CAfé de Lima
CAfé de Lima
Paola Miglio

Café de Lima se ha convertido en un lugar de encuentros y de paso frecuente para muchos de los comensales que circulan por el cuadrante Santa Cruz, en Miraflores. Su accesibilidad y distribución interior son dos de sus atractivos principales. Por supuesto, para que la propuesta sea redonda, esto debería acompañarse siempre con buena atención y comida, al menos, confortable. En mi más reciente visita, si bien el servicio estuvo bastante acertado, los tiempos y la amabilidad en su punto (sin caer en la sonrisa exagerada), algunos platos fallaron.

Vamos por partes. A Café de Lima se puede llegar desde temprano en la mañana. El café no es demasiado ácido y se muestra balanceado. Al preguntar de dónde era, respondieron que de Villa Rica. Los tostones son del tamaño adecuado, al menos los de palta: con pan campesino de siete semillas hecho en casa (tiene buena miga y mordida), algunos encurtidos y hasta un par de huevos de codorniz montados. Un lugar común últimamente entre los locales limeños de desayuno y brunch, pero que siempre reconforta si está bien elaborado. Sigo con lo bueno: las ensaladas, lo que constituye para varios un almuerzo del día, son contundentes y hay diversidad e ingenio. El aliño medido, lo que permite sentir los ingredientes frescos. La de chanchito (así se llama) tiene solomillo de cerdo rostizado cortado en finas capas, choclo, ají limo confitado, rabanito, pepino kiuri y tomates. La vinagreta en tono dulce contrasta con el ligero picante.

Las sopas y cremas también destacan, como la de zapallo y la de hongos. Entre las pastas, los penne al dente (y sí, estaban al dente), bañados en una salsa de ajo con espárragos a la plancha crujientes, apenas cocidos, como para romper la cremosidad del plato con un guiño de verdor. Y de los snacks, una sorpresa entretenida fue la chanchipapa: papas amarillas fritas a la perfección con dados de chicharrón de panceta de cerdo y morcilla. El toque de hierbabuena le dio un aire nuevo a este entrante, a pesar de que se abusó un poco de la sarza criolla.Los puntos débiles son precisamente aquellos platos que fueron los más destacados cuando abrió el local. Las pizzas han perdido su brillo, se muestran apagadas, la masa casi tostada en los bordes pero demasiado chiclosa y hasta difícil de cortar en el centro. La hawaiana fue una desilusión. Sí, sé que está pizza genera controversia, pero lo comento para los que tienen el gusto adquirido y la van buscando por distintos rincones de Lima. Los postres tampoco han conservado la consistencia de sus primeros meses: el cheesecake de frutos rojos, que se consideraba uno de los notables de Lima, perdió sabor y densidad, la crema llegó demasiado suelta. El enrollado de chocolate o “de la abuela”, un concepto divertido de bollería, tiene un exceso de alcohol que le hace guerra al cacao; y el alfajor de nuez pide una masa más amable y un manjar blanco ligeramente más suelto.

Café de Lima es uno de esos lugares necesarios en una ciudad que apunta a ser un centro gastronómico: alta rotación, fácil de llevar, casual, que inserta novedades de cuando en cuando en la carta y sin pretensiones. Si ya se ha dado el trabajo de usar ingredientes cuidados (en la carta indican de dónde provienen) y de hacer varios de los básicos (como los panes) en casa, convendría mantener un estándar de calidad en las preparaciones para que cada vez que alguien caiga por ahí no se ensarte. Sobre todo porque los precios (que no son bajos) demandan solidez.

EN DETALLE...
​Tipo de restaurante: cafetería-restaurante casual.
Dirección: Av. Angamos Oeste 1003, Miraflores. No se aceptan reservas.
Horario: de lunes a viernes, de 7 a.m. a 11 p.m.; sábados de 8 a.m. a 11 p.m., domingos de 8 a.m. a 10 p.m.
Precio promedio por persona: S/60 sin bebidas; cafés desde S/6 hasta S/9; se aceptan tarjetas.
Estacionamiento: calle.
Calificación: 14/20

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