Pauchi Sasaki se prepara para la instalación en la Bienal de Arquitectura de Venecia. (Foto: Nancy Chappell)
Pauchi Sasaki se prepara para la instalación en la Bienal de Arquitectura de Venecia. (Foto: Nancy Chappell)

El sonido de una huaca contiene siglos de historia: puede registrar el soplo de una caña de hace 3.000 años o el motor de los autos que, hoy por hoy, pasan por su costado. Para Pauchi Sasaki, que vive al lado de una, es esa multidimensionalidad temporal la que marca la composición de su proyecto más reciente: la sonorización del proyecto “En reserva”, instalación del pabellón peruano que busca revivir el valor de las huacas limeñas en la Bienal de Arquitectura de Venecia.

“Será una composición de tres movimientos, cada uno con su propio comportamiento. Es imposible reconstruir el sonido del pasado, pero trataré de establecer una conversación entre las diferentes épocas que han atravesado las huacas”, explica Sasaki, quien mantiene en total reserva su trabajo, y solo lo explica mediante una serie de diagramas pintados con plumón rosado sobre papel.

Y si ya hablamos de tiempo, también habría que referirse al espacio. La propuesta de la violinista (protegida de Philip Glass, nada menos) también postula una inmersión en las huacas que intenta emular la cosmovisión espacial andina: hanan pacha, kay pacha y uku pacha, los tres mundos en el que se divide la totalidad de nuestra existencia.

E incluso se atreve a ir más allá: “Si analizas la forma en que nuestros antepasados entendían el espacio, te das cuenta de que no hay un solo plano. Además, la arquitectura siempre suele definirse hacia afuera, hacia el exterior. Pero el arquitecto Mario Osorio habla del concepto andino del Chaupin, que es una dirección más, como el norte o el sur, pero hacia adentro. Algo así como el centro de nuestro centro. Por eso trato de darle una vuelta a la concepción tradicional e incluir una brújula personal para mover mi sonido, poner en un mismo plano el espacio objetivo y el subjetivo”.

Construcciones vivas
De todo lo que Sasaki adelanta, se puede intuir más o menos una atmósfera: la combinación de grabaciones de campo que ella misma ha realizado en diferentes huacas de Lima; una composición que mezcle algunos sonidos andinos con una síntesis de música electrónica; algo de violines, aunque no sea la prioridad esta vez.

Y debajo de todo ese diseño envolvente, lo esencial: el sonido permanente de una respiración, como si ingresar al gran pabellón fuera penetrar en las entrañas de una criatura milenaria. “Lo que busco es generar la sensación de estar dentro de un ser vivo. Porque quienes construyeron las huacas lo pensaron así, un lugar que fuese un espacio vital”, agrega la artista.

Con la parte técnica ya resuelta y la composición a punto de terminar, Sasaki viajará dentro de unas semanas a Venecia para comenzar la instalación. Su vínculo con las huacas no es nuevo, pues las ha investigado desde que era estudiante de periodismo y luego musicalmente. Por eso su entusiasmo con el proyecto. “Para mí las huacas son lugares resonadores. Tienen que sonar, porque históricamente eran lugares rituales, donde la gente celebraba. Y a partir de esta idea es que debe surgir un relación emocional y una identidad por parte de la gente”, señala.

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