Dicen por ahí que despedirse para siempre de una mascota es una de las experiencias más dolorosas que le puede tocar vivir a un ser humano. Desde el momento del diagnóstico, en caso haya enfermedad, o la noticia de un accidente, el proceso siempre es confuso y para quienes lo viven por primera vez, siempre habrá más preguntas que respuestas.
En esta nota, tres familias comparten lo que fue decirle ‘adiós’ a los perros que cuidaron durante varios años. En ninguno de los casos fue fácil, pero al final todos concluyen en que, por más que duela, la mejor forma de despedir a una mascota es pensar en ella y dejarla ir.
KIRA
Esta Beagle sí que dio mucho de qué hablar. Sus inagotables ganas de comerse todo la hicieron famosa. Ximena Canessa, quien la tuvo desde cachorra, no se olvida de la vez que su Kiralín se comió los triples del cumpleaños de su hijo, ni de las almendras que sacó de la maleta de su papá pese a estar cerrada. Tampoco se olvida de la vez que se subió a la mesa de su cocina para tragarse una caja llena de manás. Kira era voraz, pero también era tierna y noble. Ximena, su esposo Manuel y sus hijos la amaban, era un miembro más de la familia.
“Kira se convirtió en… uff, esto es muy fuerte. Ella fue mi compañera, le conversaba sin esperar respuesta … (silencio)… He parido tres hijos y ella fue tan hija como ellos. Uno se preocupa igual; por su comida, su salud, su entretenimiento. Si yo llegaba de malas, ella solo me movía la cola. Y es que ellos, sin decirlo con palabras, te dicen ‘aquí estoy’. Son puro amor”.
Y ese mismo amor es el que Ximena y familia le devolvieron a Kira cuando ya no podía andar más. Una operación de columna a los 10 años de edad y otra por un tumor a los 14 años le pasaron factura. La recuperación fue lenta, dura, pero salió adelante y vivió varios meses más. Hasta que un segundo tumor llevó a Ximena a hacer una de las preguntas más difíciles que ha hecho.
“Le pedí al veterinario que fuera honesto. Kira estaba por cumplir 16 años y quería opciones, pero me respondió que no era necesaria ni recomendable una nueva cirugía. Decidimos observar cómo seguía, pero yo sentía que estaba siendo egoísta por no querer alejarme de ella, ¿Qué tal si la estaba haciendo sufrir? Era lo que menos quería. Uno quiere que ellos siempre estén ahí, pero con calidad de vida y Kira no la estaba teniendo”.
A Kira le hicieron una fiesta de despedida en casa y cuando llegó el momento de dormirla, Ximena y Rafaela, su hija mayor, estuvieron a su lado.
“Todo ese rato me estuvo mirando. Yo le hablaba, le daba las gracias por todos los años que nos había dado y le repetía que siempre estaría con nosotros. Se quedó dormida mirándonos y sí fue importante estar cuando cerró sus ojitos para siempre, yo era su mamá. Es muy fuerte tener que decidir que llegó el momento, pero debe de prevalecer el bienestar de ellos. Finalmente se hace lo que se puede y lo mejor es dejarlos partir en paz”.
BONO
Despedir a Bono para siempre fue tan difícil para Sandra Moshkevich que el mismo día en que lo puso a dormir, donó su ropa, correas, juguetes, platos y demás a un albergue y volteó todas las fotos que tenía de él en su departamento. Haber pasado casi 14 años con este Schnauzer blanco sumaba demasiadas historias como para digerirlas de golpe en una última visita al veterinario.
A Bono lo compraron en Monterrey, México, cuando según dice Sandra, el adoptar una mascota aún no era tan común. Fue el último cachorro de su manada en ser elegido, nadie lo había querido por tener un tamaño que lo descalificaba para pedigrí. Quién diría que terminaría viviendo en Los Ángeles, California, siempre cerca del glamour que emana Hollywood y sus historias.
“Éramos inseparables. De chiquito yo me levantaba a las 5 de la mañana para enseñarle a hacer ‘pipí’ afuera. Luego me acompañaba a todos lados; fiestas, playa, mall, parques… Yo entraba a restaurantes o discotecas y él se quedaba en el carro, lo cuidaban los valet parking”.
Eventualmente, Sandra regresó a Lima. Tuvo un hijo, Dylan, se casó y Bono, conocido por ser gruñón -particularmente con los niños-, lo aceptó todo.
Tiempo después, ya con un Bono de 13 años de edad, un día Sandra notó que su adorado bigotón se había adelgazado. Le hizo todas las pruebas posibles y le diagnosticaron leucemia. Una segunda opinión arrojó linfoma.
“¡Cáncer! No pude tratarlo con quimio por su edad, pero le dimos corticoides y comida especial para elevar su hemoglobina. Le dieron 6 meses de vida y aguantó 7. Me dijeron que la medicina dejaría de hacer efecto, pero no lo dormí antes porque el perro estaba bien. Uno los duerme para evitar que sufran, pero Bono corría, estaba lleno de energía, solo había que ayudarlo a tener calidad de vida”.
