Situaciones extremas: el Apolo 13, el submarino Kursk y la mina San José

El Apolo 13, el submarino Kursk y la mina San José pusieron a prueba el instinto de supervivencia del ser humano.

Apolo 13: la expedición que jamás tocó la luna
Apolo 13: la expedición que jamás tocó la luna
Miguel García M.

En circunstancias difíciles los individuos medimos nuestra fortaleza física y espiritual. En la historia reciente han sido muchos los episodios en que un grupo de personas se ha topado con una experiencia de súbito encierro. Repasamos los casos más famosos.

Drama en el Apolo 13

A 56 horas de haber despegado de la Tierra, un cortocircuito originó una explosión en el Apolo 13, nave comandada por los astronautas James Lovell, John Swigert y Fred Haise. El 13 de abril de 1970, el tercer intento de los hombres de posarse en la Luna parecía desvanecerse.

Uno de los tanques de oxígeno explotó y la cabina de mando entró en un barullo de luces y alarmas. Se iniciaba así una crisis a 320.000 kilómetros de la Tierra. El Apolo 13 dejó de ser un deslumbrante velero espacial rumbo a la Luna, para convertirse en un “bote salvavidas” estelar. En cuestión de segundos, la ilusión se transformó en pesadilla.

“Houston, tenemos un problema”, fue la frase que ha quedado perennizada en los libros de historia. En la NASA se montó un plan de rescate que anteponía el salvamento de la tripulación a la llegada a la Luna.

Los tres hombres dentro de la nave libraban su propia batalla: la fuente de energía quedó dañada, la temperatura descendió en extremo y el nivel de dióxido de carbono se elevó amenazante.

Foto: Archivo
Foto: Archivo

Estados Unidos dispuso su maquinaria científica y humana para rescatar a los astronautas. En el espacio, el comandante James Lovell no perdió la calma, impuso su liderazgo y su carácter. Tomó las riendas de la emergencia.

Los tres tripulantes se refugiaron en el módulo lunar Acuario, y con una espartana disciplina cumplieron paso a paso las indicaciones que desde la NASA les transmitían los técnicos.

Esas horas de confinamiento fueron de desgaste físico y psicológico. Los astronautas soportaron bajas temperaturas, tensión y problemas de salud mientras giraban alrededor de la Luna para volver hacia la Tierra, su hogar. Y así fue, el 17 de abril el módulo Acuario descendió sobre el Pacífico sur con tres sobrevivientes en su interior. El drama había terminado.

Una explosión en el Mar de Barents

El 12 de agosto del 2000, los 118 tripulantes del submarino nuclear Kursk quedaron prisioneros en su nave en el fondo del Mar de Barents, luego de una detonación que desactivó sus dos reactores nucleares.

Por factores políticos se retrasó el pedido de ayuda internacional. El secretismo se rompió solo por el clamor de los familiares y el ruido de la prensa mundial. El presidente Vladimir Putin abandonó sus vacaciones y llamó a especialistas noruegos para iniciar la búsqueda.

En agosto de este año se cumplirán dos décadas de la tragedia del submarino Kursk.
En agosto de este año se cumplirán dos décadas de la tragedia del submarino Kursk.

Tras las explosiones, los marineros se refugiaron en la popa de la nave. Allí aguardaron con estoicismo la llegada de los rescatistas, intentaron comunicarse con el exterior y finalmente escribieron a sus familias cartas y mensajes presagiando lo peor.

Situados a 100 metros de profundidad, la operación de salvamento se complicó y fue imposible suministrarles aire. Ocho días después, cuando los rescatistas accedieron al submarino atómico, la vida de todos los tripulantes se había extinguido.

Conviviendo en el fondo de la tierra

Tras un derrumbe en la mina chilena San José, el 5 de agosto de 2010, treinta y tres mineros experimentaron un trance que jamás imaginaron. El día 22 se confirmó que estaban vivos por un mensaje escrito enviado a través de una sonda de 12 centímetros de diámetro, conectada desde la superficie.

“Estamos bien en el refugio los 33”, decía la hoja de papel. A 700 metros de profundidad se mantuvieron con vida a través de un cordón umbilical de oxígeno que los alimentó y les permitió luchar para volver a la superficie y abrazar a sus familias.

Vivieron en penumbras, bebieron agua sucia y, emocionalmente, algunos llegaron a flaquear. Primero por la incertidumbre de no saber si allá arriba los habían dado por muertos. Después, porque aun sabiendo que se estaba planeando rescatarlos, existía la constante amenaza de un segundo derrumbe.

Fueron los más jóvenes quienes llegaron a sentir ese abatimiento, pero los veteranos supieron transmitirles la fuerza de la esperanza, pues no era la primera vez que pasaban por un incidente parecido.


El confinamiento duró 70 días y fueron rescatados a través de la cápsula Fénix 2.
El confinamiento duró 70 días y fueron rescatados a través de la cápsula Fénix 2.

Desde el primer día decidieron dosificar los alimentos que guardaban en el refugio: cada 24 horas una cucharada de comida. Se dividieron en tres grupos, que asumieron distintas tareas, todas definidas a partir de una reunión diaria. Es decir, se organizaron.

Instintivamente se apoderaron de ciertos roles. Alguno fungió de soporte espiritual, otro de comediante, y no faltó el líder: Luis Urzúa. Pero hubo una motivación especial. Sabían que sus familiares los esperaban allá arriba. Querían abrazar a la madre, cargar a sus hijos, besar a sus mujeres. Querían vivir.

El confinamiento terminó el 13 de octubre, 70 días después del derrumbe, cuando la cápsula Fénix 2, especialmente construida para horadar la tierra y llegar hasta la profundidad, puso sobre la superficie al último de los 33 mineros, en un rescate que celebró el mundo entero. Todos vivos, todos ilesos.

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