ENRIQUE VERA (@kiquevera) Redacción online
Lea la PRIMERA PARTE: El camino hacia el gran golpe.
La casa de la calle 1, hoy Varsovia, en la urbanización Los Sauces, fue rotulada en el GEIN como ‘El Castillo’. Tenía tres pisos, puerta y portón de madera sobre los que se alzaba un tejado cubierto por una enredadera espesa. No había mayor movimiento ahí que las idas y vueltas de Maritza Garrido Lecca, Carlos Incháustegui o sus eventuales visitas. A las 8:45 a.m. del 30 de agosto de 1992, el suboficial PNP Carlos Iglesias, saltó desde la tolva de un camión repleto de desperdicios directo a dos bolsas de plástico que minutos antes la bailarina sacó del ‘Castillo’. En medio de restos de comida, un papel arrugado tenía la anotación RBP. El análisis policial arrojó luego que eran las iniciales de Reunión del Buró Político. Una sesión que, en el marco del Tercer Pleno del Comité Central de Sendero, nadie más que Abimael Guzmán podría encabezar.
GAVIOTA CAZA AL ZORRO 8 de setiembre de 1992. Zenón Vargas, ‘El Zorro’, sale de su casa en la urbanización Balconcillo, La Victoria, mira de soslayo a ambos lados y sin apuro toma un teléfono público. Echa el rin y carraspea al hablar: “Ya se están confeccionando los pantalones, muy pronto enviaré el lote”. Tras él, la agente Cecilia Garzón, ‘Gaviota’, finge ser una madre de familia urgida por llamar. Lanza un resoplido y corona su brillante actuación reprendiendo: “Señor, ¿ya terminó?”. ‘El Zorro’ parte. ‘Gaviota’ ha memorizado la frase que, en clave, revela el taller para diseño de panfletos y propaganda subversiva oculto en casa del coordinador nacional entre los comités de la región centro y la Dirección Central.
Los agentes José Gil y Guillermo Bonilla no quitaron la vigilancia a ‘El Zorro’ en cuatro días. La mañana del 12 de setiembre de 1992, cuando en el GEIN aún se discutía la hora de dar el batacazo en ‘El Castillo’, Zenón Vargas volvió a salir de su vivienda. Su rápido y nervioso tambaleo exasperó a los sabuesos que le seguían la pista. De súbito uno de ellos decidió embestirlo ante la grave posibilidad de fuga. ‘El Zorro’ fue capturado cerca al paradero de la avenida México en la Vía Expresa. La irrupción a la morada de Balconcillo develó después que se trataba de un almacén de manifiestos ‘políticos’ y textos que avivaban la lucha armada. Revisado el video del allanamiento en el GEIN, Benedicto Jiménez expresó: Era lo que faltaba para completar el ajedrez. Por la cercanía que tenían ‘El Zorro’ y Maritza Garrido Lecca, al menos un dirigente de la cúpula senderista debía estar en la casa de Los Sauces. O Guzmán… en el mejor de los casos.
LA HORA CERO A las 6:00 p.m., cuatro patrullas con 18 agentes a bordo salieron del Complejo Policial ubicado en la avenida España rumbo al ‘Castillo’. En su recorrido esquivaron eufóricas turbas de hinchas de Universitario que volvían del estadio de Matute. Ahí donde Álvaro Barco y Juan Carlos Letelier habían granjeado un 2-0 sobre Alianza Lima, clásico vital para los cremas en la consecución del campeonato de 1992. Cuando el mayor Miyashiro desplegó sus hombres a una cuadra del ‘Castillo’, los suboficiales Cecilia Garzón ‘Gaviota’ y Julio Becerra ‘Ardilla’, tomados de la mano, ya improvisaban de pareja risueña cerca al frontis franqueado por las entradas de madera. Eran las 7:34 p.m. del 12 de setiembre. “Los dos convivieron tres meses observando la casa de Los Sauces y ese día tenían la orden de pasear a la espera de que alguien entre o salga para irrumpir”, contó a elcomercio.pe desde su actual despacho de la Dirección Regional de la PNP Callao, el general Carlos Morán, ex miembro del desactivado GEIN.
“Tómense una gaseosa en la bodega que está al costado para no generar sospechas”, fue la orden para la pareja. ‘Gaviota’ respondió que no tenían dinero y entonces la nueva directiva fue tajante: “¡Chapen!”. Garzón y Becerra iniciaron el largo beso que hoy también les ha dado 20 años de matrimonio, cuando unas llaves en la cerradura empezaron a sonar. Salían Celso Garrido Lecca y la bailarina Patricia Awapara. ‘Gaviota’ se apresuró, lanzó un grito y disparó al aire cuando Maritza Garrido, quien había salido a despedir a su tío, intentó cerrar bruscamente la puerta. La suboficial comunicó que la incursión estaba en camino a sus superiores y al grupo de efectivos que aguardaban a 150 metros. Fue la última comunicación por radio, el contacto se perdió. Mientras, ‘Ardilla’, seguro de que el modus operandi de Guzmán no contemplaba armas en las casas que habitaba, corrió hacia el segundo nivel para ponerle el guante.
CAYÓ EL CACHETÓN Una mujer de traje negro intentó contenerlo cerrando arriba una puerta de triplay, pero Becerra logró derribarla. Era María Pantoja Sánchez, la camarada ‘Doris’. Al verse vencida corrió por el vestíbulo hacia la habitación donde estaba Abimael Guzmán Reynoso cerca de Elena Iparraguirre ‘Miriam’ y Laura Zambrano ‘Meche’. “Carajo, no se muevan, soy de la Policía”, gritó el agente blandiendo su revólver. ‘Miriam’ se le abalanzó y un nuevo disparo retumbó en ‘El Castillo’. Consiguió zafarse, tomó aliento y abordó a Guzmán que observaba impávido desde su escritorio: Tú te mueves y yo te mato carajo, increpó el agente mientras helaba el rostro del genocida con el cañón corto del arma. “Está bien muchacho, está bien, tranquilo, ya perdí, pero, por favor, tranquilízate muchacho, fue el susurro del rendido cabecilla.
Trece miembros del GEIN liderados por el entonces mayor Marco Miyashiro penetraron a trote firme en el inmueble. Un equipo reforzó a ‘Gaviota’ en el primer piso neutralizando a un desequilibrado Carlos Incháustegui que clamaba por su muerte: “Mátenme, mátenme, mátenme de una vez por favor”. Otro grupo acudió en ayuda de ‘Ardilla’ y confinó a ‘Doris’ y ‘Meche’ en habitaciones separadas. El oficial Carlos Morán exigió a Guzmán que vacíe los bolsillos del maltrecho saco plomo que vestía. La iracunda ‘Miriam’ contraatacó entonces: “No lo toque, no lo toque, él puede hacerlo solo, a él nadie lo toca”. Yo también puedo hacerlo, musitó Guzmán.
Durante el registro del ‘Castillo’ se halló varias botellas de vino de alta cosecha y carne en el refrigerador. Todo fue propicio para un banquete al paso: lomo saltado, brindis y abrazos. Hubo lágrimas de puro valor desbordado. Los agentes abrían cajas, guardaban cuadernos, apuntes, banderas, cuadros, toda clase de objetos y material subversivo. En el umbral del cuarto, el mayor PNP Marco Miyashiro reactivó su radio portátil. Por fin en calma infló los pulmones y exhaló. Su voz grave sosegada fue el sello a la ‘Operación Victoria’ y a esa noche, la larga noche que hirió al terror: “Ha caído ‘El Cachetón’”, aseguró.