AGENCIA MATERIA
“Lamentable. ¡Qué perdida de tiempo! Pudiendo integrarse en grupos de jóvenes de su edad, yendo a incendiar algunos carros… Y, para colmo, este joven ni siquiera se plantea una carrera en el mundo del rap, ni como futbolista, ni en un reality show. Francamente, ¿qué ejemplo da?”, comenta con toda la sorna del mundo un lector en una noticia del diario francés Le Figaro. Neil Ibata, un chico de Estrasburgo (Francia) de tan solo 15 años, es el protagonista de esa noticia y se ríe a carcajadas al leer el comentario.
Neil acaba de salir en los noticieros de varios canales de TV franceses. Días antes, grupos de jóvenes de toda Francia organizaron una especie de concurso para ver qué pueblo quemaba más carros. En la noche del 31 de diciembre ardieron casi 1.200 vehículos en todo el país, según las cifras del Ministerio del Interior. En Alsacia, la región en la que vive Neil, los vándalos quedaron en un buen puesto: las llamas devoraron 140 carros. Pero este quinceañero de voz grave no ha salido en los noticieros por prender fuego a un Citroën, sino por ser coautor junto a 15 científicos de un descubrimiento que ha ocupado la portada del último número de una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo, Nature.
Suena el teléfono en casa de Neil y lo coge su madre, profesora de inglés. “Espera, que ahora se pone. ¡Neil! ¡Neeeeeeiiiiiiiiil! Ya viene”, dice. El chico es hijo del astrofísico Rodrigo Ibata, un inglés de origen boliviano, y criado en Santa Cruz de la Sierra, que trabaja en el Observatorio Astronómico de Estrasburgo. Ibata lleva años estudiando la galaxia de Andrómeda, una gigantesca espiral que, pese a situarse a 2,5 millones de años luz de la Tierra, es visible a simple vista en el cielo. Un día, le propuso a su hijo hacer en el Observatorio un cursillo sobre el lenguaje de programación Python, un software libre con fama de sencillo y bautizado así en honor a los humoristas británicos Monty Python.
GALAXIAS COMO MIGAJAS Durante semanas, Neil puso a punto un programa en el que metieron los datos de 27 galaxias enanas que rodean a la gigante Andrómeda. Y, un buen día, el adolescente se dio cuenta de que algunas de ellas formaban un disco extremadamente aplanado que giraba en torno a su hermana mayor. Se lo dijo a su padre, que se quedó pálido. Hasta ahora, se pensaba que las galaxias grandes, como la propia Andrómeda o nuestra querida Vía Láctea, devoraban a sus vecinas de menor tamaño, dejando galaxias enanas como migajas a su alrededor.
Disco de galaxias enanas alrededor de Andrómeda.
Los astrónomos creían que estas migajas eran independientes unas de otras. Pero no. En la pantalla de la computadora de Neil se veía que las galaxias enanas en torno a Andrómeda se organizan en una gigantesca estructura aplanada que rota sobre sí misma. Además, según explican en la revista Nature, este disco se alinea de alguna manera con el polo de la Vía Láctea, sugiriendo un orden en el universo hasta ahora desconocido.
“Hace dos años estuve en San Sebastián con unos amigos, muy bonito”, cuenta Neil de primeras por teléfono con naturalidad, como si no acabara de descubrir un nuevo orden en el universo. “No me gusta mucho decir que he tenido suerte, porque suena a superstición, pero de alguna manera es cierto que tuve la suerte de estar en el momento adecuado en el lugar adecuado, nada más”, explica sobre su hallazgo.
ADMIRADOR DE LOS MONTY PYTHON Neil, nacido en 1997, estudia en la Escuela Internacional Pontonniers, una institución pública que acoge a 1.000 alumnos en un precioso edificio de estilo alemán situado cerca de la catedral de Estrasburgo. Allí estudia inglés y chino. “Por desgracia, nada de español, aunque mi abuelo era boliviano”, lamenta. Toca el piano y sale habitualmente a correr y a montar en bici. Y se parte de risa con los Monty Python .
Estos días, Neil asiste a un debate que divide a su país. El actor francés Gérard Depardieu acaba de nacionalizarse ruso tras cambiar su residencia a Bélgica en protesta por la subida de impuestos a los más ricos decretada por el nuevo Gobierno socialista. Como estudiante de una escuela pública, pagada con impuestos, Neil no entiende la postura del hombre que encarnó a Obélix, símbolo de Francia, y ahora es técnicamente un actor ruso. “Me resulta chocante que alguien que ha nacido en Francia y ha aprovechado el sistema francés para llegar a ser lo que es, ahora no quiera contribuir”, sostiene.
A Neil le gusta el rap estadounidense, como a muchos chicos de su edad, pero también la ciencia. Quiere ser físico, pero en ningún caso astrofísico, para no hacer lo mismo que su padre. “La ciencia es fascinante, es espectacular. Si a algunos alumnos la ciencia les parece aburrida, la culpa es de los profesores”, afirma.
Neil se despide con una pregunta: “¿Te paso con mi padre?”. Rodrigo Ibata coge el teléfono y, en español salpicado de inglés y francés y con un suave acento boliviano, asegura: “Lo que ha hecho Neil no es de genio. Los estudios científicos tienen partes fáciles y partes difíciles. La suya era una parte fácil que se puede hacer perfectamente con las matemáticas propias de su edad”.