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BNP

Una de las primeras cosas que hizo José de San Martín tras la proclamación de la independencia fue fundar la Biblioteca Nacional del Perú (BNP), el 28 de agosto de 1821. No era casualidad. En cada ciudad liberada el argentino fundaba una biblioteca. En Santiago de Chile, por ejemplo, San Martín donó los 10.000 pesos que el cabildo de dicha ciudad le había dado por su victoria en Chacabuco para la creación de la biblioteca local y, cuando llegó al Perú, no dudó en desprenderse de 600 libros de su acervo personal para contribuir con el establecimiento de una Biblioteca Nacional en Lima “para el uso de todas las personas que gusten concurrir a ella”, como señalaba en la resolución de la fundación.

Entre los libros que donó hay obras de teatro, tratados de matemática, enciclopedias de ciencia y arte y muchos otros ejemplares dignos de admirar. Entre ellos, le seguiremos la pista a un pequeño libro que destaca por sus abigarrados textos escritos en letra gótica y cuya fecha de impresión señalada es 1499: se llama Opus pulcherrimuz chiromantie y describe los artilugios de la adivinación a través de la lectura de manos. Según Ricardo Palma es uno de los primeros ejemplares impresos en la ciudad de Venecia.

El Opus, de valor histórico y documental indiscutible, reposa hoy —restaurado y apropiadamente conservado— en la bóveda de la BNP, bajo la tranquilidad que le da el nuevo sistema de seguridad que combina cámaras, monitoreo y acceso biométrico.

Pero esto no significa que sea solo una pieza de museo. Ver el ejemplar en físico puede ser un lujo reservado para pocos, sí, pero si usted descarga la aplicación de la BNP en su teléfono celular, completa el registro, accede al catálogo en línea y pone “quiromancia” en el buscador, la versión digital del Opus pulcherrimuz chiromantie aparecerá ante sus ojos. Esto gracias al proyecto de digitalización emprendido por la mayor institución bibliotecaria del país.

Una de las labores del equipo de conservación es embarcarse en el minucioso proceso de encuadernación de ejemplares antiguos.
Una de las labores del equipo de conservación es embarcarse en el minucioso proceso de encuadernación de ejemplares antiguos.

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El Opus es uno de los más de 17.000 libros que compone la biblioteca digital de la BNP y en la que podemos encontrar también 39 libros reconocidos por la Unesco como Memoria del Mundo; los libros devueltos por Chile en 2007; los manuscritos y correspondencias de, por ejemplo, Ricardo Palma, Pedro Zulen y Nicolás de Piérola; los volúmenes y folletos de Félix Coronel Zegarra o las partituras originales del himno nacional compuesto por José Bernardo Alcedo. La digitalización parece haber llegado para cumplir, con creces, el sueño de San Martín: que la biblioteca sea para el uso de todas las personas que gusten concurrir a ella. Ahora, podríamos agregar, también a larga distancia.

La BNP custodia —entre libros, textos, partituras, mapas, fotografías y otros— unos siete millones de documentos en los locales de San Borja y el Centro de Lima, ambos abiertos al público para la consulta e investigación, además de otras actividades. La digitalización, como explica Gerardo Trillo, responsable de la Dirección de Protección de las Colecciones de la BNP, es parte de un proceso que responde a las nuevas necesidades que deben atender las bibliotecas del mundo. “Digitalizar libros y documentos es parte de la labor de preservación del patrimonio que debe cumplir la biblioteca, y también es parte de la ampliación del servicio que se brinda a los usuarios”, señala.

Es importante, añade Trillo, no ver el proceso de digitalización como una isla o como algo que se da tras la compra de un escáner. Para llegar, por ejemplo, a tener a nuestro alcance la versión digital de un incunable como el Opus pulcherrimuz chiromantie, fue preciso que el libro pasara primero por un proceso de restauración.

El taller de conservación, ubicado en el sótano del local de San Borja, fue —es— el responsable de ello. En él trabajan bibliotecarios, historiadores y conservadores del patrimonio que evalúan los daños que pueden tener los documentos. Uno de los más comunes es el deterioro de las hojas afectadas por la tinta usada en los documentos. Lo explica Martha Salvatierra, jefa del equipo de conservación de la BNP: “Si por ejemplo hablamos de manuscritos del siglo XVI, debemos tener en cuenta que entonces se elaboraban tintas de distintas formas y que aquellas compuestas por mucho óxido de hierro son las que más destruyen la celulosa del papel con el paso del tiempo”.

En este caso el trabajo de los restauradores consiste en estabilizar el material corroído por las tintas a través de un proceso llamado laminado con gelatina. La reparación no es absoluta, pues no existe aún una técnica para ello, pero alarga la vida del documento.

Si el material tiene hongos, el proceso es otro, pues se necesita lavar y desinfectar. Si la página está muy dañada, se completa o repara con un papel tisú especial o pulpa de papel japonés.

Chile ha devuelto al Perú alrededor de 3.000 libros. Este es uno de ellos: en él vemos el sello que certifica que este pertenece a la colección que José de San Martín donó al Perú en 1821 y el sello que posteriormente colocó la Biblioteca Nacional de Chile.
Chile ha devuelto al Perú alrededor de 3.000 libros. Este es uno de ellos: en él vemos el sello que certifica que este pertenece a la colección que José de San Martín donó al Perú en 1821 y el sello que posteriormente colocó la Biblioteca Nacional de Chile.

El siguiente paso, si se requiere, es revisar su encuadernación para finalmente colocar el ejemplar en una caja hecha a medida con cartón libre de ácido, en el caso de libros y manuscritos, o cartulina libre de ácidos y con reserva alcalina, para carpetas de grabados, mapas o manuscritos de tamaño A3.

Antes de pasar a la bóveda —donde se guarda en estantes resistentes al fuego y a una temperatura regulada para la adecuada conservación del papel y para disminuir los efectos de la humedad limeña—, pasa a la oficina responsable de la digitalización en la que hay diez escáneres planetarios —ubicados en forma de v para no dañar la encuadernación—, cámaras de alta definición y luces especiales. Tras la necesaria revisión y edición, el libro estará listo para ser revisado en la comodidad de su laptop. O de su celular.

Guillermo Vásquez, bibliotecario de orientación al usuario de la PUCP, dice sobre el tema: “La digitalización del acervo histórico de una nación es un proceso valioso y requiere una gran inversión, pues se trata de trabajar bajo ciertos estándares de calidad que te permitan una adecuada preservación electrónica. No estamos hablando de usar un escáner cualquiera que haga un PDF, sino del manejo de material histórico y de darle al usuario la plataforma adecuada para que pueda acceder a él”.

Esto es un punto importante. Por ejemplo: ¿qué pasaría si el Opus pulcherrimuz chiromantie, en lugar de estar en el servidor de la BNP, estuviera guardado en un disquete? La BNP debería tener salas acondicionadas para que el usuario pueda introducir este disco y revisar el material.

A dos días de la celebración del Día del Libro, y después de leer este artículo, ¿no le da curiosidad ver el Opus pulcherrimuz chiromantie? Si es así, puede descargar la app de la BNP. Pero, mientras tanto, también puede ir a la galería de fotos de este artículo web, ver algunas de sus páginas y dejarse sorprender.

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