasaba mirando televisión. Era otro», dice.
Lo que Baptiste y Cristina relatan puede pasarle a cualquier pareja, pero sus efectos son diferentes cuando dejaste todo y estás en un contexto extraño. Del Busto insiste con que además de «conocer» al otro es importante saber cómo es su familia: «Puede haber diferencias culturales muy fuertes».
A Baptiste, por ejemplo, le costó lidiar con la costumbre de los ineludibles almuerzos familiares domingueros: «Y no es de una hora o dos, ¡es de todo el día!». A Cristina, la dependencia del ex novio con su madre: «Lo trataba como a un niño de 5 años y él encantadísimo. Los amigos peruanos decían que eso es lo más normal acá». Para evitar cortocircuitos culturales, el psicólogo recomienda hacer la mudanza internacional en dos etapas. Primero, visita para conocer a la familia, los amigos y para saber cómo te sienta la nueva cultura. Si hay empatía, entonces no será tanto un salto al vacío sino una decisión a conciencia.
¿VAMOS MUY RÁPIDO?
La pregunta es común a muchas parejas, pero cobra más sentido cuando la decisión de vivir juntos implica dejar todo y mudarse. «Cuando son amores muy rápidos, hay que ver que no sea una emoción intensa pero pasajera, que en psicología llamamos atracción. Hay que ver si hay enamoramiento real», dice el psicólogo.
¿Es posible saberlo? Del Busto es contundente: «El amor a primera vista no existe. Lo primero que sentimos es atracción. Después uno entra a la etapa del deseo, en la que uno identifica que el otro es una necesidad para uno. Luego recién empieza la etapa del enamoramiento real. Es cuando uno idealiza al otro, es cuando no le ve defectos y si se los ve, piensa que ya va a cambiar. O sea, lo que ya no es una emoción intensa, empezó a convertirse en enamoramiento », explica.
Además de tener en cuenta estos procesos románticos, el psicólogo recomienda pensar en la economía. «¿Cómo me voy a mantener? Se corre el riesgo de quedar dependiente del otro y eso no es bueno», asegura. En esa situación quedó Cristina cuando se le terminaron los ahorros traídos de Colombia. «Fue desagradable, yo siempre fui independiente pero no conseguía trabajo, terminé dependiendo de él para todo».
OPORTUNIDAD
Baptiste es economista, pero en el Perú se convirtió en empresario. Él y su ex pareja crearon un sitio en San Isidro conocido por los amantes del chocolate. «Si me hubieras dicho hace 5 años, cuando trabajaba en un banco en Bélgica, que yo iba a terminar haciendo tortas de chocolate en el Perú, habría pensado que estabas loca», señala. Su nuevo oficio le «gusta bastante».
Cristina, enfermera de profesión, descubrió que su pasión por el maquillaje de toda la vida podía convertirse en fuente de ingresos y también, sin proponérselo, se convirtió en una pequeña empresaria que se gana la vida maquillando novias y quinceañeras. «No sabía de lo que era capaz hasta que me encontré entre la espada y la pared... Ahora de la enfermería ni me acuerdo», cuenta y lanza una bulliciosa carcajada.
Así que si piensas lanzarte a la aventura, asegúrate de ir con paracaídas. Y ponerle buena cara a cualquiera que sea el resultado.