"No hay temas prohibidos en los monólogos"
Carlos Palma
Comediante
Tengo 29 años y ya llevo uno y medio casado con Fabiola Castro. Estudié en el colegio Champagnat y Comunicaciones en la Universidad de Lima. Mi mayor virtud es ser un buen líder. ¿Mi peor defecto? Soy altamente ansioso.
Por: Renzo Giner Vásquez (@SebGiner)
Ni futbolista, ni actor, ni hacía ‘bullying’ ni se lo hacían. Carlos Palma dice que antes de conocer el stand up comedy no era nada. Doce años después de tomar sus primeras clases de improvisación en el colegio, hoy dirige “El Club de la Comedia” con Guillermo Castañeda y juntos llevan adelante el Primer Festival de Stand Up Comedy en el país, que empezó ayer y va hasta el domingo en el Centro Cultural de la PUCP. “La impro es una gran herramienta para todo tipo de teatro, hasta para el dramático”, nos explica.
—¿Por qué?
Te da unas herramientas espectaculares para desenvolverte en el escenario y tener la rapidez de respuesta en la punta de la lengua. Siempre tengo algo que decir.
—¿Nunca te han dejado callado?
No. La impro te hace trabajar el cerebro un microsegundo más rápido. Siempre tienes una respuesta.
—¿Qué vino luego de estudiar impro?
Entré al taller de Fabiola Arteaga, la maestra de esta generación de comediantes. Ella daba la clase en Patacláun y era un grupo tan pequeño que ella elegía quiénes entraban. Ahí estuvimos Guille [Castañeda], Javier Echevarría, Katia Palma; fue una promoción bien divertida. Fabiola nos dio la base de cómo crear un monólogo.
—¿Cómo fue el primer monólogo?
Fue saliendo del taller, en la cafetería de Patacláun que ese día se convertía en un mini-Satchmo. Recuerdo que las manos me temblaban. Subí e hice el monólogo de mi vieja, la gente comenzó a reírse más y más. Hay una parte en la que saco un táper con huevo duro, la gente explotó y fue como una droga. Me encantó. A veces lo asocio con que me he criado como hijo único, porque mis hermanos son mucho mayores que yo, y la atención de mis papás siempre estuvo sobre mí. La cosa es que me gustó más este tipo de presentación, es decir, hacer 15 minutos de monólogo antes que la impro, que es grupal.
—¿Hay algún momento clave en el monólogo?
El primer ‘punch’ y el último son los más importantes. Si la gente se ríe dentro de los primeros 20 segundos, ya está, los tienes de tu parte. Si pasan 2 o 3 minutos y no reaccionan, sabes que va a ser el monólogo más largo de tu vida.
—¿Te ha pasado eso?
Pasa sobre todo en eventos corporativos, la gente no tiene muy claro si eres un payaso o un animador. Hay otros que son espectaculares, pero todavía no es un género tan popular como para que la gente te vea y diga: “Ah, va a hacer un monólogo”.
— Cuéntanos una de esas situaciones difíciles…
Mi productor, Lucho Mora, me pone en las situaciones más difíciles que puede hacer. Una vez me llevó a una fiesta de promoción, los chibolos llegaban más que empilados [risas]. Me paré a hacer mi monólogo y los chicos hablaban entre ellos, no les importaba. De pronto una chica se desmayó sobre una mesa y le dio vuelta. Me quedé helado, no entraba nadie, la chica estaba en el piso, la mesa sobre ella, los chibolos conversando y nadie hacía nada [risas]. Corté el show a los 20 minutos. Salió mi productor a preguntarme qué pasaba, le tiré el micrófono y me fui indignado [risas].
— ¿Es necesario entrenar para hacer reír o es un talento innato?
Me has hecho recordar las imágenes de Instagram, las que dicen “el éxito es 10% y 90% esfuerzo”. En verdad creo que es así, el 90% es trabajo, subiendo al escenario. Siempre comparo al humorista con un piloto, conseguimos nuestra licencia con horas de vuelo.
— ¿Hay alguna fórmula?
A la hora de la hora, los monólogos son como las canciones.
— ¿Por qué?
Hay gente que va a ver mi show y me dice: “No hiciste el de las discotecas”. Respondo que estoy con nuevos números, pero me dicen que el de las discotecas es muy bueno. Es como ir al concierto de The Rolling Stones y que no toquen “Satisfaction”.
— ¿De dónde nacen los monólogos?
En principio nacen de cosas vividas, por eso tienes una primera etapa muy nutritiva donde escribes del colegio, de tu mamá, de cómo te enamoras de chibolo, de las vacaciones útiles, hasta que empalmas con tu vida. Ahí debes seguir experimentando o conversando con la gente para tener más historias.
—¿Se te hizo difícil escribir sobre algún tema?
Hay algo que es verdad y que no es tan divertido: soy hipocondríaco de verdad. La paso mal, siento que me voy a morir y tengo 29 años [risas]. La gente se ríe pero es verdad. Luego me di cuenta de que hay comediantes que hablan de cosas más fuertes. Pero así es, depende de cómo enfrentes esas cosas difíciles.
— ¿Hay temas prohibidos?
Cuando recién empiezas los prohibidos son la religión, la política y el sexo. Conforme avanzas te vas ganando un lugar, un público y una postura porque vas envejeciendo. No hay temas prohibidos en los monólogos, sino temas que vas liberando con el tiempo.
— ¿Te falta liberar alguno?
Religión. Me encantaría hablar de religión, creo que es un temón. Pero hay que saber tocarlo para que el público se sienta identificado, mas no agredido.
— ¿Por qué es tan importante este festival?
Porque hay un porcentaje del público limeño que sabe qué es el stand up comedy, pero es muy pequeño. Llevamos seis años con esta movida y si bien tenemos una buena acogida y vivimos de esto, queremos que crezca. Creemos que es un género que está virgen, que en países como Colombia, Argentina o Chile está bastante desarrollado. Además, el stand up es un género de comedia reflexivo. Finalmente, el stand up nació como un símbolo de protesta, hablaba de racismo, homosexualidad o religión.