(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Pablo Bustamante

Según el INEI, el crecimiento del Perú real se ha expresado en abril con un pulso de 7,81%, lo que nos reclama la oportunidad y la necesidad de crecer más.

Ya hace unos días, el sondeo de Reuters había recogido una mejora del promedio de las estimaciones de crecimiento de abril, marcando un impresionante 6,8%.

Y más allá de los análisis financieros, el presidente del Banco Central de Reserva (BCR), Julio Velarde, había afirmado la semana pasada que esperaba un crecimiento de 7%. Se trata de una excelente tasa que no se veía desde hace casi dos años.

Esta tasa extraordinaria está explicada en parte por el contraste con abril del año pasado, cuando sufrimos los embates de El Niño costero, y por dos días laborales adicionales. Por lo tanto, no podemos esperar que se repita en los próximos meses. No marca pues el regreso al ritmo de crecimiento que ostentábamos hace pocos años.

Sin embargo, sí empieza a recoger las burbujeantes reacciones de una economía que fue parada a la mala y que mantiene un potencial de crecimiento alto y sostenido.

No nos olvidemos de que nuestro crecimiento se paró por la caída de la inversión privada, luego de haberse detenido los proyectos mineros desde el 2011. A lo que se sumó una creciente y asfixiante regulación, que no deja de multiplicarse desde inicios de siglo.

Otro factor que complotó contra el crecimiento ha sido la paulatina instalación, en el sector público peruano, de una absurda aversión a lo privado, a las inversiones directas y a las APP, llegando a inhibir desarrollos donde el Estado detenta clamorosos déficits de servicio, como en saneamiento, salud y educación.

Por el lado de nuestro potencial de crecimiento, muchos de nuestros recursos están subexplotados, como es en el caso de la minería, energía, madera y pesca. Y, además, estamos lejos de aprovechar lo que aún podemos hacer en agroexportaciones (una de las industrias más sofisticadas del mundo), el turismo (con menos de 2% del total global) y tantas otras oportunidades que se multiplican a lo largo y ancho de nuestro maravilloso país.

Como comentó Andrés Oppenheimer la semana pasada, hasta las exportaciones de manufacturas en el mundo del conocimiento dejan márgenes bajos al productor local. Por ejemplo, según indicó, dejan de 8% a 10% del valor de venta para un polo peruano en Miami. Sin embargo, la exportación de concentrados de cobre, que deja un margen local del orden del 86%, ha sido dibujada como algo hasta indeseable.

Este pulso de crecimiento del brioso país que hemos amarrado, evitando su desarrollo, debe servirnos como un llamado de atención a que reflexionemos sobre lo que podemos hacer, a que reflexionemos sobre lo que significa estar por debajo de nuestro potencial, teniendo tantas necesidades por satisfacer, empezando por superar la pobreza.

Lamentablemente, seguimos esperando que nuestros políticos y nuestros gobernantes iluminen los caminos y marquen el ritmo de nuestro desarrollo. Es hora de que los ciudadanos comprometidos con el futuro de nuestra patria tomemos el liderazgo en fijar la visión de nuestro desarrollo y las estrategias que lo hagan posible.

El pulso del crecimiento de abril es un pulso que está en el corazón de todos los peruanos.