Como periodista especializada en temas de Palacio de Gobierno, llegué a ver las actividades de cinco presidentes. Sin embargo, la cobertura más importante de mi carrera fue la del litigio marítimo con Chile, tema al que dediqué 10 años de mi vida. Viajé a Chile, a La Haya, tuve contacto permanente con los cancilleres. Felizmente, en el Perú se entendió que se trataba de una política de Estado y como tal trascendía a los gobiernos.
Desde el 2004, cuando el Perú decidió llevar su reclamo a La Haya, hasta el 2008, cuando finalmente se presentó la demanda, reporté sobre las líneas de base, sobre los mapas, sobre las coordenadas. Me di cuenta de que era un tema muy técnico, bastante duro y de que debía utilizar un lenguaje más sencillo para explicar todo de manera didáctica.
Además, trataba a diplomáticos que por su formación profesional eran muy reservados, por lo que como periodista no fue fácil conseguir información y entender que algunas cosas no las podía reportar, porque se trataba de una política de Estado. Era el Perú enfrentándose judicialmente a otro país. Pese a ello, Cancillería llegó a ser una de mis fuentes principales y creo que fue así porque con el tiempo se dieron cuenta de que yo era una periodista que respetaba lo fundamental: la reserva de las fuentes y el considerar las posiciones de todas las partes.
Tuve el privilegio de ser la periodista designada por el Diario para asistir a la presentación de los alegatos, en La Haya, en una cobertura que duró 15 días con el fotógrafo Juan Ponce. Fue impresionante. Yo sentía que era hasta patriótico lo que estaba haciendo. Ir a ver a tu país defender sus intereses y llegar a la Corte de La Haya, al Palacio de La Paz, es maravilloso. Se trata de uno de los principales órganos jurídicos del mundo, donde hay jueces y abogados de primer nivel.
Yo fui corresponsal escolar de El Comercio cuando tenía 14 años. Vivía fuera de Lima, en Chaclacayo, era casi una provinciana. La primera vez que entré al Diario me quedé mirando el impresionante vitral del techo. Nos hicieron subir a conversar con Aurelio Miró Quesada Sosa y él nos dio un discurso maravilloso sobre lo que era ser periodista. El doctor Aurelio me dio mi primer regalo como periodista, mi primer regalo por escribir algo. Era un diccionario de la Real Academia que hasta hoy conservo. Eso me marcó y me dije que algún día iba a regresar e iba a ser periodista de El Comercio, y así fue.