El minuto de silencio fue el primer tema que se trató en el pleno del Congreso de hoy. (Foto: El Comercio)
El minuto de silencio fue el primer tema que se trató en el pleno del Congreso de hoy. (Foto: El Comercio)

Algunos parlamentarios vienen repitiendo el siguiente argumento: “Las coimas de Lava Jato se dieron en obras públicas del Gobierno Central. Lo que nos muestran es la corrupción del Poder Ejecutivo. Entonces, ¿por qué usar este caso para criticar al Congreso? ¿Qué tenemos que ver nosotros? No se justifica utilizar los escándalos para golpearnos y defender el adelanto de elecciones. Los corruptos están en el Ejecutivo”.

Vamos por partes. La corrupción de sí es una cachetada para la Presidencia y el Poder Ejecutivo, un golpe demoledor en la legitimidad de los gobernantes postransición. Y más si tenemos en cuenta de dónde veníamos.

La gran lección de la transición del 2000 debió ser la necesidad de vacunarnos contra la corrupción desde el Poder Ejecutivo. En vez de ello, apenas unos meses después se volvió a robar. Políticos ladrones, empresas coimeras. Diferencias en el estilo y el grado de concentración del poder, pero también fuertes continuidades.

Hay que ser muy atrevido, sin embargo, para señalar que el Congreso no tiene nada que ver con todo esto. Y por varias razones. Primero, como muestran recientes investigaciones de este Diario, los congresistas pueden dirigir y presionar por obras públicas en el debate del presupuesto nacional. Cada año miles de millones de soles se aumentan al presupuesto por gestiones de parlamentarios. Pensando bien, el interés de apoyar a sus regiones. Pensando mal, ya saben.

Segundo, entre el Ejecutivo y el Congreso hay un vínculo evidente: los partidos de gobierno. El oficialismo en el Congreso sirve de blindaje para las cuchipandas del Ejecutivo. Se dio en los noventa y también lo hemos visto en estos años.

Los congresistas oficialistas han contribuido a bloquear investigaciones, presionar para que no se cite a determinados ministros o pasar por alto las alertas presentadas por la oposición. La corrupción es también cosa de partidos, no solo de gobiernos. Queda claro que Ejecutivo y Congreso no son compartimientos estancos.

Pero además no solo los congresistas oficialistas protegen la corrupción. Más bien lo más interesante de este período es ver a una oposición blindadora. Los aportes electorales de Odebrecht a diversos partidos y a congresistas de varias listas buscaban esa protección general.

Los avatares del congresista Pari para investigar a Odebrecht, por ejemplo, apuntan a una compleja red de congresistas amigos de la empresa que contribuyeron a la impunidad. Este tipo de revelaciones son las que se nos vienen pronto con toda una larga lista de ‘codinomes’ parlamentarios, oficialistas y de oposición.

En el 2000, el primer ‘vladivideo’ mostró al régimen comprando congresistas de oposición para construir una nueva mayoría que lo blindara. Hoy esperamos que se develen los ‘codinomes’ de congresistas de distintas bancadas a los que se les habría pedido que paguen el favor electoral blindando a la empresa.

Dos oportunidades únicas para explicar conductas públicas por actos secretos. Así como el Congreso de los noventa no puede decir que no tuvo nada que ver con el robo desde el Ejecutivo, tampoco los congresos democráticos pueden desligarse de su responsabilidad. Autoritarismo y democracia hermanados por la cochinada.