La nueva película Gravity (Gravedad), del mexicano Alfonso Cuarón, promete reavivar el debate sobre cuán precisa debe ser la información científica en las películas o novelas de ciencia ficción.
¿Es importante que los directores se adhieran a los principios científicos básicos, o está justificado que se alejen del camino de los hechos para suscitar mayor emoción en la audiencia?
La relación entre ambas ciencia y ciencia ficción siempre ha sido un poco tempestuosa.
Gravity se centra en la historia de dos astronautas varados en el espacio después de que se destruyera su sonda espacial.
Desde su lanzamiento en Estados Unidos, muchos críticos han elogiado la película por su precisión científica.
Sin embargo, el astrofísico Neil de Grasse Tyson, director del Planetario Hayden del Museo Estadounidense de Historia Natural de Nueva York, no cree que la cinta sea tan precisa en su descripción del espacio.
En una serie de tuits, Tyson quien más tarde enfatizó que disfrutó mucho de la película señaló una serie de errores.
Una de las cosas que notó es que el telescopio espacial Hubble (que orbita a más de 560 kilómetros por sobre el nivel del mar), la Estación Espacial Internacional (a más de 400) y la estación espacial china nunca podrían estar en la misma línea de visión.
Además, la mayoría de satélites orbitan de oeste a este y, en la película, la basura satelital se mueve en dirección opuesta.
Tyson también se dio cuenta de que el pelo de Sandra Bullock no flotaba libremente como debería hacerlo cuando no hay gravedad. Esto no es tanto un error de física, sino más bien un reflejo de las limitaciones de la tecnología cinemática para presentar actores en un ambiente sin gravedad, sin, de más está decir, enviarlos al espacio por el tiempo que dure el rodaje.
MAGIA SIN REALISMO La intención de respetar las reglas científicas siempre ha estado presente en la ciencia ficción, especialmente dentro del subgénero literario de la ciencia ficción de línea dura. Pero en el cine, la aproximación suele ser un poco más rimbombante y el realismo sale perdiendo.
La película Armageddon, de Michael Bay, es famosa por sus numerosas inexactitudes, desde transbordadores espaciales que separan sus cohetes y tanques de combustible cuando se aproximan entre ellos (provocando riesgo de colisión) hasta los objetos que caen sobre el asteroide bajo una fuerza gravitacional que parece tan fuerte como la de la Tierra.
Más de un observador interesado trató de averiguar qué tan grande tendría que haber sido la bomba para hacer estallar un asteroide de la forma en que lo hace en la película. La respuesta, por cierto, es que muy grande.
La NASA dice incluso que usó Armageddon como parte de una prueba de su programa de entrenamiento en la que se les pedía a los candidatos que identificaran los errores.
A pesar de que el físico Brian Cox participó como asesor científico en la cinta de Danny Boyle Sunshine, las licencias artísticas lograron infiltrarse. Hay una zona muerta alrededor del Sol, algo imposible de explicar desde un punto de vista científico.
Planeta rojo también está repleta de sinsentidos, desde la compatibilidad de equipos modernos con tecnología rusa de hace 30 años, hasta marcianos nematodos que se alimentaban de algas enviadas desde la Tierra 30 años atrás.
La ciencia de la película era tan creativa, que la NASA se negó a dar asesoría científica.
SIN SONIDO Pero quizá el mejor ejemplo de licencia científica esté en un sinnúmero de dramas basados en el espacio.
El ejemplo más citado de mala ciencia utilizado intencionalmente es el del sonido, señala Ed Trollope, ingeniero de operaciones de naves de la firma Telespazio VEGA Deutschland. Como el espacio es un vacío, no hay sonido, con lo cual todas esas explosiones y ruidos mecánicos no deberían estar allí.
Hay una razón cinemática simple para que se escuche el sonido de una explosión cuando estalla una nave y es que para el espectador tiene sentido.
Pero para los científicos hay otras convenciones que son más difíciles de aceptar.
Con lo que no puedo es la inercia, dice Trollope. Hay muchas buenas razones para para mantener tus motores encendidos en el espacio, pero mantener la velocidad no es una de ellas. Si apagas los motores, no te detienes.
Algunos lo hacen mejor que otros. Prefiero no señalar un libro, película o serie por este error en particular, porque es muy común, pero quiero elogiar al antiguo programa de televisión Babylon 5, por hacer un trabajo maravilloso representando la mecánica de la inercia de los vuelos espaciales tan bien, añade.
Las escenas silentes de la nave espacial en 2001: Odisea del Espacio estaban más cerca de la realidad que muchos de los ejemplos más recientes.
Un caso clásico de inexactitud científica fue la primera edición de Ringworld de Larry Niven, que ganó los premios Hugo y Nébula en 1971, sugiere el autor Charles Stross. El escritor echa a andar involuntariamente una serie de escenas que implicaba que la Tierra giraba sobre su eje en la dirección incorrecta. Niven la corrigió en la segunda edición.
La película Moon de Duncan Jones fue elogiada por una descripción razonablemente precisa de la extracción de helio-3 en el futuro. Es un elemento raro en la Tierra pero no tanto en la Luna, y el uso de un método automatizado con un supervisor humano podría ser posible. Pero no explica la economía de su explotación.
La señal del alienígena en Contacto es un buen ejemplo de lo que investiga SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre). Talvez no sorprende, pues Contacto fue escrita por el astrónomo Carl Sagan. El uso de matemáticas en la transmisión del mensaje parece razonable y el desfase temporal al enviar y recibir la señal también se representa con precisión.
FANTASÍA Y PREDICCIÓN No se espera que la ciencia ficción solamente sea científicamente exacta, sino también que se anticipe al futuro.
La ciencia ficción acierta en algunas predicciones, dice el autor Neal Asher, pero más bien del modo en que una presilla disparada de un rifle de asalto alcanza a algunos enemigos escondidos en la jungla, aunque mayormente llegue a árboles y hojas.
En el pasado, una de las críticas de la ciencia ficción era por los cohetes y pistolas de rayos, sugiere. Ahora el escritor de ciencia ficción puede mostrar con suficiencia el sistema láser de la armada estadounidense.
Richard Blott, principal asesor de Space Enterprise Partnerships, recuerda uno de los primeros episodios de Viaje a las Estrellas (El cerebro de Spock, de 1968) donde la última nave espacial es descrita como si tuviera propulsión iónica.
Hoy en día, la mayoría de satélites de comunicaciones tienen motores de iones y han impulsado misiones a los asteroides Vesta y Ceres, dice.
Al final, concluye Asher, la ciencia ficción no está para hacer predicciones exactas sobre el futuro, sino para entretener y estimular la imaginación. No cabe duda que muchas de las imaginaciones que estimula pertenecen a científicos. Hasta cierto punto, impulsa y dirige a la ciencia.