La agenda económica de este viernes trae estos cinco temas
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Redacción EC

ENZO DEFILIPPI                                                                                                             Socio de Intelfin y profesor de la U. del Pacífico

Pasé buena parte del feriado largo leyendo “Por qué fracasan los países”, el comentado libro de Daron Acemoglu y James Robinson. En él, los autores formulan una teoría de por qué algunos países se desarrollan y otros no.

Su explicación es relativamente simple. Los países que han logrado desarrollarse son aquellos que han implementado “instituciones políticas inclusivas”, es decir, representativas de la sociedad, en donde se han desarrollado también “instituciones económicas inclusivas” que favorecen la acumulación de capital y la innovación, tales como los derechos de propiedad y los mercados competitivos. El desarrollo sostenible requiere ambos tipos de instituciones.

Los autores argumentan también que esta situación es excepcional, pues desde siempre las sociedades han estado gobernadas por élites que han creado instituciones políticas y económicas excluyentes para enriquecerse a expensas de las mayorías, tales como la limitación al voto y el otorgamiento de exclusividades comerciales.

El libro resultó interesantísimo y fácil de leer, entre otras razones porque abundan los ejemplos de gran diversidad geográfica e histórica. Lo curioso es que si bien el Perú está presente desde el inicio, los autores no parecen ser muy optimistas con respecto a nuestro futuro, como sí lo son con el de Brasil, Chile o México.

¿Es correcta esta visión? ¿Está el Perú de hoy, el de las impresionantes cifras de crecimiento económico, listo para dar el gran salto al desarrollo?

Antes que nada, es importante entender que las instituciones no son más que el reflejo del nivel de desarrollo de una sociedad. Por ello creo que las nuestras no dejan mucho espacio para el optimismo.

El Congreso es un ejemplo de cómo pequeños grupos buscan legislar para favorecerse a expensas de la mayoría, y la corrupción está tan extendida en el Poder Judicial que es imposible caracterizarlo como una institución inclusiva.

De hecho, tan excluyentes son nuestras instituciones que abunda la gente convencida de que tiene el derecho de negarle derechos a los demás, como podemos comprobar siguiendo el debate sobre la o analizando la conducta de quienes protestan tomando carreteras o invaden las calles ‘porque tienen derecho a trabajar’.

La falta de respeto al derecho ajeno se evidencia también en los sectores más acomodados.

El feriado, por ejemplo, lo pasé en un balneario en el que se estaban discutiendo nuevas reglas de convivencia.

En una situación que parecía sacada del libro de Acemoglu y Robinson, el sistema de cuotas de la asociación de propietarios ha sido diseñado para favorecer a los más pudientes (son menores para quienes tienen más propiedades y las casas grandes pagan lo mismo que otras mucho más chicas), y unos vecinos querían que sea difícil que otros alquilen sus propiedades.

Asimismo, la junta directiva proponía irrogarse competencias de autoridad pública y que se suspenda a los asociados que tengan el atrevimiento de defender sus derechos por vía judicial. La prepotencia no parece distinguir entre ricos y pobres.

Estoy convencido de que mientras sigamos así, mientras tratar a los demás como no queremos ser tratados constituya una institución nacional, el desarrollo será algo que solo vivirán quienes viajen al extranjero. No importa cuánta plata tengamos en los bolsillos.