Miguel Villegas

Parece una patada pero no es solo una patada. Y parece una sonrisa pero no es solo una sonrisa. Es algo más. Hay una montaña de sacrificios por años, fotos de la familia dobladas en la billetera como estampitas, canchas de tierra donde se aprenden los extraños botes de la pelota, promesas y matemáticas sobre qué hacer si algún día se firma el gran contrato. La patada del 2-2 del Tunche Rivera ante Garcilaso, cuando faltan 10 minutos a 3.200 m.s.n.m., por ejemplo. Ese puntazo soberbio que lo pone, como ante Grau y contra Melgar, en esta vitrina.

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