María Emma Mannarelli es historiadora de profesión y ha sido jefa de la Biblioteca Nacional del Perú. (Foto: Rolly Reyna)
María Emma Mannarelli es historiadora de profesión y ha sido jefa de la Biblioteca Nacional del Perú. (Foto: Rolly Reyna)

Por Enrique Sánchez Hernani

Se cumplen cien años de la muerte de Clorinda Matto de Turner y Mercedes Cabello. María Emma Mannarelli, escritora e historiadora, revisa sus vidas en el siglo XIX, en el que ambas revelaron su carácter contestatario y pionero.

¿Cuáles eran las características sociales del Perú del siglo XIX, en el que aparecen Mercedes Cabello de Carbonera (Moquegua, 1845-Lima, 1909) y Clorinda Matto de Turner (Cusco, 1852-Buenos Aires, 1909)?

Hay dos momentos. Uno, preguerra con Chile, con las veladas literarias y la presencia de Juana Manuela Gorriti, y luego la postguerra. La ‘prosperidad falaz’, como la llamaba Jorge Basadre, por la bonanza del guano, propicia algunos espacios, entre públicos y privados, para las mujeres, como los salones. Aquí las dos se conocen en esas veladas literarias. Es un momento de optimismo. Por ello, estas mujeres contribuyen sustancialmente a lo que es la cultura pública de nuestro país. Cuando Clorinda Matto crea el diario La Bolsa en Arequipa es la primera mujer que dirige uno en Sudamérica.

–¿Cómo se desenvuelve su protagonismo en medio de esto?

Ambas son importantes. Contribuyeron a abrir un espacio de discusión y debate a través de la escritura. En el siglo XIX hubo una actividad periodística muy fuerte a lo largo del Perú, que según Basadre fue la prensa más soez del continente, sobre todo en la época del caudillismo. Estas mujeres, a través de sus ensayos o sus artículos periodísticos, y a través de la literatura, abrieron una ruta para la expresión, cosa que era muy amenazante en los términos que ellas lo hicieron. Fueron muy críticas con los poderes conservadores tradicionales. Cada una enfrentó a los poderes serviles y tutelares: la servidumbre y el caudillismo militar.

—¿Estas dos peruanas tuvieron a alguien que les abrió trocha en el uso de la palabra escrita o fueron pioneras?

Las dos cosas. Juana Manuela Gorriti, al crear las veladas literarias en Lima, origina esa posibilidad. Gorriti era argentina, contestataria, cruzó los Andes, y se casó con Manuel Isidoro Belzú, que llegó a ser presidente de Bolivia. Lo abandonó y se trajo a sus hijas al Perú. Era una mujer fascinada con la escritura, con la enseñanza escolar de las mujeres. Ella les abre un espacio, que también frecuentaba Ricardo Palma. En la preguerra con Chile, este espacio no es tan público, limitándose a las veladas literarias y a los salones. Las mujeres tenían ese espacio, el escolar llegaría recién en el siglo XX. En este momento, la educación de las mujeres está en manos de los colegios confesionales, pertenecientes a las congregaciones.

Artículo sobre Clorinda Matto y Mercedes Cabello, dos pioneras de las letras femeninas.
Artículo sobre Clorinda Matto y Mercedes Cabello, dos pioneras de las letras femeninas.
/ Archivo El Comercio

—¿Qué ocurre luego?

Después de la Guerra con Chile hay una fuerte inclinación de las mujeres a crear institutos y escuelas secundarias laicas. Se crean una tras otra. Estas dos mujeres se vinculan a esto, junto a otras, como Teresa González de Fanning. Pero Cabello y Matto fueron autodidactas, crecieron formándose en el ámbito familiar, aunque Clorinda hace estudios primarios en el colegio de Nuestra Señora de las Mercedes, en el Cusco, interrumpidos por la muerte de su madre.

—¿Cuál es el papel político que les asignarías a ambas?

Ellas se insertan dentro del movimiento creado por Juana Manuela Gorriti, pero profundizan esa ruta fundando espacios públicos para las mujeres, y se vinculan a la creación de escuelas laicas. Lo que hicieron fue señalar los pilares sobre los cuales se erigía la sociedad: cortesana, tutelar; denunciaron el pacto patriarcal, como lo hace Clorinda Matto, entre gamonales, curas e instituciones públicas, como los alcaldes. Aves sin nido, de Matto, se publica en 1889 y no se vuelve a publicar en el Perú hasta 1974. Sus otros dos libros: Índole (1891) y Herencia (1893), no se publican más por una profunda censura. Ambas mujeres terminan sus vidas de una manera que habla mucho de lo que estaba ocurriéndoles: Matto en el exilio y Cabello en el manicomio. Ya que denunciaron las claves del ejercicio del poder, que recién son reivindicadas en los años setenta.

Incluso durante el auge del indigenismo, las mujeres ‘no existen’. José Carlos Mariátegui ni las nombra. Estas voces femeninas incomodan en el espacio público al exigir a los hombres un comportamiento distinto, una revisión de la misoginia y de la forma cómo se relacionan con las mujeres. Denuncian los patrones clientelistas, a los caudillos como Nicolás de Piérola, al ejercicio tradicional de la sexualidad patriarcal y al asedio sexual del clero. Su palabra se convertía en una exigencia para el estilo de la presencia pública de los hombres. La censura de sus obras fue un mecanismo para no renunciar a esas formas de comportamiento político.

—¿Qué tipo de relaciones eran las que estas mujeres ponían en peligro?

Los matrimonios por conveniencia, por ejemplo. En Blanca Sol (1889), Mercedes Cabello específicamente critica esto, rompe las claves del ejercicio del poder en el Perú, donde era particularmente importante ver quién se casaba con quién. Esta crítica implicaba la aparición de la opción individual amorosa, donde una se casa con otro porque simplemente se ha enamorado; es decir, era entregarles la autonomía a las mujeres, lo que en la época ponía en peligro el mundo aristocrático.

—Pero, a pesar de eso, estas mujeres incursionan en política activa: Mercedes Cabello impugnando a Nicolás de Piérola y Clorinda Matto apoyando a Cáceres. ¿Era frecuente eso?

Ellas tuvieron un carácter pionero. Por eso a Clorinda Matto de Turner le desmantelan su imprenta, que además se llamaba La Equitativa, en medio de la entrada de los montoneros de Piérola a Lima. En el año 1924, igual, la imprenta de María Jesús Alvarado fue destrozada por Leguía. Esto pone de manifiesto el peligro que significaba la palabra escrita en manos de las mujeres.


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