César Cornejo Hurtado de Mendoza

En los últimos años, hemos sido testigos de cómo la crisis climática ha planteado desafíos cada vez más urgentes en el Perú y a nivel mundial. Uno de los fenómenos climáticos que genera mayor preocupación es El Niño, cuyos efectos tienen una repercusión especialmente notoria en la economía y la agricultura. Según el Instituto de Economía y Desarrollo Empresarial (IEDEP), aproximadamente el 25% del PBI agrícola se encuentra en riesgo debido a este fenómeno. Se prevé que El Niño tendrá un impacto más marcado en el Perú durante los meses de noviembre y diciembre de 2023, así como en el verano de 2024. Estas proyecciones traen consigo la posibilidad de lluvias intensas e inundaciones en la costa norte, lo que podría ocasionar daños considerables en la infraestructura y afectar la vida de numerosas personas. En las zonas de la sierra sur y central, la escasez de lluvias provocará sequías que también pondrán en peligro la seguridad alimentaria de la población.

Uno de los sectores más afectados por este fenómeno será la agricultura. Entre los cultivos en riesgo se encuentran la papa, el camote y el maíz. Por ejemplo, la papa, un alimento fundamental para los peruanos, ya ha sufrido pérdidas parciales en la costa norte y en el sur de Lima. Algunos agricultores han optado por no volver a sembrar debido a la incertidumbre generada por este fenómeno climático.

Además, las plagas de insectos, como la mosca minadora y la prodiplosis, que suelen proliferar durante los meses cálidos, pueden tener un impacto negativo en los rendimientos de los cultivos, lo que representa un desafío adicional para los agricultores en su lucha por mantener la productividad y la seguridad alimentaria. Este panorama en el ámbito agrícola repercute directamente en el costo de los alimentos básicos, afectando los bolsillos de todos los peruanos y la economía en general.

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En respuesta a esta amenaza, se están implementando medidas preventivas para mitigar los impactos negativos. Por ejemplo, en las zonas costeras se han modificado los horarios de cosecha y se están adoptando prácticas agronómicas para proteger los cultivos de la exposición directa al sol y las altas temperaturas. En el norte chico, donde las plagas son más prevalentes, se ha observado un aumento en su propagación debido al incremento de la temperatura. En cambio, en el sur, la presión de las plagas es menos intensa. Esta situación ha llevado a algunos agricultores a considerar la migración del norte al sur en busca de condiciones más favorables.

Además, los agricultores están invirtiendo más en nutrientes y técnicas preventivas para asegurar el control de plagas y fortalecer la resistencia de las plantas.

Frente a estas amenazas, es imprescindible trabajar de manera colaborativa y preventiva para mitigar los impactos negativos y el sector privado juega un papel fundamental en este esfuerzo. Desde PepsiCo, una empresa agroindustrial, estamos comprometidos en la prevención de posibles situaciones de riesgo junto a nuestros socios agricultores. Es así que venimos trabajando en diversas áreas para enfrentar este desafío de manera eficiente junto a los agricultores. Implementamos una matriz de riego en el norte chico y facilitamos tanques “zamorano” en la sierra para asegurar la disponibilidad de agua en momentos críticos. También buscamos expertos que puedan brindar asesoramiento personalizado y recomendaciones específicas para el manejo de plagas. Además, proporcionamos sensores de humedad a los agricultores afectados por el aumento de las temperaturas y utilizamos drones para monitorear el estado de los cultivos.

La crisis climática y El Niño representan desafíos significativos para todo el Perú, y la prevención y la colaboración entre el sector privado y público son esenciales para afrontar eficazmente estas problemáticas. Con soluciones adecuadas, podemos garantizar la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible del país en estos momentos críticos.

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