"En ese contexto fáctico, y como corolario de la presentación, desarrollé una legítima opinión, crítica, pero no agraviante u ofensiva. Es decir, dentro de los parámetros de la libertad de expresión constitucionalmente garantizados". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"En ese contexto fáctico, y como corolario de la presentación, desarrollé una legítima opinión, crítica, pero no agraviante u ofensiva. Es decir, dentro de los parámetros de la libertad de expresión constitucionalmente garantizados". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Patricia del Río

El peruanismo ‘mermelero’ se acuñó para hablar del periodista que hace su trabajo a cambio de alguna prebenda, normalmente económica. Esta puede traducirse en dinero, en futuros puestos de trabajo o en favores de diversa índole. La mermelada hizo su debut cinematográfico durante el gobierno de y quedó plasmada en videos caseros.

La pegajosa mermelada periodística siempre se ha untado sobre el pan del poder. Ese ha sido un requisito fundamental para su uso. Solo se mermelea al poderoso, al que tiene la sartén por el mango, al que tiene algo que ofrecerte o quitarte. Actualmente vivimos una coyuntura bastante peculiar, y es que tenemos una falsa ilusión de quién tiene el poder.

A pesar de que el Perú tiene un régimen presidencialista, desde que ganó PPK (o mejor dicho, desde que perdió Keiko) quedó claro que el Ejecutivo gobierna pero no manda. La aplastante mayoría de fujimoristas en el Congreso y la debilidad de los presidentes Kuczynski primero (por graves acusaciones de corrupción) y Vizcarra después (por su precaria condición de suplente), han provocado que el futuro del país se juegue en el Parlamento. Ahí se ponen y se sacan presidentes, se echan ministros a la calle, o se decide cómo y dónde comunica el Estado sus medidas. Fíjense nomás cuántas horas le dedican los noticieros y programas políticos al presidente del Congreso para saber dónde se mueve la maraca. Tiene tan poco peso el gobierno de Vizcarra que ya ni cuenta con bancada oficialista. O lo que es más dramático, como señala Carlos Bruce, Villanueva y su gente rinde cuentas y coordina con Fuerza Popular, los verdaderos fortachones del barrio.

Ahora, si el poder está en el Congreso, y específicamente en la bancada de Fuerza Popular, pues mermelero debería llamársele a todo periodista que adule, trate de caerle en gracia y sobonee a los fujimoristas. A todo el que se calle y no denuncie a las , a los que no se enfrenten a los matones del SIN en la seguridad del Congreso, o a los que toleren el autoritarismo del señor . Pero fíjense que no, en este extraño mundo que nos está tocando vivir, los periodistas congraciados con el verdadero poder la pasan regio, están empoderados y bien cuidados y se les considera prensa libre. En cambio, los que denuncian, los que fiscalizan, los que preguntan, los que meten el dedo en la llaga de los mandones son tachados de vendidos, acusados de mermeleros y tienen que soportar una avalancha de insultos y descalificaciones de troles pagados por los padres de la patria.

Hace unos años me hubiera ofendido si me decían periodista mermelera, hoy sé que es un distintivo por preguntar e indagar ahí donde se abusa del poder, ahí donde se tuerce la Constitución, ahí donde se esconde la corrupción, ahí donde se miente y se insulta. Así que, ¿mermelera, no? Sí pues, y a mucha honra.