El día en que Bono dejó de comer como antes y que no pudo levantarse fue el día en que Sandra decidió que había llegado el momento. A Bono lo dejaron ir el 3 de noviembre del 2018 y lo recuerda como si hubiera sido ayer.
“Todo fue demasiado rápido. Lo abracé, le dije que lo quería mucho, que era mejor persona gracias a él… Estaba destrozada. Bono fue mi primer hijo”.
Sandra sabe que su próximo perro será adoptado, pero aún no está lista. Su experiencia le ha hecho ver que tras la partida de una mascota, uno se recupera un día a la vez y que lo mejor que pudo hacer fue pensar en el bienestar de Bono antes que en su propio dolor de mamá.
“Si te toca, no titubees, ponlo a dormir cuando esté mal, pero no lo duermas apenas te den el diagnóstico si es que aún está bien. Yo lo hice y me funcionó, vivió bien y se fue tranquilo. Si ahora pudiera hablar con él, le diría que lo extraño mucho, que me ayudó a ser más desprendida, menos ansiosa y mejor mamá, y que cómo me hubiera gustado que Dylan crezca con él”.
CANELA
Tener una mascota de la tercera edad es una manera natural de prepararnos para su recta final. Pero cuando crees que es joven, que tienes para rato con ella y de pronto te confirman que tiene linfoma, el shock es enorme, casi surreal.
Eso fue lo que le pasó a Christian Gray y Noelia Núñez cuando supieron que su linda mestiza color canela tenia cáncer. Encima ese mismo día se enteraron que en lugar de 4, ya tenía como 9 años de edad.
A Canela la habían rescatado en agosto del 2016 mientras esperaban a que arrancara la manifestación ‘Ni una menos’ en el Campo de Marte. La llevaron al veterinario antes de llevarla a casa, siempre con la idea de buscarle un hogar adoptivo, pero se terminaron enamorando de ella.
A las dos semanas de rescatarla de la calle, Noelia dio positivo en la prueba de embarazo. Su primer hijo estaba en camino y la idea de darle la experiencia de tener una mascota desde bebé les daba mucha ilusión. Y así fue. Alejandro nació y creció junto a Canela.
“Lo cuidaba mucho”, cuenta Christian. “Lo visitaba en su cuna, lo protegía de otros perros cuando salíamos a pasear, hasta se convirtió en el filtro perfecto para contratar nanas”.
Canela era una perra tierna, fuerte y noble que vibraba alto con sus paseos por el parque, el malecón, la playa y se transformaba cuando se le cruzaba una ardilla. Por eso cuando a fines del año pasado dejó de estar tan activa, Christian y Noelia se preocuparon. Pero el verdadero signo de alarma llegó en abril.
“Nos agarró en plena cuarentena. Llegaba el toque de queda y ella lloraba por salir. La sacaba de madrugada y hacía sus heces aguadísimas y vomitaba. Tuve una tele consulta con un veterinario y recomendó un tratamiento con antibióticos y omeprazole, pensábamos que el cambio de comida le había afectado. Mejoró con las medicinas, luego se puso mal de nuevo, ni camote comía, así que la llevé a otro veterinario de emergencia y nos dijo que era linfoma. Ese día salí de casa pensando que Canela estaba mal del estomago y regresé con un diagnóstico de cáncer en ganglios, vaso, hígado, todo”, recuerda Christian.
La confusión fue inmensa. Decidieron aceptar el tratamiento con corticoides, pero sabían que sería algo temporal.
“Pocos días después le salió una herida en el codo por pasar tantas horas echada en el piso y no terminaba de cicatrizar. Se orinaba mucho debido al corticoide y se la pasaba con pañal, además del cono para evitar que se mordiera la herida. Encima perdió 3 kilos en poco tiempo. Noe y yo hablamos y decidimos dormirla, era demasiado. Elegimos que tuviera calidad de vida, por otro lado no queríamos que Ale la viera deteriorarse”.
El 29 de mayo le hicieron una despedida con una sesión de fotos familiar y al día siguiente le dijeron ‘adiós’ para siempre.
“Nos quedamos con el debí hacerlo o no.”, dice Noelia. “Hoy, luego de escucharnos en esta entrevista, puedo decir que hicimos lo correcto porque no me imagino a Canela sufriendo más de lo que estaba pasando”.
“Solo queda agradecerle por haber sido parte de nuestra vida, decirle que fue una perra muy especial y que lo hicimos por su bien”, agrega Christian. “Cuando te pasa algo así, lo principal es darles calidad de vida para que el perro no sufra y los niños tampoco. A veces quieres que se queden más tiempo, pero le puedes estar haciendo daño. Y algo más que aprendimos es la importancia de la detección temprana, por eso recomendamos que siempre hagan revisar a sus perros para aprovecharlos bien pues son un miembro más de la familia”